/ miércoles 24 de febrero de 2021

Letra muerta


Abel Campirano Marin

Desafortunadamente cada día mas me convenzo de que estamos siendo conducidos hacia el camino caótico del desorden en donde cada quien estará haciendo lo que le venga en gana sin que nada ni nadie sea capaz de poner limites y seremos víctimas de nuestra indolencia y nuestra indiferencia.

El manejo no depurado de los derechos humanos tiene mucho que ver en esta situación que se agudiza cada vez mas; porque ya no es posible ni siquiera ejercer facultades de corrección porque el corregido no solo los derechos humanos y menuda monda se lleva el que osó penetrar en las esferas más íntimas de la subjetividad.

Las leyes son normas jurídicas impuestas por el Estado con el objeto de preservar el orden y deben ser observadas; su cumplimiento no es potestativo, es obligatorio y por esa misma razón el Estado tiene a su disposición la fuerza pública, precisamente para poder hacer cumplir sus determinaciones hechas con apego a la ley.

Y solo cuando esa actuación del Estado se aparta de los cauces legales, es cuando debe surgir la intervención de las Comisiones de Derechos Humanos para que se restablezca el orden y el equilibrio y el respeto a los derechos inalienables de la persona, quien además tiene a su disposición el juicio de amparo para poder ser restituido en sus derechos.

Por eso la ley es imprescindible para garantizar la convivencia armónica de la sociedad; el conglomerado social no puede estar sin reglas porque reinaría la anarquía pero como están las cosas para allá vamos, la ley se ha convertido en letra muerta.

Tenemos muchos casos ejemplificativos; el mas simple y reiterado de ellos es el que se refiere al problema de la distribución de las vacunas, que procedentes de diversos laboratorios y de diversos Países han llegado a México a cuentagotas y pese a su reducido número, muchos se han aprovechado de su situación para anticiparse en la fila de vacunación, lo cual motiva el coraje y el repudio de los que sí observan el orden.

El Consejo General de Salud ha determinado con arreglo al artículo 73 de la Constitución una serie de reglas que deberían ser obligatoriamente observadas en toda la República en materia de salud y específicamente en el control de la Pandemia, pero desgraciadamente han sido inobservadas por los Gobiernos Estatales y Municipales.

Mientras muchos sectores comerciales permanecen cerrados con el propósito de evitar la proliferación de contagios, los bares, las cervecerías, los antros, entre otros muchos lugares de reunión permanecen abiertos sin respetar la sana distancia y se anuncian reaperturas hasta en las escuelas, pregonándose que se ha superado a la pandemia, que se le ha dado la vuelta, que ya se aplanó la curva, que se domó, que lo peor ya pasó y tantas frases equívocas, cuando vemos que los índices de contagio y sobre todo de letalidad permanecen casi iguales y el riesgo persiste e incluso aumenta con las aglomeraciones.

Las cifras que emanan de la aparente baja de ingresos en hospitales son erróneas porque simplemente los centros de salud se niegan a recibir por diversas circunstancias a pacientes de Covid19 y los envían directamente a sus casas a tratamiento, tratamientos que no siempre son atingentes y terminan teniendo desenlaces funestos.

Luego entonces, la baja en la atención hospitalaria no significa que se haya disminuido el índice de contagios como para reabrir de par en par las puertas de la economía.

Y así podríamos extraer ejemplos de nuestra vida cotidiana que demostrarán fehacientemente que la ley se ha convertido en letra muerta, en un ente inaprehensible y que potestativamente tiene en la voluntad de cada uno el cumplirla o no.

Por supuesto que esta no es la realidad deseable; Es como un argumento de una novela distópica. Tenemos que revertir este desorden para regresar a los caminos del orden y del respeto, del estricto cumplimiento de la ley y que no se quede en un mero discurso y en retórica vana.

De nosotros, solo de nosotros depende.


Abel Campirano Marin

Desafortunadamente cada día mas me convenzo de que estamos siendo conducidos hacia el camino caótico del desorden en donde cada quien estará haciendo lo que le venga en gana sin que nada ni nadie sea capaz de poner limites y seremos víctimas de nuestra indolencia y nuestra indiferencia.

El manejo no depurado de los derechos humanos tiene mucho que ver en esta situación que se agudiza cada vez mas; porque ya no es posible ni siquiera ejercer facultades de corrección porque el corregido no solo los derechos humanos y menuda monda se lleva el que osó penetrar en las esferas más íntimas de la subjetividad.

Las leyes son normas jurídicas impuestas por el Estado con el objeto de preservar el orden y deben ser observadas; su cumplimiento no es potestativo, es obligatorio y por esa misma razón el Estado tiene a su disposición la fuerza pública, precisamente para poder hacer cumplir sus determinaciones hechas con apego a la ley.

Y solo cuando esa actuación del Estado se aparta de los cauces legales, es cuando debe surgir la intervención de las Comisiones de Derechos Humanos para que se restablezca el orden y el equilibrio y el respeto a los derechos inalienables de la persona, quien además tiene a su disposición el juicio de amparo para poder ser restituido en sus derechos.

Por eso la ley es imprescindible para garantizar la convivencia armónica de la sociedad; el conglomerado social no puede estar sin reglas porque reinaría la anarquía pero como están las cosas para allá vamos, la ley se ha convertido en letra muerta.

Tenemos muchos casos ejemplificativos; el mas simple y reiterado de ellos es el que se refiere al problema de la distribución de las vacunas, que procedentes de diversos laboratorios y de diversos Países han llegado a México a cuentagotas y pese a su reducido número, muchos se han aprovechado de su situación para anticiparse en la fila de vacunación, lo cual motiva el coraje y el repudio de los que sí observan el orden.

El Consejo General de Salud ha determinado con arreglo al artículo 73 de la Constitución una serie de reglas que deberían ser obligatoriamente observadas en toda la República en materia de salud y específicamente en el control de la Pandemia, pero desgraciadamente han sido inobservadas por los Gobiernos Estatales y Municipales.

Mientras muchos sectores comerciales permanecen cerrados con el propósito de evitar la proliferación de contagios, los bares, las cervecerías, los antros, entre otros muchos lugares de reunión permanecen abiertos sin respetar la sana distancia y se anuncian reaperturas hasta en las escuelas, pregonándose que se ha superado a la pandemia, que se le ha dado la vuelta, que ya se aplanó la curva, que se domó, que lo peor ya pasó y tantas frases equívocas, cuando vemos que los índices de contagio y sobre todo de letalidad permanecen casi iguales y el riesgo persiste e incluso aumenta con las aglomeraciones.

Las cifras que emanan de la aparente baja de ingresos en hospitales son erróneas porque simplemente los centros de salud se niegan a recibir por diversas circunstancias a pacientes de Covid19 y los envían directamente a sus casas a tratamiento, tratamientos que no siempre son atingentes y terminan teniendo desenlaces funestos.

Luego entonces, la baja en la atención hospitalaria no significa que se haya disminuido el índice de contagios como para reabrir de par en par las puertas de la economía.

Y así podríamos extraer ejemplos de nuestra vida cotidiana que demostrarán fehacientemente que la ley se ha convertido en letra muerta, en un ente inaprehensible y que potestativamente tiene en la voluntad de cada uno el cumplirla o no.

Por supuesto que esta no es la realidad deseable; Es como un argumento de una novela distópica. Tenemos que revertir este desorden para regresar a los caminos del orden y del respeto, del estricto cumplimiento de la ley y que no se quede en un mero discurso y en retórica vana.

De nosotros, solo de nosotros depende.