/ lunes 18 de octubre de 2021

Las mujeres y el voto

El pasado 17 de octubre conmemoramos el reconocimiento del derecho al voto de las mujeres. Esto significa que fue hasta 1953, fecha en la que se publicaron en el Diario Oficial de la Federación las reformas pertinentes, que las mujeres en México no gozábamos de una ciudadanía plena pues la premisa decimonónica de la soberanía popular y la subsecuente posibilidad de poder votar y ser votado, así, en masculino durante siglos fue un derecho exclusivo para los varones y además limitado a ciertas condicionantes económicas.

Desde los inicios de la vida independiente de nuestro país, las mujeres exigieron que se reconociera sus derechos políticos cuando en 1821 y en 1860 en Zacatecas exigieron que se les reconociera como ciudadanas y pudieran votar. De nuevo alzaron la voz durante el porfiriato y con mucha más insistencia en el periodo revolucionario y los años posteriores.

En 1916 se celebró el Primer Congreso Feminista en México, cuyas exigencias incluían el reconocimiento del derecho al voto y que tras años de impulsar la agenda, consiguió importantes logros locales, mismos que sentaron valiosos precedentes que marcaron la vida política de las mujeres.

Para 1925 Yucatán, Chiapas, San Luis Potosí habían reconocido el derecho de las mujeres a votar pero debido a la presión y el clima conservador, se derogaron las reformas que permitían el sufragio de las mujeres. Estos acontecimientos son un claro ejemplo de cómo pueden restringirse los derechos de las mujeres al menor vaivén y que lamentablemente no basta con la aprobación de reformas y cambios de leyes sino que es necesario protegerlos de forma constante debido al asedio y a las resistencias machistas que continuamente ponen en tela de juicio que las mujeres merezcamos ser reconocidas como sujetas políticas. En otras palabras, históricamente, hemos sido marginadas y subordinadas en lo referente al ámbito público: o no se nos roma en cuenta, o no podemos participar o podemos hacerlo solo bajo ciertas condiciones y de manera limitada (por ejemplo, en 1947 se permitió que las mujeres votaran y fueran candidatas pero únicamente a nivel municipal).

La limitación a nuestra participación, así como la ausencia de mujeres en puestos de decisión y el borramiento sistemático de aquellas que se mantuvieron activas en la política, generó que la creación de leyes y políticas públicas estuviera indudablemente controlado por los hombres, y en ese sentido, que por mucho tiempo existiera un enorme sesgo de perspectiva porque cuando excluyes a la mitad de la población, estás dejando también fuera la mitad de las necesidades, preocupaciones y deseos, un escenario sin duda poco democrático. Por eso conmemoramos el 17 de octubre, día que jamás debería ser leído como una concesión ni una prebenda, sino como un acto de resistencia, reivindicación y emancipación colectiva y política.


* Vicepresidenta de Hagamos


El pasado 17 de octubre conmemoramos el reconocimiento del derecho al voto de las mujeres. Esto significa que fue hasta 1953, fecha en la que se publicaron en el Diario Oficial de la Federación las reformas pertinentes, que las mujeres en México no gozábamos de una ciudadanía plena pues la premisa decimonónica de la soberanía popular y la subsecuente posibilidad de poder votar y ser votado, así, en masculino durante siglos fue un derecho exclusivo para los varones y además limitado a ciertas condicionantes económicas.

Desde los inicios de la vida independiente de nuestro país, las mujeres exigieron que se reconociera sus derechos políticos cuando en 1821 y en 1860 en Zacatecas exigieron que se les reconociera como ciudadanas y pudieran votar. De nuevo alzaron la voz durante el porfiriato y con mucha más insistencia en el periodo revolucionario y los años posteriores.

En 1916 se celebró el Primer Congreso Feminista en México, cuyas exigencias incluían el reconocimiento del derecho al voto y que tras años de impulsar la agenda, consiguió importantes logros locales, mismos que sentaron valiosos precedentes que marcaron la vida política de las mujeres.

Para 1925 Yucatán, Chiapas, San Luis Potosí habían reconocido el derecho de las mujeres a votar pero debido a la presión y el clima conservador, se derogaron las reformas que permitían el sufragio de las mujeres. Estos acontecimientos son un claro ejemplo de cómo pueden restringirse los derechos de las mujeres al menor vaivén y que lamentablemente no basta con la aprobación de reformas y cambios de leyes sino que es necesario protegerlos de forma constante debido al asedio y a las resistencias machistas que continuamente ponen en tela de juicio que las mujeres merezcamos ser reconocidas como sujetas políticas. En otras palabras, históricamente, hemos sido marginadas y subordinadas en lo referente al ámbito público: o no se nos roma en cuenta, o no podemos participar o podemos hacerlo solo bajo ciertas condiciones y de manera limitada (por ejemplo, en 1947 se permitió que las mujeres votaran y fueran candidatas pero únicamente a nivel municipal).

La limitación a nuestra participación, así como la ausencia de mujeres en puestos de decisión y el borramiento sistemático de aquellas que se mantuvieron activas en la política, generó que la creación de leyes y políticas públicas estuviera indudablemente controlado por los hombres, y en ese sentido, que por mucho tiempo existiera un enorme sesgo de perspectiva porque cuando excluyes a la mitad de la población, estás dejando también fuera la mitad de las necesidades, preocupaciones y deseos, un escenario sin duda poco democrático. Por eso conmemoramos el 17 de octubre, día que jamás debería ser leído como una concesión ni una prebenda, sino como un acto de resistencia, reivindicación y emancipación colectiva y política.


* Vicepresidenta de Hagamos