/ lunes 20 de septiembre de 2021

Las crisis del dolor

Hace quince años que en nuestro país se desató una espiral de violencia inimaginable por su crueldad, por ser tan explícita, tan evidente. Y tras más de una década de esta irrupción que cambió la vida de un país y marcó a una generación completa, pareciera que esta realidad ha sido tan estruendosa que no solo hemos perdido la capacidad de sorpresa sino que se ha vuelto cotidiana. Hace algunos días que en Jalisco los temas de inseguridad, desapariciones y crisis forense han ocupado numerosas portadas y minutos de emisión en los medios de comunicación.

Según datos de la Secretaría de Gobernación, Jalisco se ubicaba en agosto como el estado con mayor número de personas desaparecidas en el país, una cifra que supera los 12 mil casos registrados hasta abril de 2021, y de los cuales, más de 3 mil corresponden de diciembre de 2018 a la fecha. Sumado a estos escalofriantes hechos, durante los últimos meses, la sociedad civil como colectivos y el Centro de Justicia Para la Paz y el Desarrollo han insistido en la insostenible magnitud del problema, pues han presentado información sobre la crisis forense por la que atraviesa el estado y donde queda evidenciado que los cuerpos sin identificar en nuestro estado superan los 6 mil.

Las instituciones hace mucho que fueron rebasadas, en especial aquellas que tienen que ver con la justicia. En nuestro país y en Jalisco, es bien sabido que existe una acumulación de cuerpos de personas sin identificar y que la saturación de las labores de los Servicios Médicos Forenses son el pan de cada día. Las dificultades no son pocas y son complejas, pues tienen que ver con falta de especialización del personal que trabaja en dichas instituciones, los recursos insuficientes, el pésimo resguardo de los cuerpos, la falta de registro sobre la cantidad de cuerpos así como su ubicación exacta, la falta de aplicación de protocolos para la inhumación de cuerpos, la falta de seguimiento de los casos, la lentitud y obstáculos para restituir a las personas identificadas a las familias, la falta de transparencia y el uso prácticamente nulo de bancos de datos genéticos que faciliten las labores.

La crisis de inseguridad, la crisis de desapariciones y la crisis forense forman parte de un enorme caldo de cultivo para la tragedia , una crisis del dolor, de la impunidad, de injusticia, de la herida que sigue sin sanar, de aquello que quiere ser borrado a la mala pero que la memoria no permite desdibujar. Esta crisis del dolor es colectiva y no son pocas las personas, principalmente las familias, quienes han decidido hacerle frente, porque ante un escenario que nos intenta convencer de que no hay opción ni salida, intentan transformar y resignificar, hacen más allá de lo imaginable por “las puertas sin cerradura, el sentido comunitario y el sentido común”.


* Vicepresidenta de Hagamos

Hace quince años que en nuestro país se desató una espiral de violencia inimaginable por su crueldad, por ser tan explícita, tan evidente. Y tras más de una década de esta irrupción que cambió la vida de un país y marcó a una generación completa, pareciera que esta realidad ha sido tan estruendosa que no solo hemos perdido la capacidad de sorpresa sino que se ha vuelto cotidiana. Hace algunos días que en Jalisco los temas de inseguridad, desapariciones y crisis forense han ocupado numerosas portadas y minutos de emisión en los medios de comunicación.

Según datos de la Secretaría de Gobernación, Jalisco se ubicaba en agosto como el estado con mayor número de personas desaparecidas en el país, una cifra que supera los 12 mil casos registrados hasta abril de 2021, y de los cuales, más de 3 mil corresponden de diciembre de 2018 a la fecha. Sumado a estos escalofriantes hechos, durante los últimos meses, la sociedad civil como colectivos y el Centro de Justicia Para la Paz y el Desarrollo han insistido en la insostenible magnitud del problema, pues han presentado información sobre la crisis forense por la que atraviesa el estado y donde queda evidenciado que los cuerpos sin identificar en nuestro estado superan los 6 mil.

Las instituciones hace mucho que fueron rebasadas, en especial aquellas que tienen que ver con la justicia. En nuestro país y en Jalisco, es bien sabido que existe una acumulación de cuerpos de personas sin identificar y que la saturación de las labores de los Servicios Médicos Forenses son el pan de cada día. Las dificultades no son pocas y son complejas, pues tienen que ver con falta de especialización del personal que trabaja en dichas instituciones, los recursos insuficientes, el pésimo resguardo de los cuerpos, la falta de registro sobre la cantidad de cuerpos así como su ubicación exacta, la falta de aplicación de protocolos para la inhumación de cuerpos, la falta de seguimiento de los casos, la lentitud y obstáculos para restituir a las personas identificadas a las familias, la falta de transparencia y el uso prácticamente nulo de bancos de datos genéticos que faciliten las labores.

La crisis de inseguridad, la crisis de desapariciones y la crisis forense forman parte de un enorme caldo de cultivo para la tragedia , una crisis del dolor, de la impunidad, de injusticia, de la herida que sigue sin sanar, de aquello que quiere ser borrado a la mala pero que la memoria no permite desdibujar. Esta crisis del dolor es colectiva y no son pocas las personas, principalmente las familias, quienes han decidido hacerle frente, porque ante un escenario que nos intenta convencer de que no hay opción ni salida, intentan transformar y resignificar, hacen más allá de lo imaginable por “las puertas sin cerradura, el sentido comunitario y el sentido común”.


* Vicepresidenta de Hagamos