/ viernes 6 de mayo de 2022

La reforma política del Presidente: un paso atrás en la calidad democrática

Un sistema democrático de calidad tiene como objetivos garantizar la libertad política; ampliar el campo de beneficios materiales y culturales de la ciudadanía y garantizar la paz. Tres tareas en las que el Presidente López Obrador ha fallado a lo largo de tres años; porque para él, la democracia ideal es aquella en la que todo México debe obedecer incondicionalmente a su Gobierno, bajo pena de ser denostado, perseguido y anulado del mapa político e institucional.

Hace unos días el Presidente López Obrador presentó ante la Cámara de Diputadas y Diputados de México una propuesta de reforma político-electoral que se traduce básicamente en el debilitamiento del Congreso de la Unión, Legislaturas Locales y Ayuntamientos; así como y en la manipulación de las formas de integración del Tribunal Electoral de la Federación y el Instituto Nacional Electoral.

Los Poderes Legislativos -Federal y locales-, Ayuntamientos, el Tribunal Electoral de la Federación y el Instituto Nacional Electoral son las principales cajas de resonancia del disenso ante la voluntad incuestionable que pretende hacer valer el Gobierno mexicano, por eso es que resulta necesario, para los fines presidenciales, debilitar a tales instituciones disminuyendo su integración y enredando los procesos relacionados con ésta, y -en algunos casos- sometiendo a procesos electorales la integración de órganos que deben ser especializados por la función que realizan, en un momento en el que- dicho sea de paso- el Gobierno busca intervenir e influir sobre cada proceso que implique una elección. La propuesta de reforma electoral del Presidente López Obrador es clara: debilitar, desprestigiar, acorralar y desaparecer, todo espacio de crítica, disenso o debate ante la Presidencia y la Cuarta Transformación.

Actualmente la democracia mexicana está en un momento crucial en el que está en juego su calidad democrática, y ésta sólo se puede asegurar a través del fortalecimiento de sus resultados, contenidos y procesos, un reto que parecería inalcanzable con la propuesta del Presidente López Obrador, quien, a lo largo de su gobierno, ha buscado restar el carácter institucional a la oposición y debilitar a la sociedad civil, dos grupos claros de crítica democrática ante el Gobierno, olvidando que -como dijera Carlos Castillo Peraza- la democracia es el único sistema que tolera su crítica y a través de ella su propia mejoría.

Desde la libre oposición, en el Partido Acción Nacional defenderemos: en la plaza y en la tribunal, la consolidación de una democracia de calidad en México que definitivamente está contra la propuesta Presidencial de una democracia complaciente, en la que el disenso, el cuestionamiento y el debate no tengan cabida en la vida pública.

Un sistema democrático de calidad tiene como objetivos garantizar la libertad política; ampliar el campo de beneficios materiales y culturales de la ciudadanía y garantizar la paz. Tres tareas en las que el Presidente López Obrador ha fallado a lo largo de tres años; porque para él, la democracia ideal es aquella en la que todo México debe obedecer incondicionalmente a su Gobierno, bajo pena de ser denostado, perseguido y anulado del mapa político e institucional.

Hace unos días el Presidente López Obrador presentó ante la Cámara de Diputadas y Diputados de México una propuesta de reforma político-electoral que se traduce básicamente en el debilitamiento del Congreso de la Unión, Legislaturas Locales y Ayuntamientos; así como y en la manipulación de las formas de integración del Tribunal Electoral de la Federación y el Instituto Nacional Electoral.

Los Poderes Legislativos -Federal y locales-, Ayuntamientos, el Tribunal Electoral de la Federación y el Instituto Nacional Electoral son las principales cajas de resonancia del disenso ante la voluntad incuestionable que pretende hacer valer el Gobierno mexicano, por eso es que resulta necesario, para los fines presidenciales, debilitar a tales instituciones disminuyendo su integración y enredando los procesos relacionados con ésta, y -en algunos casos- sometiendo a procesos electorales la integración de órganos que deben ser especializados por la función que realizan, en un momento en el que- dicho sea de paso- el Gobierno busca intervenir e influir sobre cada proceso que implique una elección. La propuesta de reforma electoral del Presidente López Obrador es clara: debilitar, desprestigiar, acorralar y desaparecer, todo espacio de crítica, disenso o debate ante la Presidencia y la Cuarta Transformación.

Actualmente la democracia mexicana está en un momento crucial en el que está en juego su calidad democrática, y ésta sólo se puede asegurar a través del fortalecimiento de sus resultados, contenidos y procesos, un reto que parecería inalcanzable con la propuesta del Presidente López Obrador, quien, a lo largo de su gobierno, ha buscado restar el carácter institucional a la oposición y debilitar a la sociedad civil, dos grupos claros de crítica democrática ante el Gobierno, olvidando que -como dijera Carlos Castillo Peraza- la democracia es el único sistema que tolera su crítica y a través de ella su propia mejoría.

Desde la libre oposición, en el Partido Acción Nacional defenderemos: en la plaza y en la tribunal, la consolidación de una democracia de calidad en México que definitivamente está contra la propuesta Presidencial de una democracia complaciente, en la que el disenso, el cuestionamiento y el debate no tengan cabida en la vida pública.