/ miércoles 17 de marzo de 2021

La periferia del poder

Cada 3 años en México –y seguramente es igual en múltiples países del mundo-, la lógica del poder se pone a prueba, al seleccionar candidatos a cargos de elección popular para renovar poderes federales y en varios estados de la república. Cada partido político emplea mecanismos estatutarios propios para la selección de sus abanderados, procurando obtener simpatizantes, adeptos y votantes para mejorar su posición competitiva y obtener escaños de representación popular.

Cada 3 años, como ahora, la selección de los candidatos deja malestar, encono, división, rencillas, victimas y adoloridos entre las filas de cada partido. El numero de candidaturas, especialmente de las que son más viables de lograr victoria es mínimo frente a la cantidad de aspirantes a ellos. Este fenómeno recrudece en los partidos en el poder, pero no falta incluso en los partidos de reciente formación o en los de participación marginal.

La explicación parte de una fría realidad: los que mandan, el grupo ordinante, o los que deciden en cada partido, no dejarán fácilmente que quienes aspiran al poder, grupo subordinado o los que obedecen, accedan a espacios que pongan en peligro su posición. Los que quieren pelearan con quienes lo tienen por el poder, dejando batallas y guerras agudas, que bajo la lógica del poder son sencillas de entender. La conquista del poder es una guerra. Entendamos a la actividad política como la forma más civilizada de la guerra, pero guerra al fin.

Quienes tienen el poder, pretenden conservarlo, usufructuarlo e incluso llegado el momento, transmitirlo, eligiendo en quien recaerá, no dejando al azar los nuevos ascensos y los nuevos integrantes de las cúpulas partidistas, gubernamentales o parlamentarias.

Quienes ya tienen poder y lo ejercen, tienen conocimientos, han desarrollado habilidades, destrezas, acumulado experiencia, tienen liderazgo en cierta medida, u obediencia de subordinados en su defecto. Ocupan un lugar en el espacio que otros, muchos otros desean ocupar. Y lucharan para sostenerse, a costa de lo que sea.

Por su parte, los que anhelan, los que quieren, los que aspiran a poder gozar de las mieles del poder, usualmente forman una masa mayor en cantidad, menor en calidad, que compiten en franca desventaja, sin las herramientas propias del poderoso, sin técnica, sin medios ni recursos, desorganizados. Son muchos, pero dispersos. No pueden sumarse y acumularse por otro aspecto básico del poder: disputan lo que todos quieren y nadie esta dispuesto a ceder para que otro que no tiene lo obtenga antes que el.

Entendamos que los poderosos ocupan el núcleo del sistema político, y los que aspiran, la periferia. Creen que están cerca, se sienten orientados, incluso por momentos se acercan o prueban un paso adentro, pero en la realidad, están afuera del núcleo, en otro nivel, en la periferia, con mas posibilidades de perpetuarse ahí hasta que desistan de su búsqueda que de poder entrar y formar parte del núcleo.

La necesidad humana de identidad, de pertenencia, de formar parte de algo más grande que nuestra individualidad, nuestro carácter gregario, son motivos para impulsar nuestra lucha. En teoría, el poder necesita tanto a la periferia como al núcleo: no hay quien mande si no hay quienes obedezcan.

La periferia esta llena de llanto, de amargos relatos, de culpar a otros por derrotas personales. La lista de bajas por deserción de la búsqueda del poder es enorme. Cada 3 años, aumentan los que quedaron en el intento. Algunos, iran a la clasificación de los reticentes, que intentaran vivir sin voltear a ver al poder, reprimiendo su deseo de tener, de ser, de hacer, de disponer del poder.

El poder, si no lo tienes, será siempre un juego que jugaras en desventaja, donde el perdedor anunciado desde antes de empezar a jugar, serás tú.

* Consultor y empresario

Cada 3 años en México –y seguramente es igual en múltiples países del mundo-, la lógica del poder se pone a prueba, al seleccionar candidatos a cargos de elección popular para renovar poderes federales y en varios estados de la república. Cada partido político emplea mecanismos estatutarios propios para la selección de sus abanderados, procurando obtener simpatizantes, adeptos y votantes para mejorar su posición competitiva y obtener escaños de representación popular.

Cada 3 años, como ahora, la selección de los candidatos deja malestar, encono, división, rencillas, victimas y adoloridos entre las filas de cada partido. El numero de candidaturas, especialmente de las que son más viables de lograr victoria es mínimo frente a la cantidad de aspirantes a ellos. Este fenómeno recrudece en los partidos en el poder, pero no falta incluso en los partidos de reciente formación o en los de participación marginal.

La explicación parte de una fría realidad: los que mandan, el grupo ordinante, o los que deciden en cada partido, no dejarán fácilmente que quienes aspiran al poder, grupo subordinado o los que obedecen, accedan a espacios que pongan en peligro su posición. Los que quieren pelearan con quienes lo tienen por el poder, dejando batallas y guerras agudas, que bajo la lógica del poder son sencillas de entender. La conquista del poder es una guerra. Entendamos a la actividad política como la forma más civilizada de la guerra, pero guerra al fin.

Quienes tienen el poder, pretenden conservarlo, usufructuarlo e incluso llegado el momento, transmitirlo, eligiendo en quien recaerá, no dejando al azar los nuevos ascensos y los nuevos integrantes de las cúpulas partidistas, gubernamentales o parlamentarias.

Quienes ya tienen poder y lo ejercen, tienen conocimientos, han desarrollado habilidades, destrezas, acumulado experiencia, tienen liderazgo en cierta medida, u obediencia de subordinados en su defecto. Ocupan un lugar en el espacio que otros, muchos otros desean ocupar. Y lucharan para sostenerse, a costa de lo que sea.

Por su parte, los que anhelan, los que quieren, los que aspiran a poder gozar de las mieles del poder, usualmente forman una masa mayor en cantidad, menor en calidad, que compiten en franca desventaja, sin las herramientas propias del poderoso, sin técnica, sin medios ni recursos, desorganizados. Son muchos, pero dispersos. No pueden sumarse y acumularse por otro aspecto básico del poder: disputan lo que todos quieren y nadie esta dispuesto a ceder para que otro que no tiene lo obtenga antes que el.

Entendamos que los poderosos ocupan el núcleo del sistema político, y los que aspiran, la periferia. Creen que están cerca, se sienten orientados, incluso por momentos se acercan o prueban un paso adentro, pero en la realidad, están afuera del núcleo, en otro nivel, en la periferia, con mas posibilidades de perpetuarse ahí hasta que desistan de su búsqueda que de poder entrar y formar parte del núcleo.

La necesidad humana de identidad, de pertenencia, de formar parte de algo más grande que nuestra individualidad, nuestro carácter gregario, son motivos para impulsar nuestra lucha. En teoría, el poder necesita tanto a la periferia como al núcleo: no hay quien mande si no hay quienes obedezcan.

La periferia esta llena de llanto, de amargos relatos, de culpar a otros por derrotas personales. La lista de bajas por deserción de la búsqueda del poder es enorme. Cada 3 años, aumentan los que quedaron en el intento. Algunos, iran a la clasificación de los reticentes, que intentaran vivir sin voltear a ver al poder, reprimiendo su deseo de tener, de ser, de hacer, de disponer del poder.

El poder, si no lo tienes, será siempre un juego que jugaras en desventaja, donde el perdedor anunciado desde antes de empezar a jugar, serás tú.

* Consultor y empresario