/ domingo 19 de julio de 2020

La otra crisis de la iniciativa privada

Además de la económica, los organismos de la iniciativa privada en Jalisco atraviesan por otra crisis: la de identidad.

En los años recientes, pero en especial durante el breve tiempo que lleva el alfarismo, los jocosamente autoproclamados “cúpulas empresariales” viven uno de los episodios más desconcertantes de su historia. Toda la evidencia nos permite asegurar que abandonaron su misión sustantiva, que es la de abanderar las causas de sus agremiados y así coadyuvar el desarrollo y crecimiento de su membresía, para respaldar y defender las aspiraciones del ingeniero Enrique Alfaro.

Peor aún, la mayoría de los dirigentes de estos organismos (con sus muy escasas excepciones) están más entretenidos en hacer grilla, que en representar con dignidad y congruencia a las instituciones que presiden. Hay casos tan penosos, que en lugar de gestionar en favor de sus representados, lo que hacen es hacerle el trabajo sucio al mandatario estatal. Muestra de ello, es haber promovido y validado la insultante recomendación de contratar la mega deuda por 6 mil 200 millones de pesos, sin haber contado siquiera con los elementos técnicos suficientes para aprobar un atraco de tal magnitud.

Si bien es verdad que nadie pide que los generadores de empleo se peleen o rompan con Alfaro Ramírez, lo cierto es que tampoco se espera que sean comparsa de una administración que se ha distinguido por la voracidad financiera y la opacidad en el manejo de los recursos.

Muy lejos han quedado aquellos días en que los dirigentes de un Consejo o una Cámara, se significaban por ser un contrapeso moral del gobierno en turno. Hoy, por el contrario, lo que atestiguamos es una mutación que raya en la traición a los principios básicos de quienes fomentan el comportamiento ético como valor supremo en el mundo de los negocios.

El aplauso fácil y el elogio desmedido como peculiar modo de vinculación con la aristocracia naranja, es algo que le hace bastante daño al empresariado jalisciense y a la población en su conjunto. ¿Por qué? Porque si los actuales líderes comerciantes e industriales de nuestro Estado optaron por hacerla de porristas oficiosos de esta administración, entonces significa que perdieron la orientación y el rumbo de su deber, que es la de velar por los intereses del sector productivo.

Resulta indispensable –por no decir fundamental- que la clase empresarial recobre su papel como regulador de la vida pública, pues tomar partido en favor del poder descompone la ecuación democrática en la que sus miembros también participan.

En un ambiente en el que las autoridades formales no logran entender y atender la nueva dinámica colectiva, se vuelve impostergable la necesidad de que hagan una reflexión profunda y objetiva sobre la ruta que deben seguir.

La pandemia nos tiene contra la pared a todos. Sería una tragedia que la fragmentación impulsada desde los sótanos del emecismo, culmine en diferencias irreconciliables entre las distintas expresiones de la sociedad.

Las mujeres y hombres que encabezan los organismos de la iniciativa privada encaran, quizás como nunca, el enorme desafío de saber traducir el rol que les toca interpretar en el montaje que dirigen los actores de la política.

Además de la económica, los organismos de la iniciativa privada en Jalisco atraviesan por otra crisis: la de identidad.

En los años recientes, pero en especial durante el breve tiempo que lleva el alfarismo, los jocosamente autoproclamados “cúpulas empresariales” viven uno de los episodios más desconcertantes de su historia. Toda la evidencia nos permite asegurar que abandonaron su misión sustantiva, que es la de abanderar las causas de sus agremiados y así coadyuvar el desarrollo y crecimiento de su membresía, para respaldar y defender las aspiraciones del ingeniero Enrique Alfaro.

Peor aún, la mayoría de los dirigentes de estos organismos (con sus muy escasas excepciones) están más entretenidos en hacer grilla, que en representar con dignidad y congruencia a las instituciones que presiden. Hay casos tan penosos, que en lugar de gestionar en favor de sus representados, lo que hacen es hacerle el trabajo sucio al mandatario estatal. Muestra de ello, es haber promovido y validado la insultante recomendación de contratar la mega deuda por 6 mil 200 millones de pesos, sin haber contado siquiera con los elementos técnicos suficientes para aprobar un atraco de tal magnitud.

Si bien es verdad que nadie pide que los generadores de empleo se peleen o rompan con Alfaro Ramírez, lo cierto es que tampoco se espera que sean comparsa de una administración que se ha distinguido por la voracidad financiera y la opacidad en el manejo de los recursos.

Muy lejos han quedado aquellos días en que los dirigentes de un Consejo o una Cámara, se significaban por ser un contrapeso moral del gobierno en turno. Hoy, por el contrario, lo que atestiguamos es una mutación que raya en la traición a los principios básicos de quienes fomentan el comportamiento ético como valor supremo en el mundo de los negocios.

El aplauso fácil y el elogio desmedido como peculiar modo de vinculación con la aristocracia naranja, es algo que le hace bastante daño al empresariado jalisciense y a la población en su conjunto. ¿Por qué? Porque si los actuales líderes comerciantes e industriales de nuestro Estado optaron por hacerla de porristas oficiosos de esta administración, entonces significa que perdieron la orientación y el rumbo de su deber, que es la de velar por los intereses del sector productivo.

Resulta indispensable –por no decir fundamental- que la clase empresarial recobre su papel como regulador de la vida pública, pues tomar partido en favor del poder descompone la ecuación democrática en la que sus miembros también participan.

En un ambiente en el que las autoridades formales no logran entender y atender la nueva dinámica colectiva, se vuelve impostergable la necesidad de que hagan una reflexión profunda y objetiva sobre la ruta que deben seguir.

La pandemia nos tiene contra la pared a todos. Sería una tragedia que la fragmentación impulsada desde los sótanos del emecismo, culmine en diferencias irreconciliables entre las distintas expresiones de la sociedad.

Las mujeres y hombres que encabezan los organismos de la iniciativa privada encaran, quizás como nunca, el enorme desafío de saber traducir el rol que les toca interpretar en el montaje que dirigen los actores de la política.