/ lunes 19 de abril de 2021

La otra cara de la libertad

El ingreso a prisión, que algunos estudiosos califican “como una experiencia de pérdida, peligro o desafío que crea confusión”, nunca ha sido una empresa fácil. Tampoco ha sido fácil salir de la cárcel, aunque haya quienes crean que ese día será el más feliz de su vida. Sostengo que es complicado porque, al salir de prisión, el exconvicto se enfrenta a una serie de dificultades en el intento de rehacer su vida.

Para salir adelante tras haber pasado un tiempo en prisión, vencer el miedo es importantísimo. Me refiero evidentemente al temor que genera el incorporarse a la vida laboral, sobre todo si estas personas son conscientes de la actitud de los empresarios que se han negado siempre a brindar oportunidades de trabajo a las personas que estuvieron presas.

El apoyo de los seres queridos es elemental para vencer este y otros temores. Sin este apoyo familiar y afectivo, la reinserción social del exconvicto se complica más de lo que de por sí ya es, esto debido a la incomprensión de la gente y por la ya mencionada falta de oportunidades, derivada de una indiferencia de tal magnitud que en algunos casos raya en la insensibilidad.

Si los familiares se involucran de lleno en la reinserción de quien salió libre, se favorecerá sin lugar a duda la no reincidencia del excarcelado y se le ayudará a afrontar una realidad social que suele ser dura y estar llena de dificultades. Este apoyo no puede faltar y debe darse desde que la persona es privada de su libertad hasta que retorna libre al hogar del que se separó por delinquir.

En el centro penitenciario, el apoyo familiar debe darse a través de las frecuentes visitas al familiar en prisión, las cuales constituyen uno de los principales vínculos entre el prisionero y sus seres queridos, llevándole no sólo alimentación distinta a la que se ofrece en el centro penitenciario, sino también atención, afecto y cuidados. Estando ya en libertad, el apoyo de la familia debe continuar, ayudándole a mejorar su autoestima, a reducir su depresión y dándole la motivación necesaria para salir adelante en un entorno que suele ser bastante complicado para quienes estuvieron tras las rejas. Sin este apoyo y el de la sociedad, los internos pasarán de la reclusión a la exclusión, algo que no ayuda a formar sino a deformar moralmente a estas personas.

El apoyo y la comprensión no deben disminuir cuando, ya en libertad, el exconvicto se enfrenta a una situación de desempleo debido a sus antecedentes penales. Si en una situación así se les deja de ayudar, lo más probable es que la persona reincida y esto lo haga volver a prisión, lo que complicará mucho más su situación, la de sus familiares y la de la sociedad.

Si se apoya al exrecluso, sin perder la esperanza de que, a pesar de los obstáculos, su rehabilitación será posible, se logrará que éste consiga, entre otras cosas, reintegración laboral que le proporcione estabilidad e independencia económica, una pareja sentimental con quien compartir su vida, dinero para satisfacer sus necesidades básicas, estudio para aspirar a empleos mejor remunerados.

La reincidencia delictiva es un tema que preocupa a la sociedad y a los gobiernos, por ello es importante hacer todo lo humanamente posible para evitar que quien salió de prisión vuelva a ella. Una reinserción social efectiva, en la que se involucre la familia, la sociedad y el gobierno, reducirá de manera significativa la probabilidad de que estas personas retomen el sendero de la delincuencia.

Concluyo mi columna señalando que las acciones de reinserción deben estar encaminadas a crear confianza en la persona que salió de la cárcel para recomenzar su vida. No se trata de crear una serie de obstáculos para dificultar la integración laboral de los exconvictos, quienes tienen derecho a una nueva oportunidad laboral, la cual es clave para su reinserción social.

Twitter: @armayacastro

El ingreso a prisión, que algunos estudiosos califican “como una experiencia de pérdida, peligro o desafío que crea confusión”, nunca ha sido una empresa fácil. Tampoco ha sido fácil salir de la cárcel, aunque haya quienes crean que ese día será el más feliz de su vida. Sostengo que es complicado porque, al salir de prisión, el exconvicto se enfrenta a una serie de dificultades en el intento de rehacer su vida.

Para salir adelante tras haber pasado un tiempo en prisión, vencer el miedo es importantísimo. Me refiero evidentemente al temor que genera el incorporarse a la vida laboral, sobre todo si estas personas son conscientes de la actitud de los empresarios que se han negado siempre a brindar oportunidades de trabajo a las personas que estuvieron presas.

El apoyo de los seres queridos es elemental para vencer este y otros temores. Sin este apoyo familiar y afectivo, la reinserción social del exconvicto se complica más de lo que de por sí ya es, esto debido a la incomprensión de la gente y por la ya mencionada falta de oportunidades, derivada de una indiferencia de tal magnitud que en algunos casos raya en la insensibilidad.

Si los familiares se involucran de lleno en la reinserción de quien salió libre, se favorecerá sin lugar a duda la no reincidencia del excarcelado y se le ayudará a afrontar una realidad social que suele ser dura y estar llena de dificultades. Este apoyo no puede faltar y debe darse desde que la persona es privada de su libertad hasta que retorna libre al hogar del que se separó por delinquir.

En el centro penitenciario, el apoyo familiar debe darse a través de las frecuentes visitas al familiar en prisión, las cuales constituyen uno de los principales vínculos entre el prisionero y sus seres queridos, llevándole no sólo alimentación distinta a la que se ofrece en el centro penitenciario, sino también atención, afecto y cuidados. Estando ya en libertad, el apoyo de la familia debe continuar, ayudándole a mejorar su autoestima, a reducir su depresión y dándole la motivación necesaria para salir adelante en un entorno que suele ser bastante complicado para quienes estuvieron tras las rejas. Sin este apoyo y el de la sociedad, los internos pasarán de la reclusión a la exclusión, algo que no ayuda a formar sino a deformar moralmente a estas personas.

El apoyo y la comprensión no deben disminuir cuando, ya en libertad, el exconvicto se enfrenta a una situación de desempleo debido a sus antecedentes penales. Si en una situación así se les deja de ayudar, lo más probable es que la persona reincida y esto lo haga volver a prisión, lo que complicará mucho más su situación, la de sus familiares y la de la sociedad.

Si se apoya al exrecluso, sin perder la esperanza de que, a pesar de los obstáculos, su rehabilitación será posible, se logrará que éste consiga, entre otras cosas, reintegración laboral que le proporcione estabilidad e independencia económica, una pareja sentimental con quien compartir su vida, dinero para satisfacer sus necesidades básicas, estudio para aspirar a empleos mejor remunerados.

La reincidencia delictiva es un tema que preocupa a la sociedad y a los gobiernos, por ello es importante hacer todo lo humanamente posible para evitar que quien salió de prisión vuelva a ella. Una reinserción social efectiva, en la que se involucre la familia, la sociedad y el gobierno, reducirá de manera significativa la probabilidad de que estas personas retomen el sendero de la delincuencia.

Concluyo mi columna señalando que las acciones de reinserción deben estar encaminadas a crear confianza en la persona que salió de la cárcel para recomenzar su vida. No se trata de crear una serie de obstáculos para dificultar la integración laboral de los exconvictos, quienes tienen derecho a una nueva oportunidad laboral, la cual es clave para su reinserción social.

Twitter: @armayacastro