/ domingo 11 de noviembre de 2018

Involución: la transformación del mono en conductor

Hace poco hice mención de la incapacidad del estado para contener la irresponsabilidad de algunos conductores que suelen tomar las arterias del Área Metropolitana de Guadalajara cual si fueran verdaderas pistas para carreras de alta velocidad.

Y siempre he creído que el más vulnerable es sin duda el peatón, pero me faltó señalar los resultados nefastos, cuando el conductor irresponsable se presenta como el que padecí apenas la mañana de ayer cuando regresaba de la alberca Scotiabank, en el Parque Metropolitano, y un conductor de un minicooper a una velocidad de más de 100 kilómetros por hora sobre la avenida Rafael Sanzio tenía la señal de alto del semáforo y simplemente nunca mostró el mínimo intento de pararse por lo que hice alto total a pesar de tener a mi favor la luz verde, por lo que otro auto junto a mí arrancó hacia la dirección oriente hacia avenida Patria y el raudo minicooper estuvo a punto de estrellar de costado a la conductora respetuosa de las reglas de tránsito, pero evidentemente inexperta ante la realidad concreta en la tierra de nadie en la que se han convertido algunas arterias colectoras de conductores provenientes, probablemente, de la famosa postparty en estas horas de la mañana (6:00 horas), en que los eventos trágicos documentados le han arrancado la vida a más de una persona sin la mínima posibilidad de darse cuenta ante la inconciencia y conducta transgresora de algunos. Más significativo fue para mí por la actitud tomada por el transgresor, el cual molesto con la conductora referida por atravesarse en su camino, le hizo sonar el claxon importándole un comino la hora de esa mañana en el Fraccionamiento La Estancia.

Esa experiencia me hizo recordar la multisonada muerte de un adolescente, hace pocos años, ante la embestida de otro joven conductor en la avenida Vallarta y Enrique Díaz de León cuyo responsable resultó ser hijo de un alto funcionario del Gobierno del estado, ¿Lo recuerdan?, tal vez sí, pero lo que no recordamos son las consecuencias ante esa impunidad lacerante, no sólo del conductor, sino del Estado en su conjunto que aún no ha sabido contener esta involución del conductor de un automóvil ampliamente estudiada y documentada en términos psicosociales cuando el más modesto automovilista, alcoholizado o no, recibe una carga de insalubridad mental capaz de cometer un acto de irresponsabilidad con resultados trágicos y, no obstante, el Día Mundial Sin Auto celebrado en esta AMG, seguramente pasó desapercibido sólo para el Estado y sus instituciones cuya obligación es socializarlo, fomentarlo e impulsar una nueva cultura ciudadana, para hacer visible al peatón y el hecho probado del espacio y tiempo significativo de mas de 16 metros cuadrados ocupados por una sola persona en una vialidad a bordo de un auto. Y a pesar de ello nos sigue causando escozor interpretar el automóvil como un instrumento de clase social por encima de la mayoría usuaria del transporte colectivo, las banquetas, los pasos peatonales, los parques y, cada vez más, los usuarios de bicicletas y motocicletas como transporte alternativo. Esperemos que siempre bajo la vigilancia de un Estado regulador y en colaboración ciudadana para proscribir esa involución documentada de algunos conductores transformados en verdaderos energúmenos.


Académico del CUAAD, UdeG

carlosm_orozco@hotmail.com


Hace poco hice mención de la incapacidad del estado para contener la irresponsabilidad de algunos conductores que suelen tomar las arterias del Área Metropolitana de Guadalajara cual si fueran verdaderas pistas para carreras de alta velocidad.

Y siempre he creído que el más vulnerable es sin duda el peatón, pero me faltó señalar los resultados nefastos, cuando el conductor irresponsable se presenta como el que padecí apenas la mañana de ayer cuando regresaba de la alberca Scotiabank, en el Parque Metropolitano, y un conductor de un minicooper a una velocidad de más de 100 kilómetros por hora sobre la avenida Rafael Sanzio tenía la señal de alto del semáforo y simplemente nunca mostró el mínimo intento de pararse por lo que hice alto total a pesar de tener a mi favor la luz verde, por lo que otro auto junto a mí arrancó hacia la dirección oriente hacia avenida Patria y el raudo minicooper estuvo a punto de estrellar de costado a la conductora respetuosa de las reglas de tránsito, pero evidentemente inexperta ante la realidad concreta en la tierra de nadie en la que se han convertido algunas arterias colectoras de conductores provenientes, probablemente, de la famosa postparty en estas horas de la mañana (6:00 horas), en que los eventos trágicos documentados le han arrancado la vida a más de una persona sin la mínima posibilidad de darse cuenta ante la inconciencia y conducta transgresora de algunos. Más significativo fue para mí por la actitud tomada por el transgresor, el cual molesto con la conductora referida por atravesarse en su camino, le hizo sonar el claxon importándole un comino la hora de esa mañana en el Fraccionamiento La Estancia.

Esa experiencia me hizo recordar la multisonada muerte de un adolescente, hace pocos años, ante la embestida de otro joven conductor en la avenida Vallarta y Enrique Díaz de León cuyo responsable resultó ser hijo de un alto funcionario del Gobierno del estado, ¿Lo recuerdan?, tal vez sí, pero lo que no recordamos son las consecuencias ante esa impunidad lacerante, no sólo del conductor, sino del Estado en su conjunto que aún no ha sabido contener esta involución del conductor de un automóvil ampliamente estudiada y documentada en términos psicosociales cuando el más modesto automovilista, alcoholizado o no, recibe una carga de insalubridad mental capaz de cometer un acto de irresponsabilidad con resultados trágicos y, no obstante, el Día Mundial Sin Auto celebrado en esta AMG, seguramente pasó desapercibido sólo para el Estado y sus instituciones cuya obligación es socializarlo, fomentarlo e impulsar una nueva cultura ciudadana, para hacer visible al peatón y el hecho probado del espacio y tiempo significativo de mas de 16 metros cuadrados ocupados por una sola persona en una vialidad a bordo de un auto. Y a pesar de ello nos sigue causando escozor interpretar el automóvil como un instrumento de clase social por encima de la mayoría usuaria del transporte colectivo, las banquetas, los pasos peatonales, los parques y, cada vez más, los usuarios de bicicletas y motocicletas como transporte alternativo. Esperemos que siempre bajo la vigilancia de un Estado regulador y en colaboración ciudadana para proscribir esa involución documentada de algunos conductores transformados en verdaderos energúmenos.


Académico del CUAAD, UdeG

carlosm_orozco@hotmail.com