/ jueves 20 de agosto de 2020

Hacia una ciudad incluyente

De acuerdo a la opinión de muchos ciudadanos y al numeroso reporte de quejas por la imposibilidad de abordar el transporte público con la seguridad de las personas con algún tipo de discapacidad, subyace la pretención de las normas y legislación vigente acerca de la obligatoriedad de los gobiernos para supervisar la adaptación y vigilar el cumplimiento de esa normatividad que incluye poder sancionar a aquellos que omiten la supervisión de las necesarias instalaciones y adaptaciones para personas en sillas de ruedas, ciegos, sordos, con distrofia muscular o con algún tipo de afectación mental.

La norma general aplicable, al respecto, es la Ley General para la Inclusión de las Personas con Discapacidad, la cual a la letra dice: “Artículo 19. La Secretaría de Comunicaciones y Transportes promoverá el derecho de las personas con discapacidad, sin discriminación de ningún tipo, al acceso al transporte, los sistemas y las tecnologías de la información y las comunicaciones, particularmente aquellas que contribuyan a su independencia y desarrollo integral, …”, convertida ésta en letra muerta si consideramos el porcentaje mínimo de autobuses del servicio público urbano con una adaptación para que personas en sillas de ruedas o adultos mayores puedan abordar con seguridad a una unidad.

De hecho, en un área metropolitana tan importante como Guadalajara resulta inaudito encontrar un cruce vial para peatón que cuente con algún tipo de sonido intermitente para ciegos o incluso con las necesarias rampas en cada esquina que no sea fuera del centro histórico o de su primer cuadro de la ciudad. Es decir, de la falta de conectividad urbana y la inexistencia de banquetas en el 60% de las áreas vecinales, mejor ni hablar.

Probablemente lo más patético resulte comparar nuestro habitual transporte público colectivo con el de cualquier ciudad desarrollada, como Berlín, Montreal o Madrid en donde el autobus o el metro tienen adaptaciones para que el pasajero pueda trasladarse con una bicicleta a bordo o la persona con alguna discapacidad, tenga las facilidades y la seguridad de abordar a través de una rampa o el sistema de elevación necesario. Incluso la constante información fonética y señalética está prevista para la inclusión de invidentes, silentes e incluso analfabetos.

Si a lo anterior sumamos la carencia de puentes peatonales y otras señales preventivas para la segura movilidad peatonal, como semáforos preventivos, cebras de cruce peatonal, etc., nos encontraremos, con plena conciencia, en una ciudad como Guadalajara, con múltiples factores pendientes de solucionar o adaptar para llegar a considerarla una Ciudad crecientemente Incluyente.

* Académico del CUAAD de la Universidad de Guadalajara

carlosm_orozco@hotmail.com

De acuerdo a la opinión de muchos ciudadanos y al numeroso reporte de quejas por la imposibilidad de abordar el transporte público con la seguridad de las personas con algún tipo de discapacidad, subyace la pretención de las normas y legislación vigente acerca de la obligatoriedad de los gobiernos para supervisar la adaptación y vigilar el cumplimiento de esa normatividad que incluye poder sancionar a aquellos que omiten la supervisión de las necesarias instalaciones y adaptaciones para personas en sillas de ruedas, ciegos, sordos, con distrofia muscular o con algún tipo de afectación mental.

La norma general aplicable, al respecto, es la Ley General para la Inclusión de las Personas con Discapacidad, la cual a la letra dice: “Artículo 19. La Secretaría de Comunicaciones y Transportes promoverá el derecho de las personas con discapacidad, sin discriminación de ningún tipo, al acceso al transporte, los sistemas y las tecnologías de la información y las comunicaciones, particularmente aquellas que contribuyan a su independencia y desarrollo integral, …”, convertida ésta en letra muerta si consideramos el porcentaje mínimo de autobuses del servicio público urbano con una adaptación para que personas en sillas de ruedas o adultos mayores puedan abordar con seguridad a una unidad.

De hecho, en un área metropolitana tan importante como Guadalajara resulta inaudito encontrar un cruce vial para peatón que cuente con algún tipo de sonido intermitente para ciegos o incluso con las necesarias rampas en cada esquina que no sea fuera del centro histórico o de su primer cuadro de la ciudad. Es decir, de la falta de conectividad urbana y la inexistencia de banquetas en el 60% de las áreas vecinales, mejor ni hablar.

Probablemente lo más patético resulte comparar nuestro habitual transporte público colectivo con el de cualquier ciudad desarrollada, como Berlín, Montreal o Madrid en donde el autobus o el metro tienen adaptaciones para que el pasajero pueda trasladarse con una bicicleta a bordo o la persona con alguna discapacidad, tenga las facilidades y la seguridad de abordar a través de una rampa o el sistema de elevación necesario. Incluso la constante información fonética y señalética está prevista para la inclusión de invidentes, silentes e incluso analfabetos.

Si a lo anterior sumamos la carencia de puentes peatonales y otras señales preventivas para la segura movilidad peatonal, como semáforos preventivos, cebras de cruce peatonal, etc., nos encontraremos, con plena conciencia, en una ciudad como Guadalajara, con múltiples factores pendientes de solucionar o adaptar para llegar a considerarla una Ciudad crecientemente Incluyente.

* Académico del CUAAD de la Universidad de Guadalajara

carlosm_orozco@hotmail.com