/ lunes 12 de octubre de 2020

Gritar corrupción sin pruebas también es corrupción

Ser mexicano completo, íntegro, en toda la extensión de la palabra, es una gran responsabilidad que solo las nuevas generaciones podrán calificar, por supuesto que no ahorita, ello será al paso del tiempo y con la serenidad e imparcialidad que solo da la distancia del curso de los años.

Ser mexicano no es gritar ¡viva México! El quince de septiembre, vibrar con los acordes del himno nacional, llorar de emoción cuando desde el extranjero escuchas la palabra México, cuando por cualquier medio vemos imágenes de nuestra Patria, cuando escuchamos las notas de canciones como Guadalajara, la canción mixteca, el jarabe tapatío, el sinaloense, o cualquier canción de nuestra patria chica que nos evoca una etapa de nuestras vidas o algún momento que nos ha dejado marcado un recuerdo, un momento de nostalgia o felicidad con las personas que amamos o nos han amado.

Más allá de eso, ser mexicanos es hacer algo al menos una vez en nuestras vidas por nuestra Patria, por satisfacción propia del deber cumplido o por amor a México, a los hijos y los nietos y con ellos a este país.

Al final del sexenio pasado a consecuencia de los escándalos de corrupción, bien aprovechados por la oposición se incendió al coraje y la impotencia de los mexicanos, ello detonó las ganas de votar en contra de la corrupción, tema aprovechado por el candidato que al final ganó. Los mexicanos que votaron a favor de ese candidato asumieron que de ese modo habían cumplido con su deber patriota y, de cierto modo lo hicieron, fue el voto del odio, pero ahí no terminó, la democracia es representativa y además participativa, lo que significa que el pueblo otorga representación para ciertos asuntos, pero también debe participar para corregir, no es un cheque en blanco que los mandatarios usan a su antojo y a veces a su capricho u ocurrencia, de ninguna manera. El pueblo tiene establecidos canales de control y vigilancia, no puede suponerse que por el simple hecho de que un gobernante se diga honesto, lo es. Para eso hay instituciones como la Auditoria Superior de la Federación, a cuyo cargo está revisar que el gasto público se haya hecho siempre apegado a derecho, es ella y nadie más, es quien dictamina si un gobierno ha sido corrupto y no el propio gobierno cuando se erige como paradigma de honestidad, solo porque él mismo gobierno se autocalifica así. Tampoco le corresponde a un ejecutivo acusar de corrupto a un gobernante o un funcionario, no es por corazonadas ni ocurrencias como se gobierna, hay que hacer arqueos, auditorias contables, de recursos materiales, financieros y hasta de recursos humanos, para determinar si una gestión es corrupta o no lo es, para actuar en consecuencia.

El gobierno de la 4T ha hecho de la corrupción la columna vertebral de su discurso, el convincente tema recurrente, pero sin pruebas, sin dictámenes, sin resultados de auditorías y lo peor, sin presuntos responsables, así se canceló el aeropuerto de Texcoco y a la fecha de los corruptos de los que se habló, nada. Ese discurso cae por su propio peso, si no hay pruebas ni indiciados, entonces son calumnias, caprichos, ocurrencias, berrinches, inventos perversos, para arrogarse facultades extraconstitucionales, y eso sí es corrupción que puede documentarse.

sadot16@hotmail.com

Ser mexicano completo, íntegro, en toda la extensión de la palabra, es una gran responsabilidad que solo las nuevas generaciones podrán calificar, por supuesto que no ahorita, ello será al paso del tiempo y con la serenidad e imparcialidad que solo da la distancia del curso de los años.

Ser mexicano no es gritar ¡viva México! El quince de septiembre, vibrar con los acordes del himno nacional, llorar de emoción cuando desde el extranjero escuchas la palabra México, cuando por cualquier medio vemos imágenes de nuestra Patria, cuando escuchamos las notas de canciones como Guadalajara, la canción mixteca, el jarabe tapatío, el sinaloense, o cualquier canción de nuestra patria chica que nos evoca una etapa de nuestras vidas o algún momento que nos ha dejado marcado un recuerdo, un momento de nostalgia o felicidad con las personas que amamos o nos han amado.

Más allá de eso, ser mexicanos es hacer algo al menos una vez en nuestras vidas por nuestra Patria, por satisfacción propia del deber cumplido o por amor a México, a los hijos y los nietos y con ellos a este país.

Al final del sexenio pasado a consecuencia de los escándalos de corrupción, bien aprovechados por la oposición se incendió al coraje y la impotencia de los mexicanos, ello detonó las ganas de votar en contra de la corrupción, tema aprovechado por el candidato que al final ganó. Los mexicanos que votaron a favor de ese candidato asumieron que de ese modo habían cumplido con su deber patriota y, de cierto modo lo hicieron, fue el voto del odio, pero ahí no terminó, la democracia es representativa y además participativa, lo que significa que el pueblo otorga representación para ciertos asuntos, pero también debe participar para corregir, no es un cheque en blanco que los mandatarios usan a su antojo y a veces a su capricho u ocurrencia, de ninguna manera. El pueblo tiene establecidos canales de control y vigilancia, no puede suponerse que por el simple hecho de que un gobernante se diga honesto, lo es. Para eso hay instituciones como la Auditoria Superior de la Federación, a cuyo cargo está revisar que el gasto público se haya hecho siempre apegado a derecho, es ella y nadie más, es quien dictamina si un gobierno ha sido corrupto y no el propio gobierno cuando se erige como paradigma de honestidad, solo porque él mismo gobierno se autocalifica así. Tampoco le corresponde a un ejecutivo acusar de corrupto a un gobernante o un funcionario, no es por corazonadas ni ocurrencias como se gobierna, hay que hacer arqueos, auditorias contables, de recursos materiales, financieros y hasta de recursos humanos, para determinar si una gestión es corrupta o no lo es, para actuar en consecuencia.

El gobierno de la 4T ha hecho de la corrupción la columna vertebral de su discurso, el convincente tema recurrente, pero sin pruebas, sin dictámenes, sin resultados de auditorías y lo peor, sin presuntos responsables, así se canceló el aeropuerto de Texcoco y a la fecha de los corruptos de los que se habló, nada. Ese discurso cae por su propio peso, si no hay pruebas ni indiciados, entonces son calumnias, caprichos, ocurrencias, berrinches, inventos perversos, para arrogarse facultades extraconstitucionales, y eso sí es corrupción que puede documentarse.

sadot16@hotmail.com