/ viernes 8 de julio de 2022

¿Gobernar o predicar?

Jorge Chaires Zaragoza*

El presidente López Obrador ha defendido insistentemente que su estrategia contra la delincuencia no se combate con violencia: “No se puede enfrentar la violencia con la violencia”. “No se puede apagar el fuego con el fuego. No se puede enfrentar el mal con el mal”.

En días pasados arremetió contra los sacerdotes y obispos que criticaron su política de abrazos, no balazos, señalando que ellos no pueden decir que la violencia se debe responder con violencia, ya que eso, dijo, es “anticristiano y antireligioso”. Precisó que responder la violencia con la violencia era la Ley del Talión: ojo por ojo, diente por diente.

Incluso, sugirió que el mismo Papa Francisco I apoyaba su estrategia, al decir que la violencia no resolvía los problemas, sino que solo aumentaba los sufrimientos innecesarios. ¿Qué otra cosa podía decir el Papa? El problema es que López Obrador no está predicando, sino que está gobernado. Alguien le tiene que decir que no es sacerdote o pastor de ninguna iglesia, que hay una gran diferencia entre la misión pastoral y la encargo de gobernar. Mientras que unos tienen la misión de difundir la palabra de Dios en la tierra, otros tienen la responsabilidad de hacer cumplir la ley de los hombres. No es lo mismo predicar la paz como esencia de la doctrina religiosa, que el deber de hacer valer la ley, incluso con el uso de la fuerza.

La principal razón de la existencia del Estado es la defensa a sus habitantes. Para ello los ciudadanos le concedemos el derecho de utilizar la fuerza pública para hacer cumplir las leyes que dictan nuestros representantes. El poder ejecutivo debe ejecutar dichas leyes, por lo que tiene no solo la legalidad sino la legitimidad necesaria y suficiente para el uso de la fuerza pública.

Uno de los principios de un Estado de Derecho es el principio de legalidad, que significa, que los servidores púbicos están obligados a hacer lo que la ley les dicte; ni más ni menos. Ello significa que, si una persona trafica con drogas, el gobierno está obligado a cumplir con la ley, de detenerlo y enjuiciarlo, no es una potestad o privilegio de hacer o no hacer.

No se eligió a López Obrador como presidente de los mexicanos para que predicara la paz, para ello están las diferentes iglesias que predican la paz entre los hombres de acuerdo con sus doctrinas, sino para aplicar la ley.

Integrante del Observatorio sobre Seguridad y Justicia del CUCSH y miembro del Sistema Nacional de Investigadores*

Jorge Chaires Zaragoza*

El presidente López Obrador ha defendido insistentemente que su estrategia contra la delincuencia no se combate con violencia: “No se puede enfrentar la violencia con la violencia”. “No se puede apagar el fuego con el fuego. No se puede enfrentar el mal con el mal”.

En días pasados arremetió contra los sacerdotes y obispos que criticaron su política de abrazos, no balazos, señalando que ellos no pueden decir que la violencia se debe responder con violencia, ya que eso, dijo, es “anticristiano y antireligioso”. Precisó que responder la violencia con la violencia era la Ley del Talión: ojo por ojo, diente por diente.

Incluso, sugirió que el mismo Papa Francisco I apoyaba su estrategia, al decir que la violencia no resolvía los problemas, sino que solo aumentaba los sufrimientos innecesarios. ¿Qué otra cosa podía decir el Papa? El problema es que López Obrador no está predicando, sino que está gobernado. Alguien le tiene que decir que no es sacerdote o pastor de ninguna iglesia, que hay una gran diferencia entre la misión pastoral y la encargo de gobernar. Mientras que unos tienen la misión de difundir la palabra de Dios en la tierra, otros tienen la responsabilidad de hacer cumplir la ley de los hombres. No es lo mismo predicar la paz como esencia de la doctrina religiosa, que el deber de hacer valer la ley, incluso con el uso de la fuerza.

La principal razón de la existencia del Estado es la defensa a sus habitantes. Para ello los ciudadanos le concedemos el derecho de utilizar la fuerza pública para hacer cumplir las leyes que dictan nuestros representantes. El poder ejecutivo debe ejecutar dichas leyes, por lo que tiene no solo la legalidad sino la legitimidad necesaria y suficiente para el uso de la fuerza pública.

Uno de los principios de un Estado de Derecho es el principio de legalidad, que significa, que los servidores púbicos están obligados a hacer lo que la ley les dicte; ni más ni menos. Ello significa que, si una persona trafica con drogas, el gobierno está obligado a cumplir con la ley, de detenerlo y enjuiciarlo, no es una potestad o privilegio de hacer o no hacer.

No se eligió a López Obrador como presidente de los mexicanos para que predicara la paz, para ello están las diferentes iglesias que predican la paz entre los hombres de acuerdo con sus doctrinas, sino para aplicar la ley.

Integrante del Observatorio sobre Seguridad y Justicia del CUCSH y miembro del Sistema Nacional de Investigadores*