/ martes 2 de abril de 2019

¿Evangelización o imposición?

Llegaron a México de manera arbitraria, a filo de espada, avasallando con violencia inédita todo lo que encontraban a su paso; se apropiaron de riquezas que tenían dueño, y que a ellos no les pertenecían.

Diversos historiadores nos han dicho qué tipo de métodos utilizaron los españoles al llevar a cabo el sometimiento de las tribus establecidas en el Anáhuac, nombre que significa “junto al agua”, y que la civilización mexica dio a la meseta donde florecieron los aztecas, refiere Pablo Deiros en su libro Historia del cristianismo en América Latina.

Esta meseta fue ocupada antes por “otomíes, zapotecas y mixtecas, tribus sedentarias, que cultivaron la tierra y levantaron ciudades”, nos dice el autor antes mencionado, quien añade que, posteriormente, “llegaron los toltecas, que se establecieron en el valle de Teotihuacán, Tollán o Tula y Cholula. Más tarde, llegaron los mayas, quienes recibieron la influencia cultural tolteca durante su estada (sic) en el territorio…”.

El 8 de noviembre de 1519, hace 500 años, Hernán Cortés llegó a la capital del imperio Azteca y, al ver la grandeza de la ciudad fundada en 1325, “enmudeció de asombro ante la magnificencia de Tenochtitlán, que compendiaba el esplendor de todas las ciudades y capitales que conocía”, se asienta en la obra El Centro Histórico: cuatro recorridos para forasteros.

Análisis:

A pesar de su admiración, Cortés y los expedicionarios a su mando terminaron destruyendo la ciudad de Tenochtitlan, un acontecimiento que un escritor hispano de aquellos tiempos relató en los siguientes términos:

"Hernán Cortés, viendo a los aztecas decididos a defender la ciudad hasta morir, decidió destruir Tenochtitlan. Derribó torres y quemó ídolos; quemó las casas y mató gran cantidad de hombres. Jamás los aztecas pensaron que podía existir fuerza humana que destruyera su imperio. Ni menos que un pequeño grupo de españoles bastara para entrar y quemar Tenochtitlan".

Caía así el gigantesco imperio azteca, y sobre los cimientos de la ciudad que fue destruida por intereses económicos y religiosos, se fundó la Nueva España, nombre que Cortés y los conquistadores le dieron a la actual Ciudad de México, y capital de la República Mexicana.

Explicaré por qué razón considero que en la destrucción de aquella gran ciudad intervinieron razones económicas y religiosas. La sanguinaria conquista buscaba imponer el catolicismo a como diera lugar, con el propósito de cumplir el deseo del papa de aquellos tiempos. Las riquezas serían para la corona española, las almas para el Papa.

Justifica los inhumanos métodos empleados en la Conquista el escritor cristero Miguel Palomar y Vizcarra, quien afirma, sin fundamento histórico alguno, que cuando se descubrió el Nuevo Mundo, las tribus que lo habitaban carecían de una verdadera civilización y que vivían en la barbarie. El asombro de Cortés al ver la ciudad de Tenochtitlan, así como la crónica del clérigo e historiador Bernal Díaz del Castillo, contradicen las afirmaciones del abogado que fundó el Partido Católico Nacional de México, en mayo de 1911.

Aquí el relato que Díaz del Castillo nos regala en su libro Historia de la Conquista de Nueva España, el cual desmiente la afirmación en el sentido de que el pueblo azteca era incivilizado:

“Y de que vimos cosas tan admirables no sabíamos qué decir, o si era verdad lo que por delante parecía, que por parte en tierra había grandes ciudades, y en la laguna otras muchas, y veíamoslo todo lleno de canoas, y en la calzada muchos puentes de trecho a trecho, y por delante estaba la gran ciudad de México”.

Sigue leyendo:

La crónica de Díaz del Castillo describe el progreso de los nativos, el cual asombró completamente a los invasores hispanos.

Sin embargo, nadie puede negar que aquellas tribus practicaban ceremonias religiosas en las que se realizaban sacrificios humanos. Pero si aquellas indebidas prácticas religiosas condenaban a los nativos a un trato despiadado e inhumano como el que recibieron de los conquistadores hispanos, ¿se ha preguntado usted qué trato merecían los “civilizados” autores de las cruzadas y de la inquisición, cuyos sacrificios humanos superaban por mucho a los de los aztecas?

Pero ¿sabe usted por qué aquellos advenedizos llegaron sintiéndose dueños de México, de su gente y de su enorme riqueza? La respuesta es simple: se sentían así porque el Papa, a través de un decreto pontificio, les había dado ese “derecho”.

Me refiero a las Donaciones Apostólicas del 3 y 4 de mayo de 1493, en las que el papa Rodrigo Borgia confirió a España los campos de América como desempeño de una empresa “cristiana”, orientada a la “evangelización” del continente recién descubierto.

La pregunta que siempre me he hecho es esta: ¿Qué facultad tenía el supuesto Vicario de Cristo para conferir estas tierras a los príncipes hispanos? Ninguna. Sin embargo, el Papa no sólo resolvió de quién serían las tierras descubiertas, sino también la religión que se impondría a los conquistados con métodos que de cristianos no tenían absolutamente nada. ¿Usted qué opina?

Llegaron a México de manera arbitraria, a filo de espada, avasallando con violencia inédita todo lo que encontraban a su paso; se apropiaron de riquezas que tenían dueño, y que a ellos no les pertenecían.

Diversos historiadores nos han dicho qué tipo de métodos utilizaron los españoles al llevar a cabo el sometimiento de las tribus establecidas en el Anáhuac, nombre que significa “junto al agua”, y que la civilización mexica dio a la meseta donde florecieron los aztecas, refiere Pablo Deiros en su libro Historia del cristianismo en América Latina.

Esta meseta fue ocupada antes por “otomíes, zapotecas y mixtecas, tribus sedentarias, que cultivaron la tierra y levantaron ciudades”, nos dice el autor antes mencionado, quien añade que, posteriormente, “llegaron los toltecas, que se establecieron en el valle de Teotihuacán, Tollán o Tula y Cholula. Más tarde, llegaron los mayas, quienes recibieron la influencia cultural tolteca durante su estada (sic) en el territorio…”.

El 8 de noviembre de 1519, hace 500 años, Hernán Cortés llegó a la capital del imperio Azteca y, al ver la grandeza de la ciudad fundada en 1325, “enmudeció de asombro ante la magnificencia de Tenochtitlán, que compendiaba el esplendor de todas las ciudades y capitales que conocía”, se asienta en la obra El Centro Histórico: cuatro recorridos para forasteros.

Análisis:

A pesar de su admiración, Cortés y los expedicionarios a su mando terminaron destruyendo la ciudad de Tenochtitlan, un acontecimiento que un escritor hispano de aquellos tiempos relató en los siguientes términos:

"Hernán Cortés, viendo a los aztecas decididos a defender la ciudad hasta morir, decidió destruir Tenochtitlan. Derribó torres y quemó ídolos; quemó las casas y mató gran cantidad de hombres. Jamás los aztecas pensaron que podía existir fuerza humana que destruyera su imperio. Ni menos que un pequeño grupo de españoles bastara para entrar y quemar Tenochtitlan".

Caía así el gigantesco imperio azteca, y sobre los cimientos de la ciudad que fue destruida por intereses económicos y religiosos, se fundó la Nueva España, nombre que Cortés y los conquistadores le dieron a la actual Ciudad de México, y capital de la República Mexicana.

Explicaré por qué razón considero que en la destrucción de aquella gran ciudad intervinieron razones económicas y religiosas. La sanguinaria conquista buscaba imponer el catolicismo a como diera lugar, con el propósito de cumplir el deseo del papa de aquellos tiempos. Las riquezas serían para la corona española, las almas para el Papa.

Justifica los inhumanos métodos empleados en la Conquista el escritor cristero Miguel Palomar y Vizcarra, quien afirma, sin fundamento histórico alguno, que cuando se descubrió el Nuevo Mundo, las tribus que lo habitaban carecían de una verdadera civilización y que vivían en la barbarie. El asombro de Cortés al ver la ciudad de Tenochtitlan, así como la crónica del clérigo e historiador Bernal Díaz del Castillo, contradicen las afirmaciones del abogado que fundó el Partido Católico Nacional de México, en mayo de 1911.

Aquí el relato que Díaz del Castillo nos regala en su libro Historia de la Conquista de Nueva España, el cual desmiente la afirmación en el sentido de que el pueblo azteca era incivilizado:

“Y de que vimos cosas tan admirables no sabíamos qué decir, o si era verdad lo que por delante parecía, que por parte en tierra había grandes ciudades, y en la laguna otras muchas, y veíamoslo todo lleno de canoas, y en la calzada muchos puentes de trecho a trecho, y por delante estaba la gran ciudad de México”.

Sigue leyendo:

La crónica de Díaz del Castillo describe el progreso de los nativos, el cual asombró completamente a los invasores hispanos.

Sin embargo, nadie puede negar que aquellas tribus practicaban ceremonias religiosas en las que se realizaban sacrificios humanos. Pero si aquellas indebidas prácticas religiosas condenaban a los nativos a un trato despiadado e inhumano como el que recibieron de los conquistadores hispanos, ¿se ha preguntado usted qué trato merecían los “civilizados” autores de las cruzadas y de la inquisición, cuyos sacrificios humanos superaban por mucho a los de los aztecas?

Pero ¿sabe usted por qué aquellos advenedizos llegaron sintiéndose dueños de México, de su gente y de su enorme riqueza? La respuesta es simple: se sentían así porque el Papa, a través de un decreto pontificio, les había dado ese “derecho”.

Me refiero a las Donaciones Apostólicas del 3 y 4 de mayo de 1493, en las que el papa Rodrigo Borgia confirió a España los campos de América como desempeño de una empresa “cristiana”, orientada a la “evangelización” del continente recién descubierto.

La pregunta que siempre me he hecho es esta: ¿Qué facultad tenía el supuesto Vicario de Cristo para conferir estas tierras a los príncipes hispanos? Ninguna. Sin embargo, el Papa no sólo resolvió de quién serían las tierras descubiertas, sino también la religión que se impondría a los conquistados con métodos que de cristianos no tenían absolutamente nada. ¿Usted qué opina?