/ miércoles 12 de septiembre de 2018

“Este autobús escolar se detiene. Lo que sucede a continuación te sorprenderá”

Hace un par de días me encontré un video circulando por las redes que muestra un autobús escolar en Canadá. Quizás tú lo hayas visto también.

En el video se observa cómo el autobús se detiene para dejar bajar a los niños. Mientras los niños bajan, los coches alrededor del autobús se detienen en ambas direcciones, con el objeto no de no causar algún daño.

El video es interesante. Más interesantes aún son los comentarios bajo el video.

“Esto sí es primer mundo”. “Eso en México jamás pasaría”. “Por eso jamás seremos desarrollados”. El video pretende mostrar lo que es un hábito de primer mundo… y lo logra. No decenas, sino centenas de comentarios siguen el mismo derrotero. “México jamás será así”.

¿De verdad piensan eso los mexicanos? ¿O eso se dicen para justificar sus propios actos? ¿En serio se les hace imposible, impensable e inimaginable detener su auto para no atropellar a unos niños?

Literalmente los niños del autobús bajan en 30 segundos. Esto aparentemente es una hazaña insoportable para los mexicanos, quienes se ven a sí mismos como incapaces de posar su delicado pie tercermundista en el pedal del freno durante medio minuto.

Muchos videos hay como éste, todos con el mismo resultado ¿Unos japoneses recogiendo su basura? “jamás seremos así”. ¿Unos niños ayudando a una persona mayor a cruzar la calle? “eso es primer mundo”. ¿Unos holandeses haciendo fila? “Impresionante”. Y las excusas se siguen acumulando. Pero ni a excusas llegan. Los mexicanos ante un hábito social positivo somos –peor aún: decidimos ser- como los primates ante el monolito en 2001: Odisea del Espacio: simplemente no sabemos qué hacer o cómo reaccionar; como si la decencia fuera ajena a nuestro ADN primordial.

“¿¡Cómo lo hacen!?” se preguntan. Pues así, sin más: poniendo el pie sobre el pedal ¿qué hay de difícil en ello? De alguna manera este tipo de mexicanos piensan que “si todos lo hicieran”, ellos también lo harían; pero como “nadie lo hace” pues tampoco yo lo hago. Son los mismos que piensan que “alguien” debe hacer “algo” para resolver todos los problemas, incluidos los suyos propios.

Es este pensamiento del México jodido por destino un mal permanente; que consciente y voluntariamente cambia unos saqueadores por otros; que perpetua la violencia como estructura social aceptable; que sabe que vienen tormentas y nunca compra paraguas; que se burla de los limpios pero que nunca se baña; y que ni siquiera sueña con días mejores porque cree que no los merece.

Por eso hoy no hablaré de México, sino de ti. De tu destino. Tú puedes detenerte para que bajen los niños. Tú puedes dejar limpio tu lugar. Tú puedes ahorrar. Tú puedes bolearte los zapatos. Tú puedes ser el menso que sí sonríe. No hay magia ni dificultad. No te diré que con eso cambias el mundo entero (por lo menos no inmediatamente), ni que cesarán de existir gandallas y agachones. No te diré que no tendrás malos días. Pero sí te diré esto: todo va a cambiar para ti. Y para los tuyos. Y eso solo habrá valido la pena.

Hay olvidado en la prehistoria el cuento de un dinosaurio que, viendo que las tortugas hacían profundas guaridas en la tierra, quedó pasmado. - ¡Es imposible! Pensó. - La tortuga dijo: no lo es. Mira: pones una piedra… - ¡Pero es imposible! Insistió el dinosaurio. - La tortuga dijo: de verdad no lo es. Mira: rascas un poco… - ¡Pero es imposible! Grito el dinosaurio. ¡Un verdadero misterio! - La tortuga dejó de explicar. El dinosaurio se fue satisfecho, porque a fin de cuentas, era imposible. Ese fue el día en que llegó el meteorito. Y el dinosaurio pensó ¡cuán injusto es!

No hay nada que explicar. Quien quiere hacer las cosas, las hace. Quien no, las justifica. Los canadienses se detienen; los dinosaurios, no.

@franciscogpr

Hace un par de días me encontré un video circulando por las redes que muestra un autobús escolar en Canadá. Quizás tú lo hayas visto también.

En el video se observa cómo el autobús se detiene para dejar bajar a los niños. Mientras los niños bajan, los coches alrededor del autobús se detienen en ambas direcciones, con el objeto no de no causar algún daño.

El video es interesante. Más interesantes aún son los comentarios bajo el video.

“Esto sí es primer mundo”. “Eso en México jamás pasaría”. “Por eso jamás seremos desarrollados”. El video pretende mostrar lo que es un hábito de primer mundo… y lo logra. No decenas, sino centenas de comentarios siguen el mismo derrotero. “México jamás será así”.

¿De verdad piensan eso los mexicanos? ¿O eso se dicen para justificar sus propios actos? ¿En serio se les hace imposible, impensable e inimaginable detener su auto para no atropellar a unos niños?

Literalmente los niños del autobús bajan en 30 segundos. Esto aparentemente es una hazaña insoportable para los mexicanos, quienes se ven a sí mismos como incapaces de posar su delicado pie tercermundista en el pedal del freno durante medio minuto.

Muchos videos hay como éste, todos con el mismo resultado ¿Unos japoneses recogiendo su basura? “jamás seremos así”. ¿Unos niños ayudando a una persona mayor a cruzar la calle? “eso es primer mundo”. ¿Unos holandeses haciendo fila? “Impresionante”. Y las excusas se siguen acumulando. Pero ni a excusas llegan. Los mexicanos ante un hábito social positivo somos –peor aún: decidimos ser- como los primates ante el monolito en 2001: Odisea del Espacio: simplemente no sabemos qué hacer o cómo reaccionar; como si la decencia fuera ajena a nuestro ADN primordial.

“¿¡Cómo lo hacen!?” se preguntan. Pues así, sin más: poniendo el pie sobre el pedal ¿qué hay de difícil en ello? De alguna manera este tipo de mexicanos piensan que “si todos lo hicieran”, ellos también lo harían; pero como “nadie lo hace” pues tampoco yo lo hago. Son los mismos que piensan que “alguien” debe hacer “algo” para resolver todos los problemas, incluidos los suyos propios.

Es este pensamiento del México jodido por destino un mal permanente; que consciente y voluntariamente cambia unos saqueadores por otros; que perpetua la violencia como estructura social aceptable; que sabe que vienen tormentas y nunca compra paraguas; que se burla de los limpios pero que nunca se baña; y que ni siquiera sueña con días mejores porque cree que no los merece.

Por eso hoy no hablaré de México, sino de ti. De tu destino. Tú puedes detenerte para que bajen los niños. Tú puedes dejar limpio tu lugar. Tú puedes ahorrar. Tú puedes bolearte los zapatos. Tú puedes ser el menso que sí sonríe. No hay magia ni dificultad. No te diré que con eso cambias el mundo entero (por lo menos no inmediatamente), ni que cesarán de existir gandallas y agachones. No te diré que no tendrás malos días. Pero sí te diré esto: todo va a cambiar para ti. Y para los tuyos. Y eso solo habrá valido la pena.

Hay olvidado en la prehistoria el cuento de un dinosaurio que, viendo que las tortugas hacían profundas guaridas en la tierra, quedó pasmado. - ¡Es imposible! Pensó. - La tortuga dijo: no lo es. Mira: pones una piedra… - ¡Pero es imposible! Insistió el dinosaurio. - La tortuga dijo: de verdad no lo es. Mira: rascas un poco… - ¡Pero es imposible! Grito el dinosaurio. ¡Un verdadero misterio! - La tortuga dejó de explicar. El dinosaurio se fue satisfecho, porque a fin de cuentas, era imposible. Ese fue el día en que llegó el meteorito. Y el dinosaurio pensó ¡cuán injusto es!

No hay nada que explicar. Quien quiere hacer las cosas, las hace. Quien no, las justifica. Los canadienses se detienen; los dinosaurios, no.

@franciscogpr

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