Estancias infantiles insensibilidad y desamparo

“Educad al niño, para no castigar al hombre” es una frase atribuida a muchos, como sucede siempre, no importa el autor, su rostro, su nombre y su historia que se pierden en el oscuro túnel de los años, pero su enseñanza permanece, la frase la repetía con frecuencia mi madre por su formación profesional de maestra educadora.

La leí, en mis años infantiles, en la entrada de la escuela República de Cuba, en la calle de Cedro allá por los rumbos de la Colonia Santa María la Ribera, su sola mención me obligaba a la reflexión permanente, lo mismo cuando estudiaba leyes y buscaba el motivo de la delincuencia visitando los reclusorios, cuando el mayor índice de personas recluidas, tienen en común haber sido expulsados de las escuelas por mala conducta, lo que señaladamente es producto de la falta de respuesta del sistema educativo para identificar a los niños problema, corregirlos, orientarlos y encausarlos, en vez de expulsarlos.

La reciente reducción del presupuesto para estancias infantiles o guarderías apunta al abandono de un amplio sector de la población de madres solteras, o matrimonios de trabajadores, donde ambos salen a buscar el sustento y tienen la necesidad de recurrir a una guardería o estancia infantil, no necesariamente de paga o de pagos elevados, sino de acudir a instituciones de Gobierno, que no sean sólo lugares de estancia sino aún más, espacios de formación permanente.

Valdría la pena que alguien diga a los responsables de ese daño, causado por la reducción del presupuesto para guarderías, que estudien un poco o al menos vean en Internet la operación e instrumentación de la educación preescolar en Suecia.

Los niños aprenden a usar cubiertos, comer -sin coca-cola o alimentos chatarra- y a respetar y comprender la importancia del principio de autoridad, entre otras muchas cosas más. Las estancias infantiles o guarderías, junto con los jardines de niños -educación preescolar- cumplen también con el proceso de socialización del niño. Entre los tres y los seis años y después entre los seis y doce son las etapas determinantes en la formación de los pequeños, aprenden valores, que si provienen de familias desintegradas, los abuelos no pueden formar. Es una etapa fundamental en la inclusión de principios y costumbres, si realmente se quiere transformar al país, por ahí deben comenzar.

No es casualidad por ejemplo, que el presidente Lázaro Cárdenas dedicara esfuerzos a la educación, la creación de las escuelas para hijos de trabajadores, que eran internados para personas de pocos recursos, hijos de soldados, campesinos y obreros que instaladas en todo el país formaron a muchos jóvenes que de otro modo no habrían tenido ninguna oportunidad de estudio y menos de ascenso en la escala socioeconómica no sólo para mexicanos, también alcanzó para asilados españoles.

Cárdenas como muchos formadores de instituciones de educación pública no lo hicieron por preservar su nombre y apellido lo hicieron por México, y los presidentes que les sucedieron, aunque no se recuerden sus nombres continuaron su labor y contribuyeron a la preservación de esos proyectos, que aún persisten. Sólo aquellos que pretenden protagonizar ideas y cosechar aplausos y estatuas desconocen lo que existe y abandonan lo que otros crearon, pretenden construir lo que les brinde elogios a cualquier costo. Los únicos que pueden corregir la insensibilidad y apoyar a esos padres, son los gobernadores, que si lo señalan, lo hacen público, seguramente les será siempre reconocido por el esfuerzo económico.

Educadoras como Rosaura Zapata, Irene Robledo, María Figueroa Yáñez o Néstora Figueroa Yáñez habrían brincado de sus tumbas al ver la insensibilidad de gobernantes frente a temas tan delicados y frágiles como el cuidado de los niños.

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