/ sábado 15 de junio de 2019

Escudriñar en la memoria histórica

Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existirJosé Saramago, Cuadernos de Lanzarote



Dos pensadores franceses, uno sociólogo y otro historiador, nos han hablado de la importancia de la memoria histórica. La memoria histórica como concepto, en un país que atraviesa una crisis de violencia como México, es útil y necesaria por varias razones. Para ello, exploraremos el concepto brevemente y después veremos su aplicabilidad en la realidad mexicana.

Maurice Halbwachs, el sociólogo, creó el concepto de memoria colectiva para nombrar aquellas cosas que una comunidad busca recordar, preservar y mediante la misma comunidad, transmitir a la siguiente generación. Este concepto entró en diálogo –años después– con el del historiador Pierre Nora, quién nos habló de la importancia de que la memoria busque y tenga un lugar para poder encontrarse en un espacio físico y ser compartida, vista y discutida por la comunidad.

La memoria histórica es importante en los procesos de violencia porque recuerda a las víctimas que frecuentemente en estos conflictos no tienen nombre y que, entre las muchas muertes, rápidamente se pierden en los titulares de los noticieros o son incluso recordados solamente porque son usados como una herramienta política para propósitos de la disputa del poder. Esto es especialmente importante porque hace algunos días, un joven estudiante mexicano más fue asesinado a causa de la violencia en México. Su nombre es Norberto Ronquillo.

Lo que quedará de Norberto, si no hacemos memoria histórica, será lo que usualmente queda: algunas fotografías tomadas de redes sociales, las declaraciones que su familia, dolida por la pérdida, haya logrado dar y todo lo que los actores políticos han dicho para tratar de defender sus intereses políticos y partidistas. México está cansado de esto. La memoria de Norberto, como mínimo, deberá de contener lo siguiente:

Norberto fue un estudiante de 22 años que estaba en su octavo y último semestre de su carrera universitaria en mercadotecnia en una universidad de Ciudad de México. Su madre ha dicho de él que fue un joven "muy inteligente y maduro. Siempre nos sorprendes con tu madurez, estoy segura que Dios te tiene preparado algo maravilloso pues merecido lo tienes". Tenía una joven pareja, su novia Jennifer. Norberto no es un instrumento político ni una víctima más. Es un mexicano que pagó el precio más alto por la violencia y debe ser recordado como una persona, con el lado humano que tuvo y que perdió a manos de un asesinato.

La memoria de personas como él, debe de estar preservada en su lugar de origen y en la ciudad en donde aconteció su asesinato, en un memorial. La gente debe de saber que lo que le aconteció y hacer memoria histórica. Según Halbwachs y Nora y como nos lo han mostrado los procesos de paz en todo el mundo, no hay justicia sin acceso a la verdad, memoria y no-repetición. Por eso, preservemos la memoria de Norberto.

Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existirJosé Saramago, Cuadernos de Lanzarote



Dos pensadores franceses, uno sociólogo y otro historiador, nos han hablado de la importancia de la memoria histórica. La memoria histórica como concepto, en un país que atraviesa una crisis de violencia como México, es útil y necesaria por varias razones. Para ello, exploraremos el concepto brevemente y después veremos su aplicabilidad en la realidad mexicana.

Maurice Halbwachs, el sociólogo, creó el concepto de memoria colectiva para nombrar aquellas cosas que una comunidad busca recordar, preservar y mediante la misma comunidad, transmitir a la siguiente generación. Este concepto entró en diálogo –años después– con el del historiador Pierre Nora, quién nos habló de la importancia de que la memoria busque y tenga un lugar para poder encontrarse en un espacio físico y ser compartida, vista y discutida por la comunidad.

La memoria histórica es importante en los procesos de violencia porque recuerda a las víctimas que frecuentemente en estos conflictos no tienen nombre y que, entre las muchas muertes, rápidamente se pierden en los titulares de los noticieros o son incluso recordados solamente porque son usados como una herramienta política para propósitos de la disputa del poder. Esto es especialmente importante porque hace algunos días, un joven estudiante mexicano más fue asesinado a causa de la violencia en México. Su nombre es Norberto Ronquillo.

Lo que quedará de Norberto, si no hacemos memoria histórica, será lo que usualmente queda: algunas fotografías tomadas de redes sociales, las declaraciones que su familia, dolida por la pérdida, haya logrado dar y todo lo que los actores políticos han dicho para tratar de defender sus intereses políticos y partidistas. México está cansado de esto. La memoria de Norberto, como mínimo, deberá de contener lo siguiente:

Norberto fue un estudiante de 22 años que estaba en su octavo y último semestre de su carrera universitaria en mercadotecnia en una universidad de Ciudad de México. Su madre ha dicho de él que fue un joven "muy inteligente y maduro. Siempre nos sorprendes con tu madurez, estoy segura que Dios te tiene preparado algo maravilloso pues merecido lo tienes". Tenía una joven pareja, su novia Jennifer. Norberto no es un instrumento político ni una víctima más. Es un mexicano que pagó el precio más alto por la violencia y debe ser recordado como una persona, con el lado humano que tuvo y que perdió a manos de un asesinato.

La memoria de personas como él, debe de estar preservada en su lugar de origen y en la ciudad en donde aconteció su asesinato, en un memorial. La gente debe de saber que lo que le aconteció y hacer memoria histórica. Según Halbwachs y Nora y como nos lo han mostrado los procesos de paz en todo el mundo, no hay justicia sin acceso a la verdad, memoria y no-repetición. Por eso, preservemos la memoria de Norberto.