/ lunes 25 de octubre de 2021

Entre la conciencia y la inconsciencia

Diversos tratadistas sostienen que, el juez más riguroso en la sociedad es el que cada quien posee y en lo personal, no difiero del sentido de esa expresión, dado que este juez, no permite el consentimiento, ni el disenso, ni la corrupción, simplemente es. Que no es ni bueno ni es malo, así como lo es, en sentido estricto la justicia, la que no debería admitir calificativos.

Nuestros semejantes nos pueden juzgar y su sentencia podrá parecer lo más justa, de acuerdo a su leal saber y entender; sin embargo, hay ocasiones en las que el entender no queda de manifiesto, tal es el caso del presidente de la república y el gobernador del Estado de Jalisco, personajes públicos totalmente inconscientes de nuestra realidad social.

Los titulares del ejecutivo federal y estatal, adquirieron una gran responsabilidad desde el momento en que aspiraron a la presidencia de la república y a la gubernatura del estado, respectivamente, lo anterior , acorde a lo establecido en la ley, en la doctrina, en la teoría, en la historia, lo que nos permitió que al día de hoy tengamos claro, cómo se integra un gobierno republicano con su respectiva concatenación y su puntual división en el ejercicio de la función. No obstante lo anterior, es muy denezlable ver, cómo los ejecutivos, tanto el federal como el estatal, lejos están de cumplir con las leyes que nos rigen y por el contrario, sólo se ocupan en tener sometidos a los otro dos poderes, el Judicial y Legislativo.

Los poderes se depositan en quienes en teoría representarán al pueblo, en el caso del Congreso de la Unión, están integrado a él, los representantes de todos los Estados y aquí en Jalisco, son un total de treinta y ocho diputados locales, lo que conlleva para nosotros un altísimo costo económico y otro social, al evidenciarse en sus hechos y omisiones, el desaseo que impera en la procuración y la administración de justicia, pues se volvió una constante el despilfarro del erario público, la impunidad en los delitos cometido por las propias autoridades y también en los delitos cometidos por la delincuencia organizada y la delincuencia no organizada, esta última, de la que se encuentra plagada la función pública.

Qué interesante sería que, siquiera un solo servidor público me desacreditara y saliera a la defensa del desempeño, la honorabilidad y la credibilidad de cualquiera de los tres poderes en los diversos niveles de gobierno. Bastaría un solo servidor público para objetarme, el sentido de alguna una de las expresiones que, semana tras semana señalo a lo largo de esta columna. Usted mismo amable lector, haciendo uso de su derecho, pudiera cuestionarme que, con qué autoridad me atrevo a hacer semejantes señalamientos, pero sepa usted que, no ignoro que en sentido contrario a mi índice de fuego, existen otros cuatro dedos señalando hacia mi persona.

Ya entrado en el tema de la conciencia y una vez que he ponderado mi conducta en mi entorno social, profesional, familiar, sin remitirte hasta mi infancia o juventud, dado que soy producto de los cincuentas, compartiré con usted amigo lector que, en diversas ocasiones me he visto en la necesidad de acudir a terceros, solicitándoles su apoyo, respecto a diversas cuestiones y temáticas, muchas de ellas de índole personal, teniendo claro que este tema puede no ser de su interés, pero claro que lo es, porque ello me ha permitido reconocer mis tantos desaciertos, esos mismos que hoy reconozco públicamente, pues en más de una ocasión, cuando me brindaron apoyo en lo profesional, en lo económico, en lo familiar, en lo laboral y no obstante que, esas personas siempre me lo brindaron con generosidad, fraternidad y desinteresadamente, no siempre devolví oportunamente, una expresión o una acción que dejara entrever mi gratitud hacia cada uno de ellas.

En virtud de lo anterior, es que me atrevo a reconocer mis desaciertos, protestando en este momento que, de inmediato actuaré para resarcir cualquier tipo de daño que derive del señalamiento de un tercero, aquel que pudiera considerase afectado por mi proceder u omisión, pues un día como hoy, es la conciencia la que me exige y me obliga a ser un ciudadano congruente entre lo que digo, lo que hago, lo que dejo de hacer y lo que señalo a terceros, sólo entonces podré aspirar a ser un ciudadano, un padre, un abuelo, un hermano, un amigo, un compañero, un colega, un catedrático, un vecino, un jefe o un civil realmente reivindicado en los más amplios términos, sin regatear el valor civil, la honestidad o la congruencia, aspectos que constantemente les exijo a mis semejantes, exigencia que denota mayor énfasis, al tratarte de todos aquellos, que son parte de la función pública, cuyo servicio debe estar revestido por los cánones que marca la ley y que es sin duda, el instrumento infalible que nos permitirá encontrar la justicia en todos sus términos, pues hasta que no cumplamos cada uno de nosotros con nuestro deber, ello será una realidad.

Reitero mi disposición de someterme al juicio de cualquier autoridad si, así lo considera procedente algún familiar, amigo, colega, compañero catedrático, vecino o cualquier civil y pueden tener la certeza de que, reconoceré mis yerros y lo reivindicaré hasta donde me sea humanamente posible.

Dejo a su disposición una dirección electrónica, mediante la cual, usted podrá establecer comunicación directa con el suscrito: locb15@hotmail.com

* Director del Observatorio Académico de Justicia y Seguridad Pública de la División de Estudios Jurídicos de la Universidad de Guadalajara.

Diversos tratadistas sostienen que, el juez más riguroso en la sociedad es el que cada quien posee y en lo personal, no difiero del sentido de esa expresión, dado que este juez, no permite el consentimiento, ni el disenso, ni la corrupción, simplemente es. Que no es ni bueno ni es malo, así como lo es, en sentido estricto la justicia, la que no debería admitir calificativos.

Nuestros semejantes nos pueden juzgar y su sentencia podrá parecer lo más justa, de acuerdo a su leal saber y entender; sin embargo, hay ocasiones en las que el entender no queda de manifiesto, tal es el caso del presidente de la república y el gobernador del Estado de Jalisco, personajes públicos totalmente inconscientes de nuestra realidad social.

Los titulares del ejecutivo federal y estatal, adquirieron una gran responsabilidad desde el momento en que aspiraron a la presidencia de la república y a la gubernatura del estado, respectivamente, lo anterior , acorde a lo establecido en la ley, en la doctrina, en la teoría, en la historia, lo que nos permitió que al día de hoy tengamos claro, cómo se integra un gobierno republicano con su respectiva concatenación y su puntual división en el ejercicio de la función. No obstante lo anterior, es muy denezlable ver, cómo los ejecutivos, tanto el federal como el estatal, lejos están de cumplir con las leyes que nos rigen y por el contrario, sólo se ocupan en tener sometidos a los otro dos poderes, el Judicial y Legislativo.

Los poderes se depositan en quienes en teoría representarán al pueblo, en el caso del Congreso de la Unión, están integrado a él, los representantes de todos los Estados y aquí en Jalisco, son un total de treinta y ocho diputados locales, lo que conlleva para nosotros un altísimo costo económico y otro social, al evidenciarse en sus hechos y omisiones, el desaseo que impera en la procuración y la administración de justicia, pues se volvió una constante el despilfarro del erario público, la impunidad en los delitos cometido por las propias autoridades y también en los delitos cometidos por la delincuencia organizada y la delincuencia no organizada, esta última, de la que se encuentra plagada la función pública.

Qué interesante sería que, siquiera un solo servidor público me desacreditara y saliera a la defensa del desempeño, la honorabilidad y la credibilidad de cualquiera de los tres poderes en los diversos niveles de gobierno. Bastaría un solo servidor público para objetarme, el sentido de alguna una de las expresiones que, semana tras semana señalo a lo largo de esta columna. Usted mismo amable lector, haciendo uso de su derecho, pudiera cuestionarme que, con qué autoridad me atrevo a hacer semejantes señalamientos, pero sepa usted que, no ignoro que en sentido contrario a mi índice de fuego, existen otros cuatro dedos señalando hacia mi persona.

Ya entrado en el tema de la conciencia y una vez que he ponderado mi conducta en mi entorno social, profesional, familiar, sin remitirte hasta mi infancia o juventud, dado que soy producto de los cincuentas, compartiré con usted amigo lector que, en diversas ocasiones me he visto en la necesidad de acudir a terceros, solicitándoles su apoyo, respecto a diversas cuestiones y temáticas, muchas de ellas de índole personal, teniendo claro que este tema puede no ser de su interés, pero claro que lo es, porque ello me ha permitido reconocer mis tantos desaciertos, esos mismos que hoy reconozco públicamente, pues en más de una ocasión, cuando me brindaron apoyo en lo profesional, en lo económico, en lo familiar, en lo laboral y no obstante que, esas personas siempre me lo brindaron con generosidad, fraternidad y desinteresadamente, no siempre devolví oportunamente, una expresión o una acción que dejara entrever mi gratitud hacia cada uno de ellas.

En virtud de lo anterior, es que me atrevo a reconocer mis desaciertos, protestando en este momento que, de inmediato actuaré para resarcir cualquier tipo de daño que derive del señalamiento de un tercero, aquel que pudiera considerase afectado por mi proceder u omisión, pues un día como hoy, es la conciencia la que me exige y me obliga a ser un ciudadano congruente entre lo que digo, lo que hago, lo que dejo de hacer y lo que señalo a terceros, sólo entonces podré aspirar a ser un ciudadano, un padre, un abuelo, un hermano, un amigo, un compañero, un colega, un catedrático, un vecino, un jefe o un civil realmente reivindicado en los más amplios términos, sin regatear el valor civil, la honestidad o la congruencia, aspectos que constantemente les exijo a mis semejantes, exigencia que denota mayor énfasis, al tratarte de todos aquellos, que son parte de la función pública, cuyo servicio debe estar revestido por los cánones que marca la ley y que es sin duda, el instrumento infalible que nos permitirá encontrar la justicia en todos sus términos, pues hasta que no cumplamos cada uno de nosotros con nuestro deber, ello será una realidad.

Reitero mi disposición de someterme al juicio de cualquier autoridad si, así lo considera procedente algún familiar, amigo, colega, compañero catedrático, vecino o cualquier civil y pueden tener la certeza de que, reconoceré mis yerros y lo reivindicaré hasta donde me sea humanamente posible.

Dejo a su disposición una dirección electrónica, mediante la cual, usted podrá establecer comunicación directa con el suscrito: locb15@hotmail.com

* Director del Observatorio Académico de Justicia y Seguridad Pública de la División de Estudios Jurídicos de la Universidad de Guadalajara.