/ domingo 2 de septiembre de 2018

Entorno / Los gallos de don Antonio López de Santa Anna

Primera de dos partes

Don Antonio López de Santa Anna nació el 21 de febrero de 1794 en Jalapa, Veracruz y desde pequeño mostró enorme cariño hacia las aves de combate, causando constantes dolores de cabeza a sus padres don Antonio y doña Manuelita, pues apostaba el dinero del mandado en las peleas de gallo, afición que combinaba con la de fumar cigarrillo de hoja y corretear a las criadas del vecindario.

A los 15 años de edad ingresó como caballero cadete en el Regimiento de Infantería fijo de Veracruz, en donde estuvo bajo las órdenes del coronel don Joaquín De Arredondo, ganándose su confianza gracias a su común afición por los gallos.

Al coronel Arredondo era frecuente encontrarlo los domingos en el palenque de Caleta, sentado en primera fila con su mulata en turno, bebiendo aguardiente desde la primera pelea, por lo que para la última pelea ya estaba borracho y perdía todo su dinero por apostar a tontas y locas.

Por su parte el joven López de Santa Anna de tanto holgazanear en los palenques se había fijado en las trácalas de los galleros, cuando la pelea era chueca y querían hacer que un gallo perdiera, le amarraban mal las navajas, le untaban ajo en el pico o le metían una bala en la cloaca.

Un domingo en que el coronel Arredondo traía el santo de espaldas, quiso recuperar lo perdido en la pelea estelar en la que se enfrentaban un retinto de Tlacotalpan contra un giro de Orizaba. Antonio López de Santa Anna había notado que el giro tenía las navajas mal amarradas, por lo que se acercó al coronel diciéndole al oído, que le apostara al retinto, el coronel vio muy seguro a Santa Anna, por lo que dobló la apuesta a favor del retinto a pesar de haber atacado con aparente bravura el giro de Orizaba no pudo lastimar a su rival y terminó clavando el pico en un charco de su propia sangre, entre los abucheos de la multitud. A partir de entonces el coronel Arredondo consultaba al cadete Antonio López de Santa Anna en todas sus apuestas, aun cuando no le participaba en sus ganancias, a cambio el coronel se hacía de la vista gorda cuando el joven cadete participaba en una camorra y lo dejaba izar la bandera de España en las ceremonias oficiales.

Siendo ya general, don Antonio López de Santa Anna en el año de 1825 adquirió la hacienda Manga de Clavo en Veracruz, donde llegó a tener los mejores gallos de la región y fue precisamente en ese año cuando se casó con la joven María Inés de la Paz García (tenía 14 años) hija del español don Juan Manuel García, quien también tenía gallos de pelea, los cuales en forma constante vencían a los de don Antonio, quien tenía la costumbre de llevar a su recámara los gallos heridos para que durmieran “calientitos”, ante el evidente malestar de su joven esposa.

Para 1834, ya siendo don Antonio López de Santa Anna presidente de la República, el obispo de Michoacán, don Juan Cayetano Portugal, fue a exponerle un asunto importante y López de Santa Anna lo hizo esperar más de dos horas, aduciendo por boca de su secretario que tenía una junta de ministros en el salón contiguo al despacho presidencial, exasperado por la antesala, el obispo abrió la puerta del salón y encontró al señor presidente curándole las heridas a uno de sus gallos favoritos “El cola de Plata” que había peleado esa mañana en el Palenque de San Agustín, la indignación del señor obispo fue mayúscula, no sólo por la ofensa recibida sino por el hecho de que don Antonio hubiese convertido el salón de ministros en una gallera.

Fue precisamente por esas fechas, que don Antonio López de Santa Anna, aprovechando que a su esposa no le gustaba la Ciudad de México y se quedaba en la hacienda Manga de Clavo en Veracruz, tuvo un sonado romance con doña Luisa Fernández viuda de Hinojosa, con quien se dejaba ver en los principales lugares de la capital ante el enojo y admiración de la sociedad conservadora de la época, amoríos que desde luego llegaron a oídos de la esposa del señor presidente.

A los pocos días de haber llegado de la Capital, don Antonio López de Santa Anna, era atendido por su esposa como un verdadero sultán, llevándole el desayuno a la cama en bandeja de plata, a la hora de comer le preparó su plato favorito: mole de guajolote, cuando terminó de saborear los huesos; doña María Inés de la Paz, empezó a reclamarle su conducta amorosa con doña Luisa Fernández, por lo que para no discutir y haciéndose el ofendido salió del comedor para ir a revisar su gallera, media hora después don Antonio regresó a donde estaba su esposa, con la frente sudorosa y el semblante lívido, como si hubiera perdido la más importante de sus batallas - ¿se puede saber qué pasó con el cola de Plata? – Le preguntó don Antonio a su esposa en tono amenazante – Fui a sacarlo de su jaula y no lo encontré, Sixto dice que anoche le dio de comer y lo encerró en su jaula – Es verdad, - admitió la esposa con una sonrisa cruel – Ahí estaba anoche, pero yo lo saqué hoy en la mañana y ahora está en tu barriga - ¿Verdad que es sabrosa la carne de gallo? – Al tiempo que le sobaba la panza – don Antonio López de Santa Anna vomitó el mole entre maldiciones y juramentos, guardándole luto a su gallo por varios meses.

Continuará


Profesor de Derecho de la Universidad de Guadalajara y Miembro fundador de la Asociación Nacional de Doctores en Derecho. Capítulo Jalisco.


antonio_dejesus@hotmail.com

Primera de dos partes

Don Antonio López de Santa Anna nació el 21 de febrero de 1794 en Jalapa, Veracruz y desde pequeño mostró enorme cariño hacia las aves de combate, causando constantes dolores de cabeza a sus padres don Antonio y doña Manuelita, pues apostaba el dinero del mandado en las peleas de gallo, afición que combinaba con la de fumar cigarrillo de hoja y corretear a las criadas del vecindario.

A los 15 años de edad ingresó como caballero cadete en el Regimiento de Infantería fijo de Veracruz, en donde estuvo bajo las órdenes del coronel don Joaquín De Arredondo, ganándose su confianza gracias a su común afición por los gallos.

Al coronel Arredondo era frecuente encontrarlo los domingos en el palenque de Caleta, sentado en primera fila con su mulata en turno, bebiendo aguardiente desde la primera pelea, por lo que para la última pelea ya estaba borracho y perdía todo su dinero por apostar a tontas y locas.

Por su parte el joven López de Santa Anna de tanto holgazanear en los palenques se había fijado en las trácalas de los galleros, cuando la pelea era chueca y querían hacer que un gallo perdiera, le amarraban mal las navajas, le untaban ajo en el pico o le metían una bala en la cloaca.

Un domingo en que el coronel Arredondo traía el santo de espaldas, quiso recuperar lo perdido en la pelea estelar en la que se enfrentaban un retinto de Tlacotalpan contra un giro de Orizaba. Antonio López de Santa Anna había notado que el giro tenía las navajas mal amarradas, por lo que se acercó al coronel diciéndole al oído, que le apostara al retinto, el coronel vio muy seguro a Santa Anna, por lo que dobló la apuesta a favor del retinto a pesar de haber atacado con aparente bravura el giro de Orizaba no pudo lastimar a su rival y terminó clavando el pico en un charco de su propia sangre, entre los abucheos de la multitud. A partir de entonces el coronel Arredondo consultaba al cadete Antonio López de Santa Anna en todas sus apuestas, aun cuando no le participaba en sus ganancias, a cambio el coronel se hacía de la vista gorda cuando el joven cadete participaba en una camorra y lo dejaba izar la bandera de España en las ceremonias oficiales.

Siendo ya general, don Antonio López de Santa Anna en el año de 1825 adquirió la hacienda Manga de Clavo en Veracruz, donde llegó a tener los mejores gallos de la región y fue precisamente en ese año cuando se casó con la joven María Inés de la Paz García (tenía 14 años) hija del español don Juan Manuel García, quien también tenía gallos de pelea, los cuales en forma constante vencían a los de don Antonio, quien tenía la costumbre de llevar a su recámara los gallos heridos para que durmieran “calientitos”, ante el evidente malestar de su joven esposa.

Para 1834, ya siendo don Antonio López de Santa Anna presidente de la República, el obispo de Michoacán, don Juan Cayetano Portugal, fue a exponerle un asunto importante y López de Santa Anna lo hizo esperar más de dos horas, aduciendo por boca de su secretario que tenía una junta de ministros en el salón contiguo al despacho presidencial, exasperado por la antesala, el obispo abrió la puerta del salón y encontró al señor presidente curándole las heridas a uno de sus gallos favoritos “El cola de Plata” que había peleado esa mañana en el Palenque de San Agustín, la indignación del señor obispo fue mayúscula, no sólo por la ofensa recibida sino por el hecho de que don Antonio hubiese convertido el salón de ministros en una gallera.

Fue precisamente por esas fechas, que don Antonio López de Santa Anna, aprovechando que a su esposa no le gustaba la Ciudad de México y se quedaba en la hacienda Manga de Clavo en Veracruz, tuvo un sonado romance con doña Luisa Fernández viuda de Hinojosa, con quien se dejaba ver en los principales lugares de la capital ante el enojo y admiración de la sociedad conservadora de la época, amoríos que desde luego llegaron a oídos de la esposa del señor presidente.

A los pocos días de haber llegado de la Capital, don Antonio López de Santa Anna, era atendido por su esposa como un verdadero sultán, llevándole el desayuno a la cama en bandeja de plata, a la hora de comer le preparó su plato favorito: mole de guajolote, cuando terminó de saborear los huesos; doña María Inés de la Paz, empezó a reclamarle su conducta amorosa con doña Luisa Fernández, por lo que para no discutir y haciéndose el ofendido salió del comedor para ir a revisar su gallera, media hora después don Antonio regresó a donde estaba su esposa, con la frente sudorosa y el semblante lívido, como si hubiera perdido la más importante de sus batallas - ¿se puede saber qué pasó con el cola de Plata? – Le preguntó don Antonio a su esposa en tono amenazante – Fui a sacarlo de su jaula y no lo encontré, Sixto dice que anoche le dio de comer y lo encerró en su jaula – Es verdad, - admitió la esposa con una sonrisa cruel – Ahí estaba anoche, pero yo lo saqué hoy en la mañana y ahora está en tu barriga - ¿Verdad que es sabrosa la carne de gallo? – Al tiempo que le sobaba la panza – don Antonio López de Santa Anna vomitó el mole entre maldiciones y juramentos, guardándole luto a su gallo por varios meses.

Continuará


Profesor de Derecho de la Universidad de Guadalajara y Miembro fundador de la Asociación Nacional de Doctores en Derecho. Capítulo Jalisco.


antonio_dejesus@hotmail.com