/ domingo 21 de abril de 2019

Enrique Ibarra

De Frente al Poder

Óscar Ábrego

Entre otros, hay dos principios básicos en el ejercicio del liderazgo efectivo. Uno de ellos es que aunque el líder suele saber cómo guiar a su equipo hacia la conquista de una meta común, en ciertos momentos encontrará dificultades para lograrlo; así las cosas, entonces debe tomar una decisión clave: permitir que su equipo sea quien lo oriente.

Por otra parte un verdadero líder es aquel que promueve la intervención y participación de otros liderazgos que conforman su cuerpo de colaboradores; al hacerlo, genera un ambiente de cooperación proactiva hacia su persona y todos los demás.

Esto sugiere entonces que un líder consciente de su enorme responsabilidad, conoce cuáles son sus fortalezas, pero más aún, admite y reconoce también cuáles son sus debilidades.

Es cierto que a menudo un líder ocupa la cima gracias a que algunos de sus rasgos y virtudes convencieron a un determinado grupo para seguirle y respaldarle; sin embargo, eso no significa que sea inmune a los yerros y las tentaciones del poder.

De hecho, en ocasiones pueden presentarse acciones y conductas del líder, que se convierten en una seria amenaza para el proyecto que abandera si impide el desarrollo de otros perfiles que por convicción eligieron jugársela con él.

Lo anterior viene a cuenta porque hace días ocurrió algo que no pasó inadvertido. Justo cuando las llamas consumían casi dos mil hectáreas del Área Protegida del bosque La Primavera, reapareció uno de los personajes de mayor solidez política en la actual administración estatal, cosa que de cierto modo contribuyó a que la crisis no se saliera de control.

Ya sea porque así se lo manda la ley, o quizás porque tuvo que hacerla de “bombero” ante la ausencia del Gobernador (líder del Gobierno naranja), Enrique Ibarra Pedroza salió al quite para coordinar las labores de los brigadistas e informar con oportunidad y pertinencia a los medios de comunicación.

Aunque no lo expresen de forma abierta, hubo funcionarios de los tres niveles que se sintieron muy cómodos con la presencia del Secretario General de Gobierno; incluso, también para algunos reporteros que cubrieron el siniestro, les resultó mucho más fácil lidiar con la sobriedad de Ibarra Pedroza que con otros miembros del gabinete.

No obstante que yo no mantengo ningún tipo de vínculo con él, a la distancia puedo advertir que es de los poquísimos que podría dar la cara en asuntos que se le han complicado al presente Gobierno.

Puede decirse mucho sobre su historial y pragmatismo político, pero es imposible vincularlo a negocios turbios o regatearle que sabe hacer uso de las buenas formas.

Quienes lo conocen, afirman que es un hombre inteligente y cordial a pesar de haberse forjado en la llamada vieja guardia; pero lo que más le reconocen es su capacidad de construir acuerdos en medio de las más radicales posturas.

Así pues, me parece que Alfaro Ramírez haría muy bien en darle más visibilidad a Enrique Ibarra. Enviaría la señal de que su liderazgo es flexible y democrático.

Pienso que un Gobierno que no deja de dar tropiezos, está obligado a echar mano de aquellos liderazgos que ya no se resbalan con el fango de la codicia, el protagonismo y la improvisación.

El Secretario General de Gobierno es un personaje que peina canas de experiencia y credibilidad; ojalá que no sólo aparezca para sofocar los incendios.

Óscar Ábrego

Entre otros, hay dos principios básicos en el ejercicio del liderazgo efectivo. Uno de ellos es que aunque el líder suele saber cómo guiar a su equipo hacia la conquista de una meta común, en ciertos momentos encontrará dificultades para lograrlo; así las cosas, entonces debe tomar una decisión clave: permitir que su equipo sea quien lo oriente.

Por otra parte un verdadero líder es aquel que promueve la intervención y participación de otros liderazgos que conforman su cuerpo de colaboradores; al hacerlo, genera un ambiente de cooperación proactiva hacia su persona y todos los demás.

Esto sugiere entonces que un líder consciente de su enorme responsabilidad, conoce cuáles son sus fortalezas, pero más aún, admite y reconoce también cuáles son sus debilidades.

Es cierto que a menudo un líder ocupa la cima gracias a que algunos de sus rasgos y virtudes convencieron a un determinado grupo para seguirle y respaldarle; sin embargo, eso no significa que sea inmune a los yerros y las tentaciones del poder.

De hecho, en ocasiones pueden presentarse acciones y conductas del líder, que se convierten en una seria amenaza para el proyecto que abandera si impide el desarrollo de otros perfiles que por convicción eligieron jugársela con él.

Lo anterior viene a cuenta porque hace días ocurrió algo que no pasó inadvertido. Justo cuando las llamas consumían casi dos mil hectáreas del Área Protegida del bosque La Primavera, reapareció uno de los personajes de mayor solidez política en la actual administración estatal, cosa que de cierto modo contribuyó a que la crisis no se saliera de control.

Ya sea porque así se lo manda la ley, o quizás porque tuvo que hacerla de “bombero” ante la ausencia del Gobernador (líder del Gobierno naranja), Enrique Ibarra Pedroza salió al quite para coordinar las labores de los brigadistas e informar con oportunidad y pertinencia a los medios de comunicación.

Aunque no lo expresen de forma abierta, hubo funcionarios de los tres niveles que se sintieron muy cómodos con la presencia del Secretario General de Gobierno; incluso, también para algunos reporteros que cubrieron el siniestro, les resultó mucho más fácil lidiar con la sobriedad de Ibarra Pedroza que con otros miembros del gabinete.

No obstante que yo no mantengo ningún tipo de vínculo con él, a la distancia puedo advertir que es de los poquísimos que podría dar la cara en asuntos que se le han complicado al presente Gobierno.

Puede decirse mucho sobre su historial y pragmatismo político, pero es imposible vincularlo a negocios turbios o regatearle que sabe hacer uso de las buenas formas.

Quienes lo conocen, afirman que es un hombre inteligente y cordial a pesar de haberse forjado en la llamada vieja guardia; pero lo que más le reconocen es su capacidad de construir acuerdos en medio de las más radicales posturas.

Así pues, me parece que Alfaro Ramírez haría muy bien en darle más visibilidad a Enrique Ibarra. Enviaría la señal de que su liderazgo es flexible y democrático.

Pienso que un Gobierno que no deja de dar tropiezos, está obligado a echar mano de aquellos liderazgos que ya no se resbalan con el fango de la codicia, el protagonismo y la improvisación.

El Secretario General de Gobierno es un personaje que peina canas de experiencia y credibilidad; ojalá que no sólo aparezca para sofocar los incendios.

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