/ martes 4 de diciembre de 2018

“En ti confiamos”

El pasado 1 de diciembre, en su camino a San Lázaro acompañado de su señora esposa, la escritora Beatriz Gutiérrez Müller, un ciclista en movimiento se acercó al vehículo de Andrés Manuel López Obrador para exteriorizarle su apoyo con la siguiente frase: “en ti confiamos”.

Para muchos usuarios de redes sociales, lo del ciclista no fue un acto genuino, sino una acción planeada, populista y falsa. Así la calificaron algunos en Twitter, donde otros celebraron y afirmaron que la expresión del ciclista desconocido se identifica con la confianza que millones de mexicanos han puesto en AMLO y en su proyecto de nación.

Más allá de los comentarios a favor y en contra del hecho, lo cierto es que la gente que sigue desde hace tiempo a López Obrador sabe perfectamente bien que las cosas no serán fáciles para el tabasqueño, y que el cambio prometido por éste no llegará de la noche a la mañana.

Esto lo saben también los millones de mexicanos que no votaron por él en las pasadas elecciones presidenciales, hombres y mujeres que tienen temor y serias dudas de sus promesas de campaña, y de lo que dijo en su discurso de toma de posesión. Éstos y aquéllos están conscientes de una realidad que ningún mexicano desconoce: la corrupción en México es un mal añejo y con fuertes raíces, y no existen fórmulas mágicas para acabar con ella.

Lo que sí debemos admitir es que el propósito de nuestro presidente es bastante noble. Quizás por ello piensa en la elaboración de una cartilla moral como la que en 1944 elaboró Alfonso Reyes a petición del secretario de Educación, Jaime Torres Bodet.

La elaboración de este documento indica que López Obrador sabe perfectamente bien que el gran problema de México es la baja calidad moral de su clase política, un problema que lo obliga no sólo a ser ejemplo, sino también a estar decidido a sancionar ejemplarmente a los primeros miembros de su gabinete que pudieran llegar a incurrir en actos deshonestos. Ojalá que los casos de corrupción no vuelvan a ocurrir jamás, pero si llegaran a darse y el presidente no actuara como ha prometido, la confianza de la gente y sus anhelos de que a partir de ahora todo sea diferente sufrirían un enérgico golpe.

Lo digo así porque la personas que confían totalmente en sus promesas de campaña, consideran que AMLO no tiene derecho a fallarles, como les fallaron los políticos y gobernantes de los anteriores sexenios, muchos de los cuales se enriquecieron ilícita e impunemente a costa del erario.

Insisto: el grito del ciclista desconocido representa la voz de millones de mexicanos que esperan que el sexenio que acaba de comenzar sea diferente y que las cosas cambien por bien de todos.

Por bien de nuestro querido México, es necesario que el combate a la corrupción por parte del gobierno de la Cuarta Transformación sea verdaderamente eficaz, y que no quede sólo en palabras. La misión es complicada, pero AMLO ha dicho que acepta el desafío, y en esa misión debe contar con el apoyo de todos nosotros, para que le vaya bien a él y, consecuentemente, a todos los mexicanos.

Lo cierto es que AMLO ha empezado bien, anunciando que ha “promovido una ley para convertir la corrupción en delito grave que, aunque parezca increíble, no lo era”, señaló el mandatario mexicano al tiempo de comprometerse con el pueblo de México “a no robar ni a hacer negocios al amparo del poder público”.

En materia de impunidad fue claro al decirle a los millones que escucharon su primer discurso como presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos: “Si mi esposa o mis hijos cometen un delito, deberán ser juzgados como cualquier otro ciudadano”. En mi opinión, el mensaje tenía la intención de decirle a sus colaboradores que, si no habrá impunidad con sus seres queridos, mucho menos con ellos.

Los mexicanos confían también que en el naciente sexenio se esclarezca la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa mediante la comisión de la verdad que por instrucciones de AMLO se ha de constituir. El anuncio presidencial llega días después de que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) presentara el Informe Final del Plan de trabajo de su Mecanismo Especial de Seguimiento al Asunto Ayotzinapa, de acuerdo con el cual “persisten una serie de desafíos como: una investigación fragmentada, incompleta y sin una directriz clara investigativa; falta de detenciones y consignaciones por desaparición forzada; falta de detenciones de actores estatales por acción u omisión”, refiere el informe.

Lo más reciente del caso es la indignación de los padres de los 43 normalistas desaparecidos y de sus abogados, quienes lamentan que la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) “haya tardado cuatro años en emitir la recomendación 15VG/2018 sobre el caso Ayotzinapa”. Esta recomendación, señala la CNDH mediante un comunicado, “no avala la denominada teoría de la verdad histórica”. Veremos en qué termina el caso.


El pasado 1 de diciembre, en su camino a San Lázaro acompañado de su señora esposa, la escritora Beatriz Gutiérrez Müller, un ciclista en movimiento se acercó al vehículo de Andrés Manuel López Obrador para exteriorizarle su apoyo con la siguiente frase: “en ti confiamos”.

Para muchos usuarios de redes sociales, lo del ciclista no fue un acto genuino, sino una acción planeada, populista y falsa. Así la calificaron algunos en Twitter, donde otros celebraron y afirmaron que la expresión del ciclista desconocido se identifica con la confianza que millones de mexicanos han puesto en AMLO y en su proyecto de nación.

Más allá de los comentarios a favor y en contra del hecho, lo cierto es que la gente que sigue desde hace tiempo a López Obrador sabe perfectamente bien que las cosas no serán fáciles para el tabasqueño, y que el cambio prometido por éste no llegará de la noche a la mañana.

Esto lo saben también los millones de mexicanos que no votaron por él en las pasadas elecciones presidenciales, hombres y mujeres que tienen temor y serias dudas de sus promesas de campaña, y de lo que dijo en su discurso de toma de posesión. Éstos y aquéllos están conscientes de una realidad que ningún mexicano desconoce: la corrupción en México es un mal añejo y con fuertes raíces, y no existen fórmulas mágicas para acabar con ella.

Lo que sí debemos admitir es que el propósito de nuestro presidente es bastante noble. Quizás por ello piensa en la elaboración de una cartilla moral como la que en 1944 elaboró Alfonso Reyes a petición del secretario de Educación, Jaime Torres Bodet.

La elaboración de este documento indica que López Obrador sabe perfectamente bien que el gran problema de México es la baja calidad moral de su clase política, un problema que lo obliga no sólo a ser ejemplo, sino también a estar decidido a sancionar ejemplarmente a los primeros miembros de su gabinete que pudieran llegar a incurrir en actos deshonestos. Ojalá que los casos de corrupción no vuelvan a ocurrir jamás, pero si llegaran a darse y el presidente no actuara como ha prometido, la confianza de la gente y sus anhelos de que a partir de ahora todo sea diferente sufrirían un enérgico golpe.

Lo digo así porque la personas que confían totalmente en sus promesas de campaña, consideran que AMLO no tiene derecho a fallarles, como les fallaron los políticos y gobernantes de los anteriores sexenios, muchos de los cuales se enriquecieron ilícita e impunemente a costa del erario.

Insisto: el grito del ciclista desconocido representa la voz de millones de mexicanos que esperan que el sexenio que acaba de comenzar sea diferente y que las cosas cambien por bien de todos.

Por bien de nuestro querido México, es necesario que el combate a la corrupción por parte del gobierno de la Cuarta Transformación sea verdaderamente eficaz, y que no quede sólo en palabras. La misión es complicada, pero AMLO ha dicho que acepta el desafío, y en esa misión debe contar con el apoyo de todos nosotros, para que le vaya bien a él y, consecuentemente, a todos los mexicanos.

Lo cierto es que AMLO ha empezado bien, anunciando que ha “promovido una ley para convertir la corrupción en delito grave que, aunque parezca increíble, no lo era”, señaló el mandatario mexicano al tiempo de comprometerse con el pueblo de México “a no robar ni a hacer negocios al amparo del poder público”.

En materia de impunidad fue claro al decirle a los millones que escucharon su primer discurso como presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos: “Si mi esposa o mis hijos cometen un delito, deberán ser juzgados como cualquier otro ciudadano”. En mi opinión, el mensaje tenía la intención de decirle a sus colaboradores que, si no habrá impunidad con sus seres queridos, mucho menos con ellos.

Los mexicanos confían también que en el naciente sexenio se esclarezca la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa mediante la comisión de la verdad que por instrucciones de AMLO se ha de constituir. El anuncio presidencial llega días después de que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) presentara el Informe Final del Plan de trabajo de su Mecanismo Especial de Seguimiento al Asunto Ayotzinapa, de acuerdo con el cual “persisten una serie de desafíos como: una investigación fragmentada, incompleta y sin una directriz clara investigativa; falta de detenciones y consignaciones por desaparición forzada; falta de detenciones de actores estatales por acción u omisión”, refiere el informe.

Lo más reciente del caso es la indignación de los padres de los 43 normalistas desaparecidos y de sus abogados, quienes lamentan que la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) “haya tardado cuatro años en emitir la recomendación 15VG/2018 sobre el caso Ayotzinapa”. Esta recomendación, señala la CNDH mediante un comunicado, “no avala la denominada teoría de la verdad histórica”. Veremos en qué termina el caso.