/ viernes 3 de enero de 2020

El valor de la amistad

Las felicitaciones, regalos y buenos deseos dieron comienzo al 2020. A pesar de esto, la mayor parte de los seres humanos empezamos el naciente año con preocupaciones y diversos temores. En México, algunos temen que las condiciones en el mercado laborar sean adversas debido a la desaceleración que registra la generación de empleo formal en nuestro país.

Tras el golpe que asestó a nuestro bolsillo el consumismo tradicional, que desapareció como por arte de magia nuestro aguinaldo por las compras de navidad y año nuevo, regalos y diferentes festejos, comenzamos el mes de enero con su famosa cuesta, la cual han de subir muchos con grandes dificultades, no así algunas familias privilegiadas por su solvente economía.

La Navidad 2019, con sus adornos, foquitos, regalos, cenas y buenos deseos ya es parte del pasado. Pertenecen también a ese pasado muchos de los gastos imprudentes e irresponsables que hicimos en las pasadas fiestas decembrinas, no así las deudas que contrajimos y que miles de personas tendrán que pagar acudiendo al Monte de Piedad y demás casas de empeño.

El afán consumista de nuestro tiempo y de la sociedad actual hace que la gente de hoy vaya más allá de las felicitaciones y buenos deseos en favor de sus familiares y amigos. Hemos olvidado, lamentablemente, que la amistad verdadera no es aquella que se expresa con regalos costosos, sino la que se demuestra con acciones sinceras, en la cercanía afectiva y solidaridad desinteresada.

Son estos valores en los que se fundamenta la verdadera amistad, un bien preciado que crece y se fortalece a través del tiempo, no importando la distancia y las circunstancias. La amistad que muere con el paso de los años no es real, porque la que sí lo es tiene la admirable capacidad de sobrevivir a todas y cada una de las pruebas.

La sincera amistad, fruto incuestionable del amor, se demuestra en todo tiempo, principalmente en los momentos difíciles ocasionados por la enfermedad, la necesidad, la privación de la libertad, el abandono, la muerte. Permanece firme e inalterable en cualquier escenario, incluso en los más difíciles, en que los amigos aparentes llegan a traicionar y dar la espalda. La amistad auténtica resiste estoicamente los embates que se van presentando en nuestro diario vivir.

Estoy hablando de aquella amistad que se enriquece con la presencia en ella de muchos otros valores. Me refiero a valores tales como la confianza, la sinceridad, el amor, el apoyo, el aliento, la consistencia, la bondad, entre otros valores que tienen convergencia en la amistad.

Jesús de Nazareth distinguió con su valiosa amistad a los apóstoles del pasado bíblico. Tuvieron ese privilegio los doce apóstoles de la circuncisión y Pablo, el llamado apóstol de los gentiles. Ha hecho lo propio con los apóstoles que en la presente dispensación de gracia han sido enviados como representantes suyos. A todos ellos les dice el Hijo de Dios: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su Señor, pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Juan 15:15).

La sincera amistad de Cristo, correspondida debidamente por sus apóstoles, es el ejemplo de amistad más grande que puede existir. La relación entre Cristo y sus enviados es estable, inmutable y perfecta; no es intermitente ni temporal, por algo se presenta en las Sagradas Escrituras como un ejemplo digno de ser imitado.

Concluyo mi columna señalando que, así como los apóstoles han sido distinguidos con la amistad de Cristo Jesús, los miembros de la Iglesia que esté sublime ser fundó gozan en todo tiempo de la amistad de los apóstoles, hombres que tienen el cuidado de velar paternalmente por el bienestar espiritual y material de la Iglesia, orar por los integrantes del cuerpo de Cristo, como ocurrió justo cuando las manecillas del reloj marcaban las doce de la noche, anunciando la partida del 2019 y la llegada del 2020.

El apóstol Naasón Joaquín García, presidente internacional de la Iglesia La Luz del Mundo ha orado eficazmente por su pueblo; su oración de amor ha proporcionado ánimo, fortaleza y alegría a millones de fieles en 58 países de los cinco continentes, hombres y mujeres que han iniciado el año con la seguridad de que a lo largo del mismo serán benditos en su entrar y en su salir, benditos en todo lo que emprendan, y que la bendición apostólica alcanzará también a sus hijos e hijas.

¡Feliz año a todos mis lectores! Espero seguir contando en los próximos 365 días con el favor de su atención, esa que los lleva a dedicar un poco de su tiempo para leer mi columna publicada en este importante medio de comunicación.

Twitter: @armayacastro

Las felicitaciones, regalos y buenos deseos dieron comienzo al 2020. A pesar de esto, la mayor parte de los seres humanos empezamos el naciente año con preocupaciones y diversos temores. En México, algunos temen que las condiciones en el mercado laborar sean adversas debido a la desaceleración que registra la generación de empleo formal en nuestro país.

Tras el golpe que asestó a nuestro bolsillo el consumismo tradicional, que desapareció como por arte de magia nuestro aguinaldo por las compras de navidad y año nuevo, regalos y diferentes festejos, comenzamos el mes de enero con su famosa cuesta, la cual han de subir muchos con grandes dificultades, no así algunas familias privilegiadas por su solvente economía.

La Navidad 2019, con sus adornos, foquitos, regalos, cenas y buenos deseos ya es parte del pasado. Pertenecen también a ese pasado muchos de los gastos imprudentes e irresponsables que hicimos en las pasadas fiestas decembrinas, no así las deudas que contrajimos y que miles de personas tendrán que pagar acudiendo al Monte de Piedad y demás casas de empeño.

El afán consumista de nuestro tiempo y de la sociedad actual hace que la gente de hoy vaya más allá de las felicitaciones y buenos deseos en favor de sus familiares y amigos. Hemos olvidado, lamentablemente, que la amistad verdadera no es aquella que se expresa con regalos costosos, sino la que se demuestra con acciones sinceras, en la cercanía afectiva y solidaridad desinteresada.

Son estos valores en los que se fundamenta la verdadera amistad, un bien preciado que crece y se fortalece a través del tiempo, no importando la distancia y las circunstancias. La amistad que muere con el paso de los años no es real, porque la que sí lo es tiene la admirable capacidad de sobrevivir a todas y cada una de las pruebas.

La sincera amistad, fruto incuestionable del amor, se demuestra en todo tiempo, principalmente en los momentos difíciles ocasionados por la enfermedad, la necesidad, la privación de la libertad, el abandono, la muerte. Permanece firme e inalterable en cualquier escenario, incluso en los más difíciles, en que los amigos aparentes llegan a traicionar y dar la espalda. La amistad auténtica resiste estoicamente los embates que se van presentando en nuestro diario vivir.

Estoy hablando de aquella amistad que se enriquece con la presencia en ella de muchos otros valores. Me refiero a valores tales como la confianza, la sinceridad, el amor, el apoyo, el aliento, la consistencia, la bondad, entre otros valores que tienen convergencia en la amistad.

Jesús de Nazareth distinguió con su valiosa amistad a los apóstoles del pasado bíblico. Tuvieron ese privilegio los doce apóstoles de la circuncisión y Pablo, el llamado apóstol de los gentiles. Ha hecho lo propio con los apóstoles que en la presente dispensación de gracia han sido enviados como representantes suyos. A todos ellos les dice el Hijo de Dios: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su Señor, pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Juan 15:15).

La sincera amistad de Cristo, correspondida debidamente por sus apóstoles, es el ejemplo de amistad más grande que puede existir. La relación entre Cristo y sus enviados es estable, inmutable y perfecta; no es intermitente ni temporal, por algo se presenta en las Sagradas Escrituras como un ejemplo digno de ser imitado.

Concluyo mi columna señalando que, así como los apóstoles han sido distinguidos con la amistad de Cristo Jesús, los miembros de la Iglesia que esté sublime ser fundó gozan en todo tiempo de la amistad de los apóstoles, hombres que tienen el cuidado de velar paternalmente por el bienestar espiritual y material de la Iglesia, orar por los integrantes del cuerpo de Cristo, como ocurrió justo cuando las manecillas del reloj marcaban las doce de la noche, anunciando la partida del 2019 y la llegada del 2020.

El apóstol Naasón Joaquín García, presidente internacional de la Iglesia La Luz del Mundo ha orado eficazmente por su pueblo; su oración de amor ha proporcionado ánimo, fortaleza y alegría a millones de fieles en 58 países de los cinco continentes, hombres y mujeres que han iniciado el año con la seguridad de que a lo largo del mismo serán benditos en su entrar y en su salir, benditos en todo lo que emprendan, y que la bendición apostólica alcanzará también a sus hijos e hijas.

¡Feliz año a todos mis lectores! Espero seguir contando en los próximos 365 días con el favor de su atención, esa que los lleva a dedicar un poco de su tiempo para leer mi columna publicada en este importante medio de comunicación.

Twitter: @armayacastro