/ lunes 27 de junio de 2022

El Tapado


A mediados de los años cincuenta, el genial caricaturista Abel Quezada hizo un cartón que si mal no recuerdo fue publicado en aquella famosa "Revista de Revistas" y que tuvo tal impacto que durante años fue el símbolo de la sucesión presidencial en el México de la modernidad.

El cartón mostraba una figura con un traje obscuro y corbata de color, camisa blanca impecable, pero con el rostro cubierto por un lienzo blanco en el cual solo se podían observar las aberturas de los ojos, dejando en el misterio su identidad.

El cartonista y el imaginario popular lo denominaron "El Tapado" porque ahí estaba, era real, era el elegido, pero no se sabía quien. El enigma se revelaba mediante un protocolo no escrito pero tradicionalmente respetado y era el siguiente: una vez que el presidente en funciones decidía terminar con sus noches de insomnio y tenía la decisión tomada, llamaba a su secretario particular para que éste a su vez en forma perfectamente sincronizada comunicara a los líderes de los tres sectores del partido oficial, el sector obrero, (CTM) el campesino (CNC) y el popular (CNOP) que la decisión estaba tomada y que en unos instantes sería comunicada al elegido.

De inmediato se ponían a trabajar con sus jefes de prensa, ayudantes, secretarios para al día siguiente tener organizadas mantas, gente, marchas, desplegados en los principales diarios esperando solo conocer el nombre del que recibiría la banda presidencial para el siguiente período.

El "tapado" era citado entonces a la oficina del Presidente y en ese momento le daba a conocer que él había sido "el bueno" y que las fuerzas vivas del partido pronto estarían allí para felicitarlo, y es cuando aparecían los tres líderes de las centrales obrera, campesina y popular, para el acto solemne de "el Rey ha muerto, viva el Rey" y deshacerse en elogios mientras el presidente convocaba a los otros que habían sido mencionados como posibles, para que en un acto de unidad se sumaran al ungido dando así una imagen de unidad.

Al día siguiente, insuficientes eran las páginas de periódicos para sumarse a las felicitaciones y adhesiones, porque el precandidato sería el digno continuador de la obra magna, patriota y ejemplar de nuestro presidente, y así empezaba el declive del poder del primer mandatario hasta un primero de diciembre en que entregaría la estafeta a su sucesor.

Así lo hicieron en su momento Plutarco Elías Calles con Pascual Ortíz Rubio, Lázaro Cárdenas con Miguel Alemán, éste con Adolfo Ruiz Cortines, a su vez con Adolfo López Mateos quien destapó a Gustavo Díaz Ordaz y así hasta Luis Donaldo Colosio Murrieta cuya prematura muerte permitió a Ernesto Zedillo llegar a la Presidencia terminando así el tapadismo.

Y vinieron nuevas formas para desvelar el misterio de la sucesión presidencial pero siempre manteniendo la esencia: el misterio, el enigma. Hay muchos aparentes pero siempre hay uno in pectore. Permanece en tanto la intriga.

No se pierda la continuación de este artículo la próxima semana en El Occidental.


A mediados de los años cincuenta, el genial caricaturista Abel Quezada hizo un cartón que si mal no recuerdo fue publicado en aquella famosa "Revista de Revistas" y que tuvo tal impacto que durante años fue el símbolo de la sucesión presidencial en el México de la modernidad.

El cartón mostraba una figura con un traje obscuro y corbata de color, camisa blanca impecable, pero con el rostro cubierto por un lienzo blanco en el cual solo se podían observar las aberturas de los ojos, dejando en el misterio su identidad.

El cartonista y el imaginario popular lo denominaron "El Tapado" porque ahí estaba, era real, era el elegido, pero no se sabía quien. El enigma se revelaba mediante un protocolo no escrito pero tradicionalmente respetado y era el siguiente: una vez que el presidente en funciones decidía terminar con sus noches de insomnio y tenía la decisión tomada, llamaba a su secretario particular para que éste a su vez en forma perfectamente sincronizada comunicara a los líderes de los tres sectores del partido oficial, el sector obrero, (CTM) el campesino (CNC) y el popular (CNOP) que la decisión estaba tomada y que en unos instantes sería comunicada al elegido.

De inmediato se ponían a trabajar con sus jefes de prensa, ayudantes, secretarios para al día siguiente tener organizadas mantas, gente, marchas, desplegados en los principales diarios esperando solo conocer el nombre del que recibiría la banda presidencial para el siguiente período.

El "tapado" era citado entonces a la oficina del Presidente y en ese momento le daba a conocer que él había sido "el bueno" y que las fuerzas vivas del partido pronto estarían allí para felicitarlo, y es cuando aparecían los tres líderes de las centrales obrera, campesina y popular, para el acto solemne de "el Rey ha muerto, viva el Rey" y deshacerse en elogios mientras el presidente convocaba a los otros que habían sido mencionados como posibles, para que en un acto de unidad se sumaran al ungido dando así una imagen de unidad.

Al día siguiente, insuficientes eran las páginas de periódicos para sumarse a las felicitaciones y adhesiones, porque el precandidato sería el digno continuador de la obra magna, patriota y ejemplar de nuestro presidente, y así empezaba el declive del poder del primer mandatario hasta un primero de diciembre en que entregaría la estafeta a su sucesor.

Así lo hicieron en su momento Plutarco Elías Calles con Pascual Ortíz Rubio, Lázaro Cárdenas con Miguel Alemán, éste con Adolfo Ruiz Cortines, a su vez con Adolfo López Mateos quien destapó a Gustavo Díaz Ordaz y así hasta Luis Donaldo Colosio Murrieta cuya prematura muerte permitió a Ernesto Zedillo llegar a la Presidencia terminando así el tapadismo.

Y vinieron nuevas formas para desvelar el misterio de la sucesión presidencial pero siempre manteniendo la esencia: el misterio, el enigma. Hay muchos aparentes pero siempre hay uno in pectore. Permanece en tanto la intriga.

No se pierda la continuación de este artículo la próxima semana en El Occidental.