/ domingo 5 de enero de 2020

El silencio de los opinantes

Óscar Ábrego

Tenemos que reconocer que Jalisco atraviesa por una severa crisis en el ejercicio del periodismo crítico. ¿Esto es nuevo? No, sin embargo, desde que comenzó el gobierno anaranjado, resulta más notorio que la mayoría de los medios tradicionales de comunicación han dado la instrucción a sus colaboradores evitar opinar de noticias que pueden impactar de modo negativo al alfarismo. Vamos, la consigna es tratar con pincitas a la administración actual en aras de dos cosas: conservar una buena relación comercial, o lograr un buen convenio publicitario.

Cualquiera que sea el interés, lo cierto es que se volvió común ver, escuchar y leer, editoriales insípidos, incoloros y etéreos, respecto de la cruda realidad de nuestra entidad y sus gobernantes.

Si bien –incluso los más conservadores- aún se atreven a develar cifras o presentar información adversa al emecismo, la verdad es que se ha caído en una cautela extrema al momento de enjuiciar, en especial, sobre aquellos temas que incomodan o irritan a la corte naranja.

Reflexionar sobre este asunto es importante. Lo es porque uno de los principios básicos del quehacer periodístico es ofrecer a la población elementos suficientes que fomenten una deliberación más completa con respecto a las conductas, prácticas y resultados (o no), de las autoridades electas en un marco jurídico democrático y plural.

Como ejemplo, no es necesario que vayamos tan lejos. El escandaloso e insultante episodio en el que el presidente municipal de Zapotlanejo, Héctor Álvarez Contreras, propinó un golpe a una señora en un auténtico pleito vecinal, prácticamente en ningún medio se opinó o se hizo mención de ello. Basta con googlear el caso para darse cuenta. Por fortuna, las redes sociales sirvieron para evidenciar tanto el miedo y la hipocresía de quienes forman parte de la nueva aristocracia gubernamental y legislativa, como la brutalidad de un alcalde en cuyo historial hay antecedentes de violencia de género.

El silencio de los opinantes -que graciosamente se autoproclaman líderes de opinión- es un mal de nuestros tiempos. Más allá de la ausencia de temple y congruencia con las virtudes del periodismo, tendríamos que situarlos en la cancha de los cómplices, por no decir de los abyectos.

Por eso también hay que reconocer a los pocos espacios que quedan y periodistas (mujeres y hombres) que desafían a la soberbia, complicidad, corrupción e incapacidad, que hoy se observan y sienten en los pasillos y oficinas de los tres poderes del Estado.

Ahora bien, ¿se vale que haya empresas de comunicación y profesionales de la opinión que comulguen con el estilo de un gobernante? ¡Por supuesto que sí! Lo que creo que no es propio, es jugarle al omiso de frente a sucesos que en virtud de su gravedad, ameritan cuando menos unas cuantas palabras, aunque éstas sean para tratar de defender lo que para muchos es imposible de justificar.

Por lo anterior, es conveniente recordar que el primer sábado del año se conmemoró (¿se celebró?) el día del Periodista. La fecha se instauró como homenaje a Manuel Caballero, por cierto, nacido en Tequila, Jalisco en 1849, y quien es considerado el padre del reporterismo. Falleció justo un 4 de enero de 1926.

Hay que decir que este escritor y poeta jalisciense, fue reconocido en tiempos del mandato militar de Porfirio Díaz, por su férrea defensa a la libertad del pensamiento y el rigor periodístico.

Algo que sin duda, se ha vuelto difícil de encontrar.

Óscar Ábrego

Tenemos que reconocer que Jalisco atraviesa por una severa crisis en el ejercicio del periodismo crítico. ¿Esto es nuevo? No, sin embargo, desde que comenzó el gobierno anaranjado, resulta más notorio que la mayoría de los medios tradicionales de comunicación han dado la instrucción a sus colaboradores evitar opinar de noticias que pueden impactar de modo negativo al alfarismo. Vamos, la consigna es tratar con pincitas a la administración actual en aras de dos cosas: conservar una buena relación comercial, o lograr un buen convenio publicitario.

Cualquiera que sea el interés, lo cierto es que se volvió común ver, escuchar y leer, editoriales insípidos, incoloros y etéreos, respecto de la cruda realidad de nuestra entidad y sus gobernantes.

Si bien –incluso los más conservadores- aún se atreven a develar cifras o presentar información adversa al emecismo, la verdad es que se ha caído en una cautela extrema al momento de enjuiciar, en especial, sobre aquellos temas que incomodan o irritan a la corte naranja.

Reflexionar sobre este asunto es importante. Lo es porque uno de los principios básicos del quehacer periodístico es ofrecer a la población elementos suficientes que fomenten una deliberación más completa con respecto a las conductas, prácticas y resultados (o no), de las autoridades electas en un marco jurídico democrático y plural.

Como ejemplo, no es necesario que vayamos tan lejos. El escandaloso e insultante episodio en el que el presidente municipal de Zapotlanejo, Héctor Álvarez Contreras, propinó un golpe a una señora en un auténtico pleito vecinal, prácticamente en ningún medio se opinó o se hizo mención de ello. Basta con googlear el caso para darse cuenta. Por fortuna, las redes sociales sirvieron para evidenciar tanto el miedo y la hipocresía de quienes forman parte de la nueva aristocracia gubernamental y legislativa, como la brutalidad de un alcalde en cuyo historial hay antecedentes de violencia de género.

El silencio de los opinantes -que graciosamente se autoproclaman líderes de opinión- es un mal de nuestros tiempos. Más allá de la ausencia de temple y congruencia con las virtudes del periodismo, tendríamos que situarlos en la cancha de los cómplices, por no decir de los abyectos.

Por eso también hay que reconocer a los pocos espacios que quedan y periodistas (mujeres y hombres) que desafían a la soberbia, complicidad, corrupción e incapacidad, que hoy se observan y sienten en los pasillos y oficinas de los tres poderes del Estado.

Ahora bien, ¿se vale que haya empresas de comunicación y profesionales de la opinión que comulguen con el estilo de un gobernante? ¡Por supuesto que sí! Lo que creo que no es propio, es jugarle al omiso de frente a sucesos que en virtud de su gravedad, ameritan cuando menos unas cuantas palabras, aunque éstas sean para tratar de defender lo que para muchos es imposible de justificar.

Por lo anterior, es conveniente recordar que el primer sábado del año se conmemoró (¿se celebró?) el día del Periodista. La fecha se instauró como homenaje a Manuel Caballero, por cierto, nacido en Tequila, Jalisco en 1849, y quien es considerado el padre del reporterismo. Falleció justo un 4 de enero de 1926.

Hay que decir que este escritor y poeta jalisciense, fue reconocido en tiempos del mandato militar de Porfirio Díaz, por su férrea defensa a la libertad del pensamiento y el rigor periodístico.

Algo que sin duda, se ha vuelto difícil de encontrar.