/ domingo 31 de marzo de 2019

El perdón que México requiere

Betty Zanolli Fabila

Perdonar es liberar a un prisionero y descubrir que el prisionero eras tú

Lewis B. Smedes


Al gran filósofo y amante de la música franco-ruso Vladimir Jankélévitch, el autor de obras como La muerte, El mal, La paradoja de la moral y La conciencia malvada y al que el régimen de Vichy privó de su nacionalidad y de su cátedra universitaria por ser de origen judío, debemos una de las más profundas reflexiones contemporáneas sobre el tema del perdón, al que dedicó Lo imprescriptible y, por supuesto, El perdón. Y es que si bien el perdón parte de un antecedente: la deuda que nace del agravio o daño sufrido, lo cierto es que también, tal y como él nos advierte, el perdón es un misterio que trasciende.


Perdonar implica otorgar un nuevo sentido a la vida a pesar de que no haya liquidación de la falta sufrida en la medida que ésta es una experiencia propia e intransferible


Etimológicamente hablando, la palabra perdón está integrada por el prefijo latino per: acción completa y total, y por el verbo donare: dar, regalar. Derivado de ello, perdonar es un acto de generosidad interpretado como la acción de dar o regalar totalmente, que puede aplicarse tanto a su petición como a su concesión. Lo paradójico es que se trata de una de las palabras más difíciles de pronunciar y pedir perdón, en consecuencia, uno de los actos de mayor nobleza que pueda realizar el ser humano.

En la actualidad, el mundo contemporáneo está ávido del perdón y las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial así lo evidenciaron, solo que al perdón se le desnaturaliza cuando se exige como si fuera un derecho o un deber. No obstante, para que el perdón realmente sea auténtico, debe ser espontáneo, comprometido, esto es, emanado de la libertad de conciencia como producto de un acto voluntario, de lo contrario deja de ser un don.

#Análisis:

Perdonar implica otorgar un nuevo sentido a la vida a pesar de que no haya liquidación de la falta sufrida en la medida que ésta es una experiencia propia e intransferible. De igual forma, perdonar no necesariamente implica olvidar, porque si a algo está vinculado el perdón es a la memoria y, por ende, al remordimiento y resentimiento y esto no podemos obviarlo, máxime en estos días en que se ha discutido acaloradamente sobre el tema del perdón a partir de las dos cartas enviadas por el presidente de la República Andrés Manuel López Obrador al rey de España, Felipe VI de Borbón, así como al Papa Francisco I.

Al respecto, numerosas voces en México y España así como en diversos países latinoamericanos –en su mayoría desde una posición radical- se han elevado para manifestarse, comenzando por la del propio monarca hispano y la del vocero del Vaticano. La cuestión es que si a alguna parte corresponde otorgar el perdón es a la víctima y ésta no debe condicionar ni esperar algo a cambio de otorgar su perdón, de ahí que abordar el perdón sea un terreno por demás complejo porque en él confluyen la moral y el Derecho, inscritos ambos en un marco de temporalidad histórico. Ahora bien, al hablar de historia, debemos también estar conscientes de que despertar los hechos del pasado detona repercusiones en el presente y en el futuro porque la interrelación entre las partes ha sufrido transformaciones con el paso del tiempo, máxime a 500 años de distancia.

Y aquí otro tema fundamental que no podemos soslayar: el del derecho al olvido, nacido ante las atrocidades contra la dignidad humana que tuvieron lugar durante la citada segunda conflagración mundial. La pregunta entonces sería ¿basta con perdonar u olvidar? Nada justifica el despojo, la tortura y la muerte, pero la historia de la humanidad está marcada por el sello de la guerra permanente: la lucha de clases, como motor de ella, según la llamó Lenin. ¿Qué hacer? Desde mi perspectiva, mantener viva la memoria de lo acaecido para que no vuelvan a repetirse -como diría Maquiavelo- los errores del ayer.

Perdonar es un acto de grandeza. Sí, pero ojalá cada vez fuera menos necesario otorgarlo porque el hombre respeta al hombre.


@BettyZanolli

bettyzanolli@gmail.com

Betty Zanolli Fabila

Perdonar es liberar a un prisionero y descubrir que el prisionero eras tú

Lewis B. Smedes


Al gran filósofo y amante de la música franco-ruso Vladimir Jankélévitch, el autor de obras como La muerte, El mal, La paradoja de la moral y La conciencia malvada y al que el régimen de Vichy privó de su nacionalidad y de su cátedra universitaria por ser de origen judío, debemos una de las más profundas reflexiones contemporáneas sobre el tema del perdón, al que dedicó Lo imprescriptible y, por supuesto, El perdón. Y es que si bien el perdón parte de un antecedente: la deuda que nace del agravio o daño sufrido, lo cierto es que también, tal y como él nos advierte, el perdón es un misterio que trasciende.


Perdonar implica otorgar un nuevo sentido a la vida a pesar de que no haya liquidación de la falta sufrida en la medida que ésta es una experiencia propia e intransferible


Etimológicamente hablando, la palabra perdón está integrada por el prefijo latino per: acción completa y total, y por el verbo donare: dar, regalar. Derivado de ello, perdonar es un acto de generosidad interpretado como la acción de dar o regalar totalmente, que puede aplicarse tanto a su petición como a su concesión. Lo paradójico es que se trata de una de las palabras más difíciles de pronunciar y pedir perdón, en consecuencia, uno de los actos de mayor nobleza que pueda realizar el ser humano.

En la actualidad, el mundo contemporáneo está ávido del perdón y las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial así lo evidenciaron, solo que al perdón se le desnaturaliza cuando se exige como si fuera un derecho o un deber. No obstante, para que el perdón realmente sea auténtico, debe ser espontáneo, comprometido, esto es, emanado de la libertad de conciencia como producto de un acto voluntario, de lo contrario deja de ser un don.

#Análisis:

Perdonar implica otorgar un nuevo sentido a la vida a pesar de que no haya liquidación de la falta sufrida en la medida que ésta es una experiencia propia e intransferible. De igual forma, perdonar no necesariamente implica olvidar, porque si a algo está vinculado el perdón es a la memoria y, por ende, al remordimiento y resentimiento y esto no podemos obviarlo, máxime en estos días en que se ha discutido acaloradamente sobre el tema del perdón a partir de las dos cartas enviadas por el presidente de la República Andrés Manuel López Obrador al rey de España, Felipe VI de Borbón, así como al Papa Francisco I.

Al respecto, numerosas voces en México y España así como en diversos países latinoamericanos –en su mayoría desde una posición radical- se han elevado para manifestarse, comenzando por la del propio monarca hispano y la del vocero del Vaticano. La cuestión es que si a alguna parte corresponde otorgar el perdón es a la víctima y ésta no debe condicionar ni esperar algo a cambio de otorgar su perdón, de ahí que abordar el perdón sea un terreno por demás complejo porque en él confluyen la moral y el Derecho, inscritos ambos en un marco de temporalidad histórico. Ahora bien, al hablar de historia, debemos también estar conscientes de que despertar los hechos del pasado detona repercusiones en el presente y en el futuro porque la interrelación entre las partes ha sufrido transformaciones con el paso del tiempo, máxime a 500 años de distancia.

Y aquí otro tema fundamental que no podemos soslayar: el del derecho al olvido, nacido ante las atrocidades contra la dignidad humana que tuvieron lugar durante la citada segunda conflagración mundial. La pregunta entonces sería ¿basta con perdonar u olvidar? Nada justifica el despojo, la tortura y la muerte, pero la historia de la humanidad está marcada por el sello de la guerra permanente: la lucha de clases, como motor de ella, según la llamó Lenin. ¿Qué hacer? Desde mi perspectiva, mantener viva la memoria de lo acaecido para que no vuelvan a repetirse -como diría Maquiavelo- los errores del ayer.

Perdonar es un acto de grandeza. Sí, pero ojalá cada vez fuera menos necesario otorgarlo porque el hombre respeta al hombre.


@BettyZanolli

bettyzanolli@gmail.com