/ sábado 29 de diciembre de 2018

El lenguaje de AMLO

La comunicación es vital para la vida y convivencia de sociedad. Todas las personas actuamos suponiendo que los demás, cuando hablan con nosotros, tienen la intención de ser entendidos, que nos quieren explicar, contar o mostrar algo de sus ideas, convicciones o de su mundo interno. Confiamos siempre en que así sea. En esta confianza básica se fundamenta el diálogo y sin él, no existe la mínima posibilidad de acuerdos ni de vida en común. Esto nos lo han dicho Jürgen Habermas y otros teóricos que nos explican una intuición muy simple de la vida: para llevar la vida en sociedad, la palabra es vital. No tenemos más que eso y las leyes para entendernos entre semejantes y diferentes.

Por ello es tan importante hablar del lenguaje que se usa desde el nuevo poder que se ha instalado en México. Esto lo sabe bien el Gobierno federal y es la razón detrás de las conferencias matutinas diarias. El lenguaje es tan importante que puede servir para dominar las opiniones y prioridades de los demás. Sin embargo, hay eventos como el trágico incidente en el que murieron la gobernadora Martha Erika Alonso Hidalgo y el senador Rafael Moreno Valle, que nos demuestran claramente la necesidad de construir, mediante el lenguaje, aspiraciones más altas a las de la confrontación y la polarización. Esa es la gran ausencia de la comunicación de este Gobierno y de esas conferencias de prensa.

En los mensajes emitidos por el presidente, no hemos visto una intención de explicar o de contar mediante el diálogo. Tampoco hemos visto la intención de inspirar un clima de tranquilidad después de una tragedia. Lo que constantemente hemos visto son señalamientos a sus oponentes. En momentos de altura de miras y momentos de Estado, lo que esperamos de un presidente, tanto en sus acciones como en su lenguaje, es construcción de paz, estabilidad y un reconocimiento, ya que quienes nos oponemos a sus acciones y su proyecto también somos una parte válida del diálogo. Tristemente, lo que hemos encontrado es el señalamiento de ser “mezquinos y canallas”.

Ya nos advertía Orwell de los grandes problemas con la forma en la que se habla en la política, diciéndonos que “el lenguaje político está diseñado para que las mentiras parezcan verdades, el asesinato una acción respetable y para dar al viento apariencia de solidez”. Esta frase nos ayuda a diseccionar claramente el discurso que se construye alrededor del presidente por sus simpatizantes en redes sociales y en la discusión pública. El doble rasero con el que se mide al presidente dice que es aceptable que, en una tragedia, llame a quienes se preguntan qué sucedió y llaman a una investigación clara “mezquinos y canallas” y que, al mismo tiempo, si le llamáramos así al presidente seríamos tachados de ser parte del problema, como si la tragedia tuviera algo que ver con el reclamo de justicia.

Construir paz requiere las palabras correctas, pero también una voluntad de actuar alrededor de ellas. Por ello, hay que poner atención al uso de las palabras “conservador”, “mezquino” y “canalla” en el contexto de una tragedia. Ejemplos de uso y abuso del lenguaje los hay cientos en la historia, pero vale la pena voltear a ver a un lingüista virtuoso, Víctor Klemperer, que se dedicó en su libro Lingua Tertii Imperii a documentar el uso del lenguaje de un régimen experto en manipular con palabras incendiarias a millones de personas y movilizarlas en contra de un enemigo inexistente. No dejemos que eso suceda con nosotros. Contemos, pensamos y valoremos cada palabra que viene del poder y cada palabra que decimos. Porque si ellos no construyen paz, nosotros sí lo haremos y daremos el ejemplo.


* Secretario General PAN Guadalajara

La comunicación es vital para la vida y convivencia de sociedad. Todas las personas actuamos suponiendo que los demás, cuando hablan con nosotros, tienen la intención de ser entendidos, que nos quieren explicar, contar o mostrar algo de sus ideas, convicciones o de su mundo interno. Confiamos siempre en que así sea. En esta confianza básica se fundamenta el diálogo y sin él, no existe la mínima posibilidad de acuerdos ni de vida en común. Esto nos lo han dicho Jürgen Habermas y otros teóricos que nos explican una intuición muy simple de la vida: para llevar la vida en sociedad, la palabra es vital. No tenemos más que eso y las leyes para entendernos entre semejantes y diferentes.

Por ello es tan importante hablar del lenguaje que se usa desde el nuevo poder que se ha instalado en México. Esto lo sabe bien el Gobierno federal y es la razón detrás de las conferencias matutinas diarias. El lenguaje es tan importante que puede servir para dominar las opiniones y prioridades de los demás. Sin embargo, hay eventos como el trágico incidente en el que murieron la gobernadora Martha Erika Alonso Hidalgo y el senador Rafael Moreno Valle, que nos demuestran claramente la necesidad de construir, mediante el lenguaje, aspiraciones más altas a las de la confrontación y la polarización. Esa es la gran ausencia de la comunicación de este Gobierno y de esas conferencias de prensa.

En los mensajes emitidos por el presidente, no hemos visto una intención de explicar o de contar mediante el diálogo. Tampoco hemos visto la intención de inspirar un clima de tranquilidad después de una tragedia. Lo que constantemente hemos visto son señalamientos a sus oponentes. En momentos de altura de miras y momentos de Estado, lo que esperamos de un presidente, tanto en sus acciones como en su lenguaje, es construcción de paz, estabilidad y un reconocimiento, ya que quienes nos oponemos a sus acciones y su proyecto también somos una parte válida del diálogo. Tristemente, lo que hemos encontrado es el señalamiento de ser “mezquinos y canallas”.

Ya nos advertía Orwell de los grandes problemas con la forma en la que se habla en la política, diciéndonos que “el lenguaje político está diseñado para que las mentiras parezcan verdades, el asesinato una acción respetable y para dar al viento apariencia de solidez”. Esta frase nos ayuda a diseccionar claramente el discurso que se construye alrededor del presidente por sus simpatizantes en redes sociales y en la discusión pública. El doble rasero con el que se mide al presidente dice que es aceptable que, en una tragedia, llame a quienes se preguntan qué sucedió y llaman a una investigación clara “mezquinos y canallas” y que, al mismo tiempo, si le llamáramos así al presidente seríamos tachados de ser parte del problema, como si la tragedia tuviera algo que ver con el reclamo de justicia.

Construir paz requiere las palabras correctas, pero también una voluntad de actuar alrededor de ellas. Por ello, hay que poner atención al uso de las palabras “conservador”, “mezquino” y “canalla” en el contexto de una tragedia. Ejemplos de uso y abuso del lenguaje los hay cientos en la historia, pero vale la pena voltear a ver a un lingüista virtuoso, Víctor Klemperer, que se dedicó en su libro Lingua Tertii Imperii a documentar el uso del lenguaje de un régimen experto en manipular con palabras incendiarias a millones de personas y movilizarlas en contra de un enemigo inexistente. No dejemos que eso suceda con nosotros. Contemos, pensamos y valoremos cada palabra que viene del poder y cada palabra que decimos. Porque si ellos no construyen paz, nosotros sí lo haremos y daremos el ejemplo.


* Secretario General PAN Guadalajara