/ lunes 27 de septiembre de 2021

El homenaje de AMLO a la dictadura Cubana

Van doscientos once años desde que estalló el movimiento de independencia en México, y el próximo 27 de septiembre celebraremos el bicentenario de su triunfo y consumación. Los días que corren son de alto contenido simbólico e histórico para nuestro país. Por eso importan los eventos que le circundan. Ojalá pudiéramos hablar sólo de esta conmemoración, pero el invitado especial del gobierno federal al desfile militar del 16 de septiembre nos obliga a mirar con cuidado lo que ahí se proyectó.

La presencia del presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, en calidad de invitado de honor, nos habla de la orientación que pretende el gobierno mexicano. Resulta chocante que en el marco de nuestras fechas patrias se invite a un personaje que en esencia es antidemocrático. Aunque su presencia está justificada por la VI cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), el protagonismo que se le otorgó no.

Con esos gestos, el presidente de México nos recuerda el estilo político de los años setenta, cuando los mensajes contradictorios eran la moneda corriente. El propio discurso del presidente hace unos días, durante su tercer informe de gobierno, podría bastar para observar ese punto. En él, se presumieron logros, o mejor dicho, los datos del presidente. Pero uno en particular llama la atención en este contexto: la libertad de expresión. Hacia el cierre de su intervención, López Obrador señaló que “ya no se persigue ni se espía a opositores” y añadió “la represión política ha dejado de existir”.

Ahora veámoslo con quince días de distancia. Si bien la vida política, y la vida en general, es un constante aprendizaje que nos obliga a replantearnos de forma permanente, cuando se alaba un tema, el mínimo de congruencia nos exige asumirlo para no ser “candil de la calle y oscuridad de la casa”, como tanto gusta decir al presidente. Hubiera sido importante recordar que en Cuba, según datos del Comité para la Protección de los periodistas (CPJ), que retoma el informe de Human Rights Watch (2021), la isla tiene el “clima más restringido para el ejercicio del periodismo en América”.

El invitado de honor que observó en primera fila el desfile militar, encabeza un gobierno que controla básicamente todos los medios de comunicación. Que condena ciudadanos por sus creencias políticas y donde los tribunales están sometidos al poder ejecutivo. Un lugar donde moverse, ya no digamos al exterior, sino al interior de la isla, se controla desde 1997 (Decreto 217). Es decir, se puede impedir que personas migren desde provincias a La Habana. Ese es el estilo heredado que mantiene el invitado de honor a nuestro país.

México tiene una historia diplomática saludable, pero habría que entender algo, el respeto hacia otros pueblos es con el pueblo, no se dirige a los regímenes autoritarios. El respeto no es incompatible con la crítica, al contrario, es su mayor soporte.

El momento y el lugar para emitir mensajes importa, por eso no olvidaremos que, en la conmemoración del 211 aniversario de nuestro levantamiento por la independencia, el presidente le dio un papel estelar al representante de un régimen que se llena la boca de revolución, pero poco de independencia. Nos leemos la siguiente y recuerda luchar, luchar siempre, pero siempre luchar, desde espacios más informados, que construyen realidades menos desiguales y pacíficas.

* Coordinador del LID Laboratorio de Innovación Democrática

Van doscientos once años desde que estalló el movimiento de independencia en México, y el próximo 27 de septiembre celebraremos el bicentenario de su triunfo y consumación. Los días que corren son de alto contenido simbólico e histórico para nuestro país. Por eso importan los eventos que le circundan. Ojalá pudiéramos hablar sólo de esta conmemoración, pero el invitado especial del gobierno federal al desfile militar del 16 de septiembre nos obliga a mirar con cuidado lo que ahí se proyectó.

La presencia del presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, en calidad de invitado de honor, nos habla de la orientación que pretende el gobierno mexicano. Resulta chocante que en el marco de nuestras fechas patrias se invite a un personaje que en esencia es antidemocrático. Aunque su presencia está justificada por la VI cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), el protagonismo que se le otorgó no.

Con esos gestos, el presidente de México nos recuerda el estilo político de los años setenta, cuando los mensajes contradictorios eran la moneda corriente. El propio discurso del presidente hace unos días, durante su tercer informe de gobierno, podría bastar para observar ese punto. En él, se presumieron logros, o mejor dicho, los datos del presidente. Pero uno en particular llama la atención en este contexto: la libertad de expresión. Hacia el cierre de su intervención, López Obrador señaló que “ya no se persigue ni se espía a opositores” y añadió “la represión política ha dejado de existir”.

Ahora veámoslo con quince días de distancia. Si bien la vida política, y la vida en general, es un constante aprendizaje que nos obliga a replantearnos de forma permanente, cuando se alaba un tema, el mínimo de congruencia nos exige asumirlo para no ser “candil de la calle y oscuridad de la casa”, como tanto gusta decir al presidente. Hubiera sido importante recordar que en Cuba, según datos del Comité para la Protección de los periodistas (CPJ), que retoma el informe de Human Rights Watch (2021), la isla tiene el “clima más restringido para el ejercicio del periodismo en América”.

El invitado de honor que observó en primera fila el desfile militar, encabeza un gobierno que controla básicamente todos los medios de comunicación. Que condena ciudadanos por sus creencias políticas y donde los tribunales están sometidos al poder ejecutivo. Un lugar donde moverse, ya no digamos al exterior, sino al interior de la isla, se controla desde 1997 (Decreto 217). Es decir, se puede impedir que personas migren desde provincias a La Habana. Ese es el estilo heredado que mantiene el invitado de honor a nuestro país.

México tiene una historia diplomática saludable, pero habría que entender algo, el respeto hacia otros pueblos es con el pueblo, no se dirige a los regímenes autoritarios. El respeto no es incompatible con la crítica, al contrario, es su mayor soporte.

El momento y el lugar para emitir mensajes importa, por eso no olvidaremos que, en la conmemoración del 211 aniversario de nuestro levantamiento por la independencia, el presidente le dio un papel estelar al representante de un régimen que se llena la boca de revolución, pero poco de independencia. Nos leemos la siguiente y recuerda luchar, luchar siempre, pero siempre luchar, desde espacios más informados, que construyen realidades menos desiguales y pacíficas.

* Coordinador del LID Laboratorio de Innovación Democrática