/ domingo 21 de junio de 2020

El fracaso de la refundación

Llegó el momento en que podemos declarar con toda certeza que la refundación (así, con minúsculas) es un verdadero fracaso. Vamos, es de tal magnitud, que ni siquiera el selecto grupo que conforma la nueva y arrogante aristocracia naranja, se atreve a mencionar la palabreja en sus noches bohemias.

Son muchos los factores que llevaron al desastre a este concepto que nunca emocionó a nadie. Quizás el más significativo tiene que ver con que su origen fue de carácter mercadológico y electorero; es decir, su uso estuvo asociado a más a una campaña política que a un modelo de gobierno. Si a esto le sumamos que el vocablo de por sí es confuso, entonces como lema nació con una muy limitada fecha de caducidad.

Con el argumento de que esta administración haría las cosas de modo distinto, la refundación sería la contrapropuesta de la llamada Cuarta Transformación que encabeza Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, lejos de ser un contraste, resultó que una vez instalado en Palacio de Gobierno, el partido Movimiento Ciudadano confirmó lo que sospechábamos, su interés estaba más orientado a la concreción de los grandes negocios que a la resolución de los graves problemas.

Hay que señalarlo con toda claridad, Jalisco es rehén de un proyecto unipersonal que nos jala hacia la deriva. Basta con preguntarnos cuáles son las estrategias para atender todas las asignaturas pendientes que afectan a la población. Los índices de seguridad, competitividad, salud, honestidad y buenas prácticas en la rendición de cuentas, se hunden a cada instante.

Recordemos que la refundación es un proceso, es la consecuencia de modificar algo de manera significativa y profunda. Si en realidad habláramos de refundación, entonces tampoco veríamos los desfiguros que hoy se observan en el poder legislativo, que lejos de dignificar los principios básicos de la democracia, se convirtió en un tapete que limpia las suelas del ingeniero Enrique Alfaro.

Sin pudor alguno, venos en esta legislatura cómo la traición, el sin sentido y la abyección, son las variables de una ecuación que no tiene nada de social.

En nuestro Estado los actores del poder público escriben los capítulos más bochornosos de nuestra historia. Los aplaudidores oficiosos (que se autoproclaman “sociedad civil”) y la mayoría de las y los diputados, nos están haciendo muchísimo daño. Que yo recuerde, en más de treinta años como comunicador, jamás se había dado la espalda al pueblo de una forma tan descarada e insultante. Podríamos citar varios ejemplos, pero es suficiente con traer a la memoria la aprobación del mega negocio a favor de un amigo del gobernador -de más de 3 mil 600 millones de pesos- conocido como ‘A toda máquina’ y de la contratación de la mega deuda por más de 6 mil 200 millones de pesos.

Derivado de lo anterior, no creo que los “representantes populares” vayan a contar con el respaldo de la gente a la hora de votar la “nueva” Constitución.

Por otra parte, además del dolor y muerte que trajo consigo el Coronavirus, esta pandemia también develó el verdadero rostro de quienes ovacionan el paso de la corte anaranjada. Sea de pie o arrodillados, ciertos figurines de la iniciativa privada y unos cuantos periodistas privados de la libertad, no sólo aplauden las actuaciones del nuevo prócer de la patria (según el ‘histeriador’ Enrique Krauze), sino que validan, justifican e incluso tratan de ocultar –sin dignidad ni rubor- decisiones que atentan contra la colectividad.

El desgano que acusa Alfaro Ramírez para atender sus responsabilidades fundamentales, enciende las luces de alerta en un país golpeado por olas gigantescas.

Por eso, con más enfado que tristeza, debemos admitir que nuestra entidad carece de una ruta de navegación. Y peor aún, parece que ya nos quedamos sin capitán y sin marineros.

Llegó el momento en que podemos declarar con toda certeza que la refundación (así, con minúsculas) es un verdadero fracaso. Vamos, es de tal magnitud, que ni siquiera el selecto grupo que conforma la nueva y arrogante aristocracia naranja, se atreve a mencionar la palabreja en sus noches bohemias.

Son muchos los factores que llevaron al desastre a este concepto que nunca emocionó a nadie. Quizás el más significativo tiene que ver con que su origen fue de carácter mercadológico y electorero; es decir, su uso estuvo asociado a más a una campaña política que a un modelo de gobierno. Si a esto le sumamos que el vocablo de por sí es confuso, entonces como lema nació con una muy limitada fecha de caducidad.

Con el argumento de que esta administración haría las cosas de modo distinto, la refundación sería la contrapropuesta de la llamada Cuarta Transformación que encabeza Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, lejos de ser un contraste, resultó que una vez instalado en Palacio de Gobierno, el partido Movimiento Ciudadano confirmó lo que sospechábamos, su interés estaba más orientado a la concreción de los grandes negocios que a la resolución de los graves problemas.

Hay que señalarlo con toda claridad, Jalisco es rehén de un proyecto unipersonal que nos jala hacia la deriva. Basta con preguntarnos cuáles son las estrategias para atender todas las asignaturas pendientes que afectan a la población. Los índices de seguridad, competitividad, salud, honestidad y buenas prácticas en la rendición de cuentas, se hunden a cada instante.

Recordemos que la refundación es un proceso, es la consecuencia de modificar algo de manera significativa y profunda. Si en realidad habláramos de refundación, entonces tampoco veríamos los desfiguros que hoy se observan en el poder legislativo, que lejos de dignificar los principios básicos de la democracia, se convirtió en un tapete que limpia las suelas del ingeniero Enrique Alfaro.

Sin pudor alguno, venos en esta legislatura cómo la traición, el sin sentido y la abyección, son las variables de una ecuación que no tiene nada de social.

En nuestro Estado los actores del poder público escriben los capítulos más bochornosos de nuestra historia. Los aplaudidores oficiosos (que se autoproclaman “sociedad civil”) y la mayoría de las y los diputados, nos están haciendo muchísimo daño. Que yo recuerde, en más de treinta años como comunicador, jamás se había dado la espalda al pueblo de una forma tan descarada e insultante. Podríamos citar varios ejemplos, pero es suficiente con traer a la memoria la aprobación del mega negocio a favor de un amigo del gobernador -de más de 3 mil 600 millones de pesos- conocido como ‘A toda máquina’ y de la contratación de la mega deuda por más de 6 mil 200 millones de pesos.

Derivado de lo anterior, no creo que los “representantes populares” vayan a contar con el respaldo de la gente a la hora de votar la “nueva” Constitución.

Por otra parte, además del dolor y muerte que trajo consigo el Coronavirus, esta pandemia también develó el verdadero rostro de quienes ovacionan el paso de la corte anaranjada. Sea de pie o arrodillados, ciertos figurines de la iniciativa privada y unos cuantos periodistas privados de la libertad, no sólo aplauden las actuaciones del nuevo prócer de la patria (según el ‘histeriador’ Enrique Krauze), sino que validan, justifican e incluso tratan de ocultar –sin dignidad ni rubor- decisiones que atentan contra la colectividad.

El desgano que acusa Alfaro Ramírez para atender sus responsabilidades fundamentales, enciende las luces de alerta en un país golpeado por olas gigantescas.

Por eso, con más enfado que tristeza, debemos admitir que nuestra entidad carece de una ruta de navegación. Y peor aún, parece que ya nos quedamos sin capitán y sin marineros.