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Tonatiuh Pérez Prieto (Adrián Uribe) alguna vez fue un político con ideales, pero poco a poco se convirtió en un mentiroso y un corrupto. El protagonista de la que promete convertirse en el nuevo éxito en taquilla del cine mexicano, la película El Candidato Honesto, dirigida por Luis Felipe Ybarra y acompañando en el elenco a Adrián Uribe con Mariana Seoane, Teresa Ruiz y Daniel Tovar, es una comedia que trata acerca de un antiguo líder idealista convertido en político corrupto, que por una maldición de su abuela en vísperas de las elecciones presidenciales, es obligado a ser honesto.
La trama, llena de humor, sarcasmo, crítica al sistema político mexicano, revela una gran cantidad de verdades que impregnan el quehacer político de nuestro país: la corrupción, el sexo por conveniencia, la manipulación partidista, la injerencia de empresarios y gobernadores en las campañas, la mano negra y la influencia de los medios de comunicación, la fuerza del patrocinador que doblega a los candidatos, la practica generalizada de mentir, de engañar, de decir verdades a medias, de no cumplir la palara empeñada, de distanciarse de las causas y de la misma gente que dio origen al liderazgo al nacer y conforme va incrementando la influencia, se va dejando de lado, además de la superficial, banal, pecaminosa e ilegal forma de vivir de quienes están en la alta esfera política, incluidos los partidos que no gobiernan pero hacen gordo el entramado.
La cantidad de verdadazos que aparecen en la película obliga a reflexionar sobre las semejanzas con la vida real, similitudes que aparecen en la memoria del espectador al relacionar escenas de ficción con otras vividas en la vida real. Sin ser una gran obra de arte de la cinematografía, la producción con bajo presupuesto logra ambientar y establecer códigos semióticos suficientes para acompañar una actuación destacada de Adrián Uribe, que logra transmitir emociones de furia, coraje y frustración y al final, después de percibir la debilidad y la flaqueza humana, reconocer la posibilidad de enmendar el camino, de hacer las cosas bien, de atender al pueblo y de renunciar a la corrupción enderezando su vida y recuperando la dignidad personal y el amor de su familia.
Un diálogo de la película como ejemplo y sin espoilear a mis lectores, es la siguiente. Diana: Tona nunca ha sido un santo. Tona: ¿Y quién si lo es? ¿Usted? Así, con predicamentos éticos, con revelaciones de actos comunes en muchos personajes de nuestra política mexicana, sin generalizar, aunque podríamos, la desconfianza, el desinterés y la apatía de los ciudadanos hacia nuestra clase política, se explica y queda claro que para llegar al enfado y al rechazo, motivos ha habido, mismos que ya son de dominio público, anécdotas y revelaciones que la gente conoce, que en el peor de los casos, no tiene pruebas pero tampoco dudas.
Siempre el cine ha sido un reflejo de la realidad social. Esta película, entregada a destiempo, pues hubiera sido útil para despertar suspicacias, crear conciencia y servir de herramienta para los electores previo a la importante elección presidencial pasada por su mensaje reflexivo y por la dificultad de escapar de la trama de nuestros personajes de la política más importantes, debe ser valorada por su intención social y servir para alentar al ciudadano no solo a reírse ni a criticar a sus políticos, sino a comprometerse a revertir el estado actual, pues quedamos millones de mexicanos que amamos y deseamos a un México mejor. Vea la película, no tiene desperdicio. Reír, disfrutar, pensar y actuar en consecuencia.