/ jueves 3 de diciembre de 2020

Dos años de incertidumbre

Se cumplen dos años de Andrés Manuel López Obrador al frente del ejecutivo federal, dos años de claroscuros en una gestión que, hasta ahora, no ha cambiado el rumbo de nuestro país en los rubros que se habían “prometido”. El combate a la corrupción -que continúa en el discurso-, pero no se refleja en acciones; el poder otorgado al ejército y la continuación de una política de seguridad militarizada que lo único que ha provocado son más muertes y; la nula existencia de justicia para las miles de mujeres violentadas, desaparecidas y víctimas de feminicidio.

Si bien, los anteriores son problemas crónicos de nuestro país y todos representan años de malas prácticas políticas, así como de gestiones ineficientes en la resolución de los conflictos sociales, económicos, políticos, etc., sin embargo, lo que se desaprueba de AMLO es la contrariedad de su discurso, la apariencia de que todo está bien, sus “otros datos”, cuando no es así, el ejemplo más evidente es el manejo de la pandemia.

Si debemos elegir un solo suceso de este segundo año de gobierno, evidentemente es la crisis sanitaria ocasionada por el SARS-CoV-2. Estoy de acuerdo con que una pandemia no es predecible, nadie está preparado para los efectos sanitarios, sociales y económicos que un evento de esta naturaleza desencadena, pero la forma en la que un gobernante maneja una situación extraordinaria como la que vivimos, es la manera en la que se expresa, la relevancia que le da al hecho y, sobre todo, el control de la circunstancia, esta cuestión fue -y sigue siendo- la que está definiendo su segundo año de mandato.

Sin duda este gobierno sigue siendo de muchas buenas intenciones y resultados medianos y pobres, según sea el rubro. Un gobierno que por sus omisiones se ha posicionado más en el centro que a la izquierda del cartesiano político. Una gestión que siempre tiene otra información que le favorece, un presidente que sigue encontrando en cualquier crítica a un enemigo y que la polarización ha sido su actividad de todos los días. Un gobierno que dos años después de haber comenzado no ha dado pasos firmes para resolver el tema de seguridad, la principal preocupación de las y los mexicanos y a casi un año de que la pandemia llegara a nuestro país no se ha proveído de posibilidades reales para salir de la crisis económica… ni de la sanitaria.

Aún con todo esto, las personas mantienen la confianza en este gobierno, sobre todo en Andrés Manuel López Obrador. El reto de dirigir un país no es fácil, pero se pueden lograr cambios importantes cuando mantienes ciertas mayorías y buenos niveles de aprobación, características que sin duda el gobierno federal tiene. Quedan dos tercios de un sexenio que todavía tiene posibilidades de convertir la esperanza de la ciudadanía en certidumbre, en un México mejor. El problema es que, si se mantienen estas prácticas, no se ve cómo se pueda lograr cambiar el rumbo.

Se cumplen dos años de Andrés Manuel López Obrador al frente del ejecutivo federal, dos años de claroscuros en una gestión que, hasta ahora, no ha cambiado el rumbo de nuestro país en los rubros que se habían “prometido”. El combate a la corrupción -que continúa en el discurso-, pero no se refleja en acciones; el poder otorgado al ejército y la continuación de una política de seguridad militarizada que lo único que ha provocado son más muertes y; la nula existencia de justicia para las miles de mujeres violentadas, desaparecidas y víctimas de feminicidio.

Si bien, los anteriores son problemas crónicos de nuestro país y todos representan años de malas prácticas políticas, así como de gestiones ineficientes en la resolución de los conflictos sociales, económicos, políticos, etc., sin embargo, lo que se desaprueba de AMLO es la contrariedad de su discurso, la apariencia de que todo está bien, sus “otros datos”, cuando no es así, el ejemplo más evidente es el manejo de la pandemia.

Si debemos elegir un solo suceso de este segundo año de gobierno, evidentemente es la crisis sanitaria ocasionada por el SARS-CoV-2. Estoy de acuerdo con que una pandemia no es predecible, nadie está preparado para los efectos sanitarios, sociales y económicos que un evento de esta naturaleza desencadena, pero la forma en la que un gobernante maneja una situación extraordinaria como la que vivimos, es la manera en la que se expresa, la relevancia que le da al hecho y, sobre todo, el control de la circunstancia, esta cuestión fue -y sigue siendo- la que está definiendo su segundo año de mandato.

Sin duda este gobierno sigue siendo de muchas buenas intenciones y resultados medianos y pobres, según sea el rubro. Un gobierno que por sus omisiones se ha posicionado más en el centro que a la izquierda del cartesiano político. Una gestión que siempre tiene otra información que le favorece, un presidente que sigue encontrando en cualquier crítica a un enemigo y que la polarización ha sido su actividad de todos los días. Un gobierno que dos años después de haber comenzado no ha dado pasos firmes para resolver el tema de seguridad, la principal preocupación de las y los mexicanos y a casi un año de que la pandemia llegara a nuestro país no se ha proveído de posibilidades reales para salir de la crisis económica… ni de la sanitaria.

Aún con todo esto, las personas mantienen la confianza en este gobierno, sobre todo en Andrés Manuel López Obrador. El reto de dirigir un país no es fácil, pero se pueden lograr cambios importantes cuando mantienes ciertas mayorías y buenos niveles de aprobación, características que sin duda el gobierno federal tiene. Quedan dos tercios de un sexenio que todavía tiene posibilidades de convertir la esperanza de la ciudadanía en certidumbre, en un México mejor. El problema es que, si se mantienen estas prácticas, no se ve cómo se pueda lograr cambiar el rumbo.