Julio César (100 a.C. – 44 d.C) fue un formidable estratega militar romano; muchas batallas lo demuestran (Bibracte, Alesia, Farsalia, Ruspina) cuatro veces detentador del poder absoluto, es a quien se le atribuye la frase Divide et impera (divide y vencerás) por haberla puesto en ejercicio en la política romana, esa obra perfecta de ingenio de fragmentar a las oposiciones para hacerlas débiles.
La personalidad de Julio César era magnética; abogado, historiador y no solo conquistador castrense, sino conquistador de corazones, pues sus habilidades sedujeron a las esposas de Servio Sulpicio, a la de Aulio Gabinio y a Tértula, que era esposa de Marco Licinio Craso, y su relación más renombrada fue la que tuvo con Cleopatra la Reina Egipcia, según lo relata Suetonio (vidas de los doce Césares).
Hombre decidido (lo muestra otra de sus frases inmortales: Alea jacta est ) pronunciada cuando cruzó el Rubicón en el año 49 cuando comenzó la guerra civil y además nos dejó un legado de suma importancia: su calendario, que lleva su nombre: calendario juliano que recorrió el inicio del año al 1º de enero en lugar del 1º de marzo auxiliado por Sosígenes de Alejandría, un sabio astrónomo egipcio, calendario que estuvo vigente hasta que en el siglo XVI apareció el Calendario Gregoriano llamado así por obra del Papa Gregorio XIII en 1582.
Vale la pena aproximarse a la vida y obra de Julio César, porque sin duda ha sido una de las personalidades más atrayentes de la Historia de todos los tiempos; gobernante duro pero al mismo tiempo benévolo, excelente jurista, buen administrador y generoso; sobre este punto es famosa una lex debitoris en la que determinó que la usura era una conducta reprobable por lo que todo lo que los deudores hubieren abonado a una deuda no se aplicara a los intereses sino al capital, con el objeto de abolir una práctica poco caritativa entre los ciudadanos romanos.