El eterno debate religión y ciencia alcanza, por supuesto, al ámbito de la discapacidad. Según teorías deterministas bien vistas por la ciencia, aquellos seres que nacen con algún tipo de discapacidad fueron “sorteados” de entre la girandula de la vida para arribar a este mundo bajo tales circunstancias.
Aunque ahora, bajo la perspectiva de la óptica científica, detrás de su condición existe una explicación genética, explicación reforzada por los notables avances en el campo de la tecnología genética a tal gado han llegado los avances que estudios previos de ADN arrojan resultados confiables respecto a la probabilidad de dar a luz a un bebe con algún tipo de discapacidad, mental o física.
Según apreciaciones de ciertas religiones, entre ellas la católica, la discapacidad es uno más de los planes de Dios para armonizar convivencias humanas, en otras palabras, es un proyecto divino cuya total comprensión escapa a nuestra capacidad. No debemos olvidar que en épocas pasadas se supuso, por ciertos grupos, inconsciente y cruelmente, que la discapacidad significaba un castigo, supuesto ignorante y cruel pues nunca se aclaro para quien era el castigo.
Para nadie es un secreto lo mucho que avanza la identificación de síndromes genéticos asociados con la discapacidad intelectual, por citar un ejemplo, en temas como la responsabilidad individual en el comportamiento antisocial debido a un componente genético. De igual manera la aplicación del conocimiento genético a la evaluación predictiva prenatal para el caso del síndrome Down ha registrado notables avances: su inmediata consecuencia, sobre todo en países desarrollados, ha sido la evidente disminución de nacimientos de bebes con síndrome Down debido a que las parejas deciden abortar; decisión evidentemente contraria a los principios de la religión católica.
El asunto se torna enormemente complicado, veamos tan sólo un caso: de quien será la responsabilidad para dar consentimiento a investigaciones y tratamientos que involucren a personas con discapacidad, en el entendido de que, si bien la capacidad de autonomía de una persona con discapacidad no debe juzgarse como enferma, evidentemente esta capacidad simplemente es inadecuada, por lo que no será esa persona quien decida adecuadamente. Por otra parte no se pierda de vista que esos tratamientos e investigaciones servirán para el bienestar de futuras personas.
Es necesario que conforme se vaya adentrando en este complejo pero inevitable tema se deba adoptar una perspectiva desde los Derechos Humanos a fin de articular y justificar las preocupaciones morales en esta área. El impacto potencial del Proyecto Genóma Humano es de dimensiones impredecibles hasta ahora, los avances genéticos no deben ser descartados mucho menos ignorados, como tampoco la primacía del principio de autodeterminación.
Por lo pronto quedan en el tintero grandes preguntas sin responder, dos de ellas de enorme complejidad: ¿Cuál será la postura de la Iglesia católica en este tema?, pero sobre todo ¿cual el proyecto divino en el futuro para este sufrido e incomprendido colectivo?.