/ sábado 22 de junio de 2019

Días de guerra



En la paz, los hijos entierran a los padres; la guerra altera el orden de la naturaleza y hace que los padres entierren a sus hijos

Herodoto


Según cifras del Sistema Nacional de Seguridad Pública, vivimos el periodo más violento de la historia de México. De enero a mayo del 2019, suman 14 mil 133 homicidios en el país, lo que significa que a diario mueren de forma violenta 94 personas. Tan sólo en el mes de mayo se registraron dos mil 903 casos.

Específicamente en Jalisco, en el año van mil 167 homicidios dolosos, con un registro en mayo de 224 asesinatos. El panorama no es alentador, este viernes vimos imágenes de varios tiroteos en donde agentes de la Fiscalía del Estado de Jalisco fueron asesinados por el crimen organizado. En las imágenes más fuertes y tristes, se puede ver a los jóvenes armados que atentaron contra la Policía en Tlajomulco, sin vida. Como es usual, son muy jóvenes. Perdieron la vida obedeciendo ciegamente las leyes de un conflicto brutal que demanda asesinar gente para poder preservar su propia vida, sus intereses, sus negocios ilegales. Una pena.

Esta rotura de la convivencia pacífica difícilmente podía ser arreglada mediante paz o negociación: quien empuña un arma va enfilado directamente al conflicto. Sin embargo, para comenzar, como siempre se ha hecho desde mi pluma, a hablar de lo que debemos de hacer antes y después, vale la pena tratar de concebir cómo podemos hacer una gestión cotidiana de los conflictos que elimine la agresión como manera de solucionarlos. Paco Cascón, desde la teoría de paz, nos dice que para ello hay que “vivenciar en la propia piel la situación que se quiere trabajar, para así tener una experiencia en primera persona que nos haga entender y sentir lo que estamos trabajando”.

¿Cómo desarrollar una actitud empática que nos lleve a cambiar nuestros valores y formas de comportarnos, que nos lleve a un compromiso transformador? En primer lugar, vale la pena disolver la idea de que estos conflictos armados son inevitables. Seguimos teniendo problemas como sociedad para entender qué llevaría a un joven armado a tratar de asesinar a otro. ¿Cuáles son las condiciones de vida de este joven y las del joven policía al que asesinó?

Al reducir al delincuente y al policía como enemigos mortales dentro de la sociedad, contribuimos a una lógica de exterminio. Evidentemente, nunca ayudará a construir paz solapar a quien comete delitos y daña a los demás. Pero socialmente, debemos de aceptar que una vez que se cruza al lado del delito y del conflicto, poco se hace por entender, por ejemplo, la difícil situación de una familia que se entera de que un hijo suyo está delinquiendo y el terrible conflicto que causa saber que es casi imposible "jalarlo de vuelta a la normalidad" desde el crimen. De igual forma, a los policías que viven bajo constante estrés y el enorme temor, casi inimaginable, de ser asesinados todos los días, los pensamos como aquellos seres corruptos e inhumanos que solamente viven para molestarnos.

El terrible acontecimiento que sucedió en Tlajomulco, nos habla de que si caemos presa de la guerra sin asumir un compromiso humanizador y transformador, habremos perdido todo. Sin embargo, construir paz es un esfuerzo continuo por hacer la convivencia humana libre de agresión, reconociendo que tendremos problemas inevitablemente. Usemos el realismo de paz para reaprender que, en México, aparte de un conflicto armado hay un conflicto humano. Cada pérdida de este conflicto causa un dolor inimaginable que tendremos que solucionar. En algunos años, la pregunta vendrá a cada uno de nosotros. ¿Cuál es el compromiso transformador que asumiré con paz para poder sanar las heridas que está dejando esta guerra sin sentido?


Secretario General PAN Guadalajara.



En la paz, los hijos entierran a los padres; la guerra altera el orden de la naturaleza y hace que los padres entierren a sus hijos

Herodoto


Según cifras del Sistema Nacional de Seguridad Pública, vivimos el periodo más violento de la historia de México. De enero a mayo del 2019, suman 14 mil 133 homicidios en el país, lo que significa que a diario mueren de forma violenta 94 personas. Tan sólo en el mes de mayo se registraron dos mil 903 casos.

Específicamente en Jalisco, en el año van mil 167 homicidios dolosos, con un registro en mayo de 224 asesinatos. El panorama no es alentador, este viernes vimos imágenes de varios tiroteos en donde agentes de la Fiscalía del Estado de Jalisco fueron asesinados por el crimen organizado. En las imágenes más fuertes y tristes, se puede ver a los jóvenes armados que atentaron contra la Policía en Tlajomulco, sin vida. Como es usual, son muy jóvenes. Perdieron la vida obedeciendo ciegamente las leyes de un conflicto brutal que demanda asesinar gente para poder preservar su propia vida, sus intereses, sus negocios ilegales. Una pena.

Esta rotura de la convivencia pacífica difícilmente podía ser arreglada mediante paz o negociación: quien empuña un arma va enfilado directamente al conflicto. Sin embargo, para comenzar, como siempre se ha hecho desde mi pluma, a hablar de lo que debemos de hacer antes y después, vale la pena tratar de concebir cómo podemos hacer una gestión cotidiana de los conflictos que elimine la agresión como manera de solucionarlos. Paco Cascón, desde la teoría de paz, nos dice que para ello hay que “vivenciar en la propia piel la situación que se quiere trabajar, para así tener una experiencia en primera persona que nos haga entender y sentir lo que estamos trabajando”.

¿Cómo desarrollar una actitud empática que nos lleve a cambiar nuestros valores y formas de comportarnos, que nos lleve a un compromiso transformador? En primer lugar, vale la pena disolver la idea de que estos conflictos armados son inevitables. Seguimos teniendo problemas como sociedad para entender qué llevaría a un joven armado a tratar de asesinar a otro. ¿Cuáles son las condiciones de vida de este joven y las del joven policía al que asesinó?

Al reducir al delincuente y al policía como enemigos mortales dentro de la sociedad, contribuimos a una lógica de exterminio. Evidentemente, nunca ayudará a construir paz solapar a quien comete delitos y daña a los demás. Pero socialmente, debemos de aceptar que una vez que se cruza al lado del delito y del conflicto, poco se hace por entender, por ejemplo, la difícil situación de una familia que se entera de que un hijo suyo está delinquiendo y el terrible conflicto que causa saber que es casi imposible "jalarlo de vuelta a la normalidad" desde el crimen. De igual forma, a los policías que viven bajo constante estrés y el enorme temor, casi inimaginable, de ser asesinados todos los días, los pensamos como aquellos seres corruptos e inhumanos que solamente viven para molestarnos.

El terrible acontecimiento que sucedió en Tlajomulco, nos habla de que si caemos presa de la guerra sin asumir un compromiso humanizador y transformador, habremos perdido todo. Sin embargo, construir paz es un esfuerzo continuo por hacer la convivencia humana libre de agresión, reconociendo que tendremos problemas inevitablemente. Usemos el realismo de paz para reaprender que, en México, aparte de un conflicto armado hay un conflicto humano. Cada pérdida de este conflicto causa un dolor inimaginable que tendremos que solucionar. En algunos años, la pregunta vendrá a cada uno de nosotros. ¿Cuál es el compromiso transformador que asumiré con paz para poder sanar las heridas que está dejando esta guerra sin sentido?


Secretario General PAN Guadalajara.