/ lunes 11 de marzo de 2019

Desde mi óptica / En la cuerda floja

A Toño le parecía que no tenía ningún sentido seguir viviendo. Su vida había sido muy dura desde la muerte de su madre. Sus padres se divorciaron cuando él era pequeño; creció bajo el cobijo de sus abuelos maternos y ante la ausencia de un padre, tomó como tal a su tío materno, la única persona que parecía entenderle.

Pasó el tiempo, aquel niño ya era un adolescente, sus tías se habían casado, el tío que había representado la figura del padre ausente, también había formado su familia y tenía sus propios hijos. El abuelo materno falleció y sólo quedó bajo el cobijo de la abuela y de la madre. Toño llegó a la edad adulta y en su pequeño mundo solamente figuraban su progenitora y su abuela.

Como la vida no la tenemos comprada, y no sabemos el día y la hora en qué vamos a partir de este mundo, ambas fallecieron, dejando a Toño en un abismo de soledad, amargura y desesperación.

Esta es una de tantas historias en las que niños, jóvenes y adultos van arrastrando una carga muy pesada, que, si no encuentran en su camino alguien que les ayude a superar sus emociones y sentimientos, pueden ser las personas idóneas para llegar al suicidio.

Muchos padres de familia, no quieren darse cuenta que el seno familiar es el mejor espacio que tienen los hijos para sentirse amados, seguros y felices, enseñarles a amar la vida, estar al pendiente y quitarles ideas irracionales, que estén ligadas a la tristeza o a la depresión. A veces por ignorancia, otras tantas por indiferencia y muchas por irresponsabilidad, los padres no toman el rol que realmente les corresponde, ya que deben estar al pendiente del desarrollo emocional de los hijos, que considero mayormente importante, pues es intangible y éste requiere de mucha observación.

Desde pequeños se les debe fomentar confianza y seguridad, darles las armas necesarias para que sepan enfrentarse a los triunfos y a los fracasos, a la vida y a la muerte (cuando se van los seres que amamos), enseñarles a ser personas útiles, capaces de valerse por sí mismos.

Los hijos son el mayor tesoro de los padres, se les debe enseñar a sonreír, decirles que la fuerza más grande y que todo lo puede es el amor, si carecen de lo anterior, crecerán inseguros, con miedo, incapaces de luchar contra las adversidades, perderán todas las batallas a las que se enfrenten, estarán sumidos en un mar de tristeza, sin tener un aliciente o un proyecto de vida, buscarán una salida falsa, porque no encuentran una razón para vivir, porque han caído en una fuerte depresión. ¡Cuántos suicidios pudieran evitarse!

A veces, las personas que se plantean el suicidio ni siquiera son conscientes de que están deprimidas. No se dan cuenta de que es la depresión —no la situación— lo que les está haciendo ver las cosas como si "no hubiera salida", "no pudieran mejorar" o "no hubiera nada que hacer".

Cuando remite la depresión, porque la persona recibe la terapia o tratamiento adecuados, desaparece el pensamiento distorsionado. La persona recupera la capacidad de experimentar placer, la energía y la esperanza. Pero, cuando una persona está profundamente deprimida, la ideación suicida es una preocupación real.

Respetable lector, esta triste realidad se da en todos los niveles de la edad, solo que los jóvenes y adolescentes, cuando carecen de ese importante cariño y consejos son más propicios de estar en la cuerda floja y que los lleva a tomar decisiones fatales, gracias.


Rector General del Centro Universitario UTEG*

Email. joseroque@uteg.edu.mx

A Toño le parecía que no tenía ningún sentido seguir viviendo. Su vida había sido muy dura desde la muerte de su madre. Sus padres se divorciaron cuando él era pequeño; creció bajo el cobijo de sus abuelos maternos y ante la ausencia de un padre, tomó como tal a su tío materno, la única persona que parecía entenderle.

Pasó el tiempo, aquel niño ya era un adolescente, sus tías se habían casado, el tío que había representado la figura del padre ausente, también había formado su familia y tenía sus propios hijos. El abuelo materno falleció y sólo quedó bajo el cobijo de la abuela y de la madre. Toño llegó a la edad adulta y en su pequeño mundo solamente figuraban su progenitora y su abuela.

Como la vida no la tenemos comprada, y no sabemos el día y la hora en qué vamos a partir de este mundo, ambas fallecieron, dejando a Toño en un abismo de soledad, amargura y desesperación.

Esta es una de tantas historias en las que niños, jóvenes y adultos van arrastrando una carga muy pesada, que, si no encuentran en su camino alguien que les ayude a superar sus emociones y sentimientos, pueden ser las personas idóneas para llegar al suicidio.

Muchos padres de familia, no quieren darse cuenta que el seno familiar es el mejor espacio que tienen los hijos para sentirse amados, seguros y felices, enseñarles a amar la vida, estar al pendiente y quitarles ideas irracionales, que estén ligadas a la tristeza o a la depresión. A veces por ignorancia, otras tantas por indiferencia y muchas por irresponsabilidad, los padres no toman el rol que realmente les corresponde, ya que deben estar al pendiente del desarrollo emocional de los hijos, que considero mayormente importante, pues es intangible y éste requiere de mucha observación.

Desde pequeños se les debe fomentar confianza y seguridad, darles las armas necesarias para que sepan enfrentarse a los triunfos y a los fracasos, a la vida y a la muerte (cuando se van los seres que amamos), enseñarles a ser personas útiles, capaces de valerse por sí mismos.

Los hijos son el mayor tesoro de los padres, se les debe enseñar a sonreír, decirles que la fuerza más grande y que todo lo puede es el amor, si carecen de lo anterior, crecerán inseguros, con miedo, incapaces de luchar contra las adversidades, perderán todas las batallas a las que se enfrenten, estarán sumidos en un mar de tristeza, sin tener un aliciente o un proyecto de vida, buscarán una salida falsa, porque no encuentran una razón para vivir, porque han caído en una fuerte depresión. ¡Cuántos suicidios pudieran evitarse!

A veces, las personas que se plantean el suicidio ni siquiera son conscientes de que están deprimidas. No se dan cuenta de que es la depresión —no la situación— lo que les está haciendo ver las cosas como si "no hubiera salida", "no pudieran mejorar" o "no hubiera nada que hacer".

Cuando remite la depresión, porque la persona recibe la terapia o tratamiento adecuados, desaparece el pensamiento distorsionado. La persona recupera la capacidad de experimentar placer, la energía y la esperanza. Pero, cuando una persona está profundamente deprimida, la ideación suicida es una preocupación real.

Respetable lector, esta triste realidad se da en todos los niveles de la edad, solo que los jóvenes y adolescentes, cuando carecen de ese importante cariño y consejos son más propicios de estar en la cuerda floja y que los lleva a tomar decisiones fatales, gracias.


Rector General del Centro Universitario UTEG*

Email. joseroque@uteg.edu.mx