/ sábado 22 de septiembre de 2018

Depósitos de cadáveres en el país, la peor pesadilla

Recuperar o identificar un cadáver en nuestro país, es un doloroso viacrucis.


Morir en un accidente carretero, tiene la desventaja de no saber en que condiciones mantendrán su cadáver. Así que mejor, maneje con cuidado. Todo reportero de la vieja escuela sabe que se empieza haciendo guardias en la fuente policiaca, es indispensable para la formación del profesional de la comunicación, ahí se forja, se sensibiliza y se tiene el primer contacto con lo más bajo y real de la sociedad, las miserias humanas.


Los médicos, en sus prácticas forenses, saben que la cercanía con los cadáveres templan su carácter, para bien o para mal, es ahí en el anfiteatro donde se encuentran con la muerte, un médico aprende y tiene la opción de volverse sensible o insensible ante el sufrimiento de las personas, se acostumbran a conocer y familiarizarse con su eterna enemiga y compañera. La muerte. Que a veces ganará y otras saldrá derrotada, las manos expertas del médico, alargan la vida del paciente, arrebatándoselo, temporalmente a la muerte.

Los estudiantes de leyes tampoco están exentos de conocer, visitar un depósito de cadáveres, acompañar a un cliente o a un amigo, a reconocer a un familiar. Cimbra, sacude las fibras más sensibles de cualquier ser humano, desde la primera vez, les vuelve sensibles o indiferentes ante el dolor humano. No es casualidad que en el derecho penal, se conozca lo más profundo y misterioso de las pasiones humanas, los abogados penalistas son admirables, porque como Virgilio y Dante, son capaces de bajar al infierno, ven al demonio, lo miran a la cara, lo enfrentan, conocen sus engaños y mentiras, se sumergen en el dolor y las miserias humanas para después transformarlas y modificar el destino de las personas.

Ingresar vivo a un depósito de cadáveres – pues quien ingresa muerto no lo cuenta – sin motivo, se antoja macabro, se llega por necesidad, resulta tétrico, más allá de un cuento de terror de Poe, Lovecraft, Lumley, King, Campbell, Shelley o Ligotti. Evoca tiempos de estudiante y reportero, un domingo en la salida a Pachuca o llegada – da igual – tramitando la recuperación de dos cadáveres, almacenados al fondo del panteón, en un cuarto de lámina, los cuerpos amontonados, hay sólo dos planchas, insuficientes para los doce accidentados del día. Un médico forense, que no se ensucia las manos y sólo llena formatos, mientras el ayudante improvisado, que alternaba las autopsias con la venta de hot dogs en el centro de Ecatepec, al terminar sus tareas, se lava las manos en el único grifo sin desagüe en el piso, para luego secárselas con la ropa de los muertos. Terminada la tarea, entrada la noche iluminados por una lámpara mortecina que se apagaba intermitentemente por el desgaste de las pilas, habían de cruzar el panteón, cargando los cadáveres y entregarlos a sus deudos. No han variado las condiciones, sin gavetas refrigeradas. El tema integral y financiero es de los tres órdenes de gobierno.

En todos los estados, vemos lo mismo, improvisadas morgues ambulantes, en todo el país, o a poco creen que sea privativo de Jalisco. Para tanto muerto, nada es suficiente. Como ya están muertos, no se pueden quejar. Los deudos, sumidos en el dolor, no reclaman el maltrato, porque ni reparan en ello. Quien reporteé sobre el tema, le premiarán. Es peor el trato inhumano de cadáveres que de animales, pero no hay sociedad protectora de cadáveres. Finamente, a quién le importa.


sadot16@hotmail.com

Recuperar o identificar un cadáver en nuestro país, es un doloroso viacrucis.


Morir en un accidente carretero, tiene la desventaja de no saber en que condiciones mantendrán su cadáver. Así que mejor, maneje con cuidado. Todo reportero de la vieja escuela sabe que se empieza haciendo guardias en la fuente policiaca, es indispensable para la formación del profesional de la comunicación, ahí se forja, se sensibiliza y se tiene el primer contacto con lo más bajo y real de la sociedad, las miserias humanas.


Los médicos, en sus prácticas forenses, saben que la cercanía con los cadáveres templan su carácter, para bien o para mal, es ahí en el anfiteatro donde se encuentran con la muerte, un médico aprende y tiene la opción de volverse sensible o insensible ante el sufrimiento de las personas, se acostumbran a conocer y familiarizarse con su eterna enemiga y compañera. La muerte. Que a veces ganará y otras saldrá derrotada, las manos expertas del médico, alargan la vida del paciente, arrebatándoselo, temporalmente a la muerte.

Los estudiantes de leyes tampoco están exentos de conocer, visitar un depósito de cadáveres, acompañar a un cliente o a un amigo, a reconocer a un familiar. Cimbra, sacude las fibras más sensibles de cualquier ser humano, desde la primera vez, les vuelve sensibles o indiferentes ante el dolor humano. No es casualidad que en el derecho penal, se conozca lo más profundo y misterioso de las pasiones humanas, los abogados penalistas son admirables, porque como Virgilio y Dante, son capaces de bajar al infierno, ven al demonio, lo miran a la cara, lo enfrentan, conocen sus engaños y mentiras, se sumergen en el dolor y las miserias humanas para después transformarlas y modificar el destino de las personas.

Ingresar vivo a un depósito de cadáveres – pues quien ingresa muerto no lo cuenta – sin motivo, se antoja macabro, se llega por necesidad, resulta tétrico, más allá de un cuento de terror de Poe, Lovecraft, Lumley, King, Campbell, Shelley o Ligotti. Evoca tiempos de estudiante y reportero, un domingo en la salida a Pachuca o llegada – da igual – tramitando la recuperación de dos cadáveres, almacenados al fondo del panteón, en un cuarto de lámina, los cuerpos amontonados, hay sólo dos planchas, insuficientes para los doce accidentados del día. Un médico forense, que no se ensucia las manos y sólo llena formatos, mientras el ayudante improvisado, que alternaba las autopsias con la venta de hot dogs en el centro de Ecatepec, al terminar sus tareas, se lava las manos en el único grifo sin desagüe en el piso, para luego secárselas con la ropa de los muertos. Terminada la tarea, entrada la noche iluminados por una lámpara mortecina que se apagaba intermitentemente por el desgaste de las pilas, habían de cruzar el panteón, cargando los cadáveres y entregarlos a sus deudos. No han variado las condiciones, sin gavetas refrigeradas. El tema integral y financiero es de los tres órdenes de gobierno.

En todos los estados, vemos lo mismo, improvisadas morgues ambulantes, en todo el país, o a poco creen que sea privativo de Jalisco. Para tanto muerto, nada es suficiente. Como ya están muertos, no se pueden quejar. Los deudos, sumidos en el dolor, no reclaman el maltrato, porque ni reparan en ello. Quien reporteé sobre el tema, le premiarán. Es peor el trato inhumano de cadáveres que de animales, pero no hay sociedad protectora de cadáveres. Finamente, a quién le importa.


sadot16@hotmail.com