/ lunes 20 de diciembre de 2021

Del estallido social al viraje electoral

Hace un mes que en Chile se celebró la primera vuelta de las elecciones presidenciales y la segunda se realizó el pasado domingo. Dos proyectos se antepusieron y se enfrentaron este 19 de diciembre: una propuesta ultraderechista y una que algunos llamarán izquierda extrema. La balanza se inclinó a la izquierda con una diferencia de casi 12 puntos porcentuales que representó casi el 56% de los votos, dando la victoria a Boric, un político de 35 años en una elección que ha registrado un récord de participación desde que el voto es voluntario.

En los últimos tres años, Chile se cimbró. Y explicarnos lo ocurrido en este periodo no se puede sin detenernos a mirar las últimas tres décadas. En 1990 el régimen dictatorial se dio por concluido después de más de 3 mil muertes a manos de agentes del Estado, miles de personas desaparecidas, y más de 40 mil detenciones por motivaciones políticas según los últimos datos del Instituto Nacional de Derechos Humanos de Chile. Es importante decirlo porque hace no mucho que terminó la dictadura, porque es un trauma social e histórico y porque el rumbo de ese país ha estado marcado por procesos de transición que pactaron con la violencia militarista y depredación económica.

En 2019 estalló la protesta social y como lo aclaraban las pancartas “no son 30 pesos, son 30 años” haciendo alusión a que el descontento y el problema tenían raíces profundas y no se limitaban al incremento de las tarifas del transporte. La protesta fue de tal magnitud que la crítica y el cuestionamiento al status quo fue brutal y total; recordemos a “Las Tesis”, esa colectiva feminista que a través de diversas expresiones artísticas como la performance callejera se propusieron difundir teorías académicas feministas y que lo lograron con el famoso “El violador eres tú”. La tensión social fue tanta que se realizó un plebiscito nacional que abrió las puertas a la redacción de una nueva constitución (que será aprobada o rechazada el siguiente año).

La propuesta de Boric para muchas y muchos, sobre todo para jóvenes, representa la urgente necesidad de canalizar los descontentos, la injusticia social, de reconocer lo necesario de un Estado de Bienestar, la atención total a las brechas de género, culturales, demográficas, educacionales, territoriales, económicas. Chile le dijo no al candidato que defendió el legado pinochetista, al de las posturas xenofóbicas y antiinmigrantes, al de la visión de la familia tradicional, al que no prioriza la agenda de progresividad, ni los derechos de las mujeres o la comunidad LGBT, le dijo no a la representación de una clase política sorda que se ha quedado corta ante las demandas sociales.

Lo que pasó en los comicios del fin de semana significan mucho no solo para la república austral sino para toda América Latina, porque es una apuesta por una izquierda democrática.

Hace un mes que en Chile se celebró la primera vuelta de las elecciones presidenciales y la segunda se realizó el pasado domingo. Dos proyectos se antepusieron y se enfrentaron este 19 de diciembre: una propuesta ultraderechista y una que algunos llamarán izquierda extrema. La balanza se inclinó a la izquierda con una diferencia de casi 12 puntos porcentuales que representó casi el 56% de los votos, dando la victoria a Boric, un político de 35 años en una elección que ha registrado un récord de participación desde que el voto es voluntario.

En los últimos tres años, Chile se cimbró. Y explicarnos lo ocurrido en este periodo no se puede sin detenernos a mirar las últimas tres décadas. En 1990 el régimen dictatorial se dio por concluido después de más de 3 mil muertes a manos de agentes del Estado, miles de personas desaparecidas, y más de 40 mil detenciones por motivaciones políticas según los últimos datos del Instituto Nacional de Derechos Humanos de Chile. Es importante decirlo porque hace no mucho que terminó la dictadura, porque es un trauma social e histórico y porque el rumbo de ese país ha estado marcado por procesos de transición que pactaron con la violencia militarista y depredación económica.

En 2019 estalló la protesta social y como lo aclaraban las pancartas “no son 30 pesos, son 30 años” haciendo alusión a que el descontento y el problema tenían raíces profundas y no se limitaban al incremento de las tarifas del transporte. La protesta fue de tal magnitud que la crítica y el cuestionamiento al status quo fue brutal y total; recordemos a “Las Tesis”, esa colectiva feminista que a través de diversas expresiones artísticas como la performance callejera se propusieron difundir teorías académicas feministas y que lo lograron con el famoso “El violador eres tú”. La tensión social fue tanta que se realizó un plebiscito nacional que abrió las puertas a la redacción de una nueva constitución (que será aprobada o rechazada el siguiente año).

La propuesta de Boric para muchas y muchos, sobre todo para jóvenes, representa la urgente necesidad de canalizar los descontentos, la injusticia social, de reconocer lo necesario de un Estado de Bienestar, la atención total a las brechas de género, culturales, demográficas, educacionales, territoriales, económicas. Chile le dijo no al candidato que defendió el legado pinochetista, al de las posturas xenofóbicas y antiinmigrantes, al de la visión de la familia tradicional, al que no prioriza la agenda de progresividad, ni los derechos de las mujeres o la comunidad LGBT, le dijo no a la representación de una clase política sorda que se ha quedado corta ante las demandas sociales.

Lo que pasó en los comicios del fin de semana significan mucho no solo para la república austral sino para toda América Latina, porque es una apuesta por una izquierda democrática.