/ martes 15 de septiembre de 2020

Dar vida después de la vida

Para millones de personas recibir un trasplante de órgano representa la única posibilidad de disminuir los riesgos de perder la vida ante alguna enfermedad crónica. Desde hace algunas décadas y gracias a los avances en la ciencia y la medicina esta práctica se ha convertido en una forma de dar vida. No obstante, hasta el día de hoy, en México no hemos logrado una cultura de la donación como en España o Estados Unidos.

Según datos del Centro Nacional de Trasplantes (Cenatra) en nuestro país más de 23 mil personas se encuentran en espera de recibir un órgano y en muchas ocasiones esta espera se prolonga hasta por tres años, mientras que en España, líder mundial en esta materia, su tasa de donación ha alcanzado 48 donantes por millón de habitantes, en México desde hace al menos 3 años la tasa se mantiene en niveles mínimos de entre 4.2 y 5 donantes por millón de habitantes debido a los tabúes o por la simple negativa de la población frente a esta práctica.

Estoy convencido de que todos debemos ser donadores de órganos, por ello, la semana pasada presentamos una iniciativa de reforma a la Ley General de Salud y la ley estatal. Buscamos que cambie la dinámica frente a la donación de órganos, pues distintos estudios demuestran que al menos un 60 % de la población está a favor de ser donante, sin embargo, ese porcentaje de donación no se alcanza pues la mayoría de las personas no sabe cómo ser donador o los familiares terminan no autorizando la práctica a pesar de que el paciente haya expresado lo contrario. Con esta iniciativa pretendemos incorporar el principio de reciprocidad, a través del cual se favorecerá, al momento de recibir un órgano, a un donante frente a quien manifestó no donar, asimismo, proponemos que ya no sea necesaria la autorización de un tercero (hijos, cónyuges, etc.), pues el 70 % de los trasplantes no concretados se deben a la negativa familiar.

Pasar de la naturaleza de no ser donantes para convertirnos en uno sin que nadie más deba tomar la decisión de trasplantar nuestros órganos al momento de fallecer significaría un paso importante para nuestro estado y país, pero sobre todo para las miles de personas que se encuentran en la incertidumbre de recibir un órgano que les permita continuar con su vida. Es momento de dejar de ver esta práctica como un tema ajeno y, sin afectar la individualidad y la posibilidad de siempre expresar lo contrario, fortalecernos como sociedad para “Dar vida después de la vida”.

Para millones de personas recibir un trasplante de órgano representa la única posibilidad de disminuir los riesgos de perder la vida ante alguna enfermedad crónica. Desde hace algunas décadas y gracias a los avances en la ciencia y la medicina esta práctica se ha convertido en una forma de dar vida. No obstante, hasta el día de hoy, en México no hemos logrado una cultura de la donación como en España o Estados Unidos.

Según datos del Centro Nacional de Trasplantes (Cenatra) en nuestro país más de 23 mil personas se encuentran en espera de recibir un órgano y en muchas ocasiones esta espera se prolonga hasta por tres años, mientras que en España, líder mundial en esta materia, su tasa de donación ha alcanzado 48 donantes por millón de habitantes, en México desde hace al menos 3 años la tasa se mantiene en niveles mínimos de entre 4.2 y 5 donantes por millón de habitantes debido a los tabúes o por la simple negativa de la población frente a esta práctica.

Estoy convencido de que todos debemos ser donadores de órganos, por ello, la semana pasada presentamos una iniciativa de reforma a la Ley General de Salud y la ley estatal. Buscamos que cambie la dinámica frente a la donación de órganos, pues distintos estudios demuestran que al menos un 60 % de la población está a favor de ser donante, sin embargo, ese porcentaje de donación no se alcanza pues la mayoría de las personas no sabe cómo ser donador o los familiares terminan no autorizando la práctica a pesar de que el paciente haya expresado lo contrario. Con esta iniciativa pretendemos incorporar el principio de reciprocidad, a través del cual se favorecerá, al momento de recibir un órgano, a un donante frente a quien manifestó no donar, asimismo, proponemos que ya no sea necesaria la autorización de un tercero (hijos, cónyuges, etc.), pues el 70 % de los trasplantes no concretados se deben a la negativa familiar.

Pasar de la naturaleza de no ser donantes para convertirnos en uno sin que nadie más deba tomar la decisión de trasplantar nuestros órganos al momento de fallecer significaría un paso importante para nuestro estado y país, pero sobre todo para las miles de personas que se encuentran en la incertidumbre de recibir un órgano que les permita continuar con su vida. Es momento de dejar de ver esta práctica como un tema ajeno y, sin afectar la individualidad y la posibilidad de siempre expresar lo contrario, fortalecernos como sociedad para “Dar vida después de la vida”.