El pasado domingo familiares de personas desaparecidas se manifestaron fuera de las instalaciones del Servicio Médico Forense en Tlaquepaque, su demanda: la entrega de los restos de sus seres queridos.
Se estima que hay más de 300 personas identificadas que no han sido entregadas a sus familias por temas administrativos y señalan que los retrasos llevan superan incluso el año. Según expertas y expertos, la crisis forense que hoy se vive en el estado, es distinta a aquella de finales del sexenio pasado, la diferencia radica en que en el periodo de Aristóteles el problema era el trato indigno de los cuerpos y hoy en día se centra precisamente en la identificación de los cuerpos. El problema es gravísimo porque la institución tiene un déficit de personal y deficiencias en lo que respecta a bancos de ADN.
En febrero del 2020, por ejemplo, el subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, Alejandro Encinas, se comprometió a que en conjunto con la Secretaría de Gobierno del Estado, se crearía un Centro de Identificacion Humana que contaría con fondos federales y estatales. Sin embargo, hace apenas un mes, comenzó su construcción. De ese tamaño el rezago en el estado que suma más de quince mil desapariciones y encabeza la lista a nivel nacional.
Es claro que no es un problema que atañe solamente a Jalisco, sino que adolece en todo el país. Hace un par de meses, el presidente de la república envió una iniciativa que de hecho, ya se aprobó y consiste en la creación de Centro Nacional de Identificación Humana, una unidad administrativa enfocada exclusivamente en la identificación humana, es decir, busca garantizar el derecho a la búsqueda, a la identificación y a la verdad pero sin sustituir responsabilidades y obligaciones de los servicios forenses de las fiscalías ni los tribunales.
La crisis forense es un síntoma de la crisis de violencia. En nuestro estado y en todo México han sido las familias quienes han presionado y quienes se han movilizado para exigir justicia, para buscar a sus seres queridos, para identificarles y tejer un ejercicio de memoria histórica y colectiva que ayude a sanar esta herida de muerte, desaparición y violencia que tanto dolor ha causado los últimos quince años.