/ miércoles 16 de junio de 2021

Corrida deslucida

Abel Campirano Marin

Lo que llevamos de sexenio federal se parece a una corrida de toros anunciada con bombo y platillo. Un cartel de tronío, con el mejor espada del momento -Andrés Manuel López Obrador- encabezando el cartel.

Las localidades se agotaron, el público abarrotó la plaza -las boletas electorales- y después del desfile de Reinas en las Calesas adornadas con flores, -aquel inolvidable recorrido rumbo a San Lázaro con la gente en las calles aplaudiendo y vitoreando en el colmo de la apoteosis- suenan los clarines. Viene lo bueno.

Enfundado en un hermoso terno guinda y oro, el primer espada Desmonterado, saludando a los suyos, camina feliz en medio del redondel recibiendo los vítores y aplausos de un público entregado y profundamente entusiasmado que admira la sencilléz del torero - llegó en su Jetta Blanco sin guaruras- a la Plaza a brindarnos la mejor de sus faenas.

Entrega el capote de paseo pero pronto sufre el primer traspiés, -el Presidente de la República hincado, de rodillas, allí, en el Zócalo frente a los chamanes que con zahumerios, copal, flores, bastones y toda clase de estramancias lo ahuman, lo bendicen y lo protegen del mal de ojo.

No resulta agradable ver a nuestro Presidente de rodillas en pleno Zócalo. En fin... todo sea por el bien del País y de él mismo.

Pero bueno, empieza la corrida; el Matador sale al tercio a recibir los aplausos del respetable con una sonrisa que se le ve sincera y transmite la esperanza de un futuro mejor -después de su discurso el día de la protesta constitucional al asumir el cargo-.

El primer Toro se llama "Huachicol" un toro bravo, de buena presencia, encastado, con los mejores antecedentes de crianza de una ganadería de prosapia, con fenomenal encornadura y con más de 550 kilos de peso, peligroso, es un berrendo con mucho trapío.

Pero el matador es arrojado y valiente. No espera que los peones de brega le hagan el trabajo; armado de su capote sale y pone al público de pie con una fenomenal chicuelina, ceñida, ajustada, se pasa el toro rozando la taleguilla. Se ve que sabe, trae ganas y va a triunfar.

El combate al huachicol es la muestra de lo que seguramente será un faenón de órdago. La corrida empieza bien, aunque a mucha gente le causa incomodidades -hacer largas filas en las gasolinerías- pero a final de cuentas será para el bien de México. Las gasolinas bajarán, se acabará ese cáncer de la economía y se fortalecerá Pemex.

Se contratan cientos de choferes para los cientos de Pipas que se compran para abastecer al País de gasolinas. La gente aplaude a rabiar, la serie de chicuelinas y revoleras de ese torero que sigue luciendo impecable en su terno guinda y oro presagia una inolvidable tarde de toros.

Cambio de tercio, aparecen los de a caballo y empiezan los problemas para el Matador. Las puyas fuera de sitio, no cargan la suerte, y el toro sale avanto; los subalternos en lugar de fijarlo lo corretean por el ruedo y pronto se escucha un aviso en los altos de la Plaza, suenan las trompetas de advertencia al Matador. Las cosas no andan bien. A nadie se le detiene ni se le enjuicia por el huachicol y luego allá en el Estado de Hidalgo explota un ducto y poco a poco se va acabando el entusiasmo inicial del combate al Huachicol.

Pero apenas empieza la corrida- dejémoslo lidiar -dice el público- y el Torero muleta en mano se dirige al centro del redondel y con la montera en la diestra brinda a todos los asistentes la faena.

Pese a que lo único apreciable fueron las verónicas, chicuelinas y la revolera del principio, el público -que sigue entregado al Matador- le corresponde con su aplauso incondicional.

El burel que se ha crecido al castigo equivocado de los picadores quienes lucen desatinados y para colmo los banderilleros dejaron sus palitroques caídos; hacen que ese toro acuda a la cita con mucho peligro; el Torero quiere iniciar su faena con un trincherazo pero lamentablemente se equivoca y recibe tremenda voltereta; mientras recoge los trastos con la ayuda de sus inútiles subalternos se sacude el polvo y empieza a sudar. El toro es bastante mas bravo y peligroso de lo que se veía en los corrales de la Plaza antes de la corrida.

Con derrotes, mañoso, reservón, ese toro necesita que se le abrevie la lidia; el Matador decide cortar por lo sano y después de varios pinchazos y descabellos, despacha por fin al primero de la tarde y ya no se escuchan en los Tendidos los aplausos; se oyen silbidos y protestas; el Matador pide calma, faltan todavía varios toros que lidiar.

Pero lo cierto es que en el segundo y en el tercero de la lidia las cosas van de mal en peor. Los nombres de los toros no importan, pueden ser los que guste el respetable, Lozoya, desabasto de medicinas, la pandemia, Trump. Biden, Kamala, niños con cáncer, la migración, la inseguridad, el Chapito, Cienfuegos, el Gober de Tamaulipas, García Luna, Ayotzinapa, Ancira, el pleito con el INE, Salgado Macedonio, los feminicidios, el lío del agua en Chihuahua, las inundaciones de Tabasco, la rifa del avión, la prensa fifí, los conservadores, los adversarios, los neoliberales... pobre Matador ya no sabe si va o viene.

Los dos toros se le fueron vivos a los corrales; aunque gana gubernaturas pierde el control de su principal bastión, la CDMX y se le cae un tramo de la Línea 12 del metro; la plaza está dividida completamente y empiezan las trifulcas en los tendidos; y con una cuadrilla francamente inútil que estorba mas de lo que ayuda no hay como ayudarlo.

Vamos a la mitad de la corrida y fuera de los primeros capotazos -huachicol- nada que valga la pena en la corrida en donde los toros -los problemas- han sido claramente superiores a las capacidades del Torero que prometía buena faena pero como que las bendiciones de los chamanes no sirvieron.

El público ya está más que desesperado; en las gradas la gente mejor quiere salirse de la Plaza y que le regresen lo que pagó -devuélveme mi voto- y esto se ha convertido en corrida bufa, la música desafinada, las protestas contra la autoridad -INE- aumentan, el matador ya no luce impecable el terno, está sucio, roto, desaliñado, ya no sabe donde trae la montera ni donde dejó la muleta ni el estoque; vienen los toros mas bravos, sobre todo el quinto -el año de la transición- así que el futuro de la corrida no augura nada bueno.

La división en los Tendidos es notoria; la corrida no es lo que se esperaba. Mejor que me regresen la entrada grita el público -devuélveme mi voto-

El Torero no entiende que las orejas se cortan con la espada después de una buena faena. Y hasta ahora ni faena ni estocada. Una corrida deslucida. El boleto pagado no ha valido la pena. Lástima.

* Doctor en Derecho

Abel Campirano Marin

Lo que llevamos de sexenio federal se parece a una corrida de toros anunciada con bombo y platillo. Un cartel de tronío, con el mejor espada del momento -Andrés Manuel López Obrador- encabezando el cartel.

Las localidades se agotaron, el público abarrotó la plaza -las boletas electorales- y después del desfile de Reinas en las Calesas adornadas con flores, -aquel inolvidable recorrido rumbo a San Lázaro con la gente en las calles aplaudiendo y vitoreando en el colmo de la apoteosis- suenan los clarines. Viene lo bueno.

Enfundado en un hermoso terno guinda y oro, el primer espada Desmonterado, saludando a los suyos, camina feliz en medio del redondel recibiendo los vítores y aplausos de un público entregado y profundamente entusiasmado que admira la sencilléz del torero - llegó en su Jetta Blanco sin guaruras- a la Plaza a brindarnos la mejor de sus faenas.

Entrega el capote de paseo pero pronto sufre el primer traspiés, -el Presidente de la República hincado, de rodillas, allí, en el Zócalo frente a los chamanes que con zahumerios, copal, flores, bastones y toda clase de estramancias lo ahuman, lo bendicen y lo protegen del mal de ojo.

No resulta agradable ver a nuestro Presidente de rodillas en pleno Zócalo. En fin... todo sea por el bien del País y de él mismo.

Pero bueno, empieza la corrida; el Matador sale al tercio a recibir los aplausos del respetable con una sonrisa que se le ve sincera y transmite la esperanza de un futuro mejor -después de su discurso el día de la protesta constitucional al asumir el cargo-.

El primer Toro se llama "Huachicol" un toro bravo, de buena presencia, encastado, con los mejores antecedentes de crianza de una ganadería de prosapia, con fenomenal encornadura y con más de 550 kilos de peso, peligroso, es un berrendo con mucho trapío.

Pero el matador es arrojado y valiente. No espera que los peones de brega le hagan el trabajo; armado de su capote sale y pone al público de pie con una fenomenal chicuelina, ceñida, ajustada, se pasa el toro rozando la taleguilla. Se ve que sabe, trae ganas y va a triunfar.

El combate al huachicol es la muestra de lo que seguramente será un faenón de órdago. La corrida empieza bien, aunque a mucha gente le causa incomodidades -hacer largas filas en las gasolinerías- pero a final de cuentas será para el bien de México. Las gasolinas bajarán, se acabará ese cáncer de la economía y se fortalecerá Pemex.

Se contratan cientos de choferes para los cientos de Pipas que se compran para abastecer al País de gasolinas. La gente aplaude a rabiar, la serie de chicuelinas y revoleras de ese torero que sigue luciendo impecable en su terno guinda y oro presagia una inolvidable tarde de toros.

Cambio de tercio, aparecen los de a caballo y empiezan los problemas para el Matador. Las puyas fuera de sitio, no cargan la suerte, y el toro sale avanto; los subalternos en lugar de fijarlo lo corretean por el ruedo y pronto se escucha un aviso en los altos de la Plaza, suenan las trompetas de advertencia al Matador. Las cosas no andan bien. A nadie se le detiene ni se le enjuicia por el huachicol y luego allá en el Estado de Hidalgo explota un ducto y poco a poco se va acabando el entusiasmo inicial del combate al Huachicol.

Pero apenas empieza la corrida- dejémoslo lidiar -dice el público- y el Torero muleta en mano se dirige al centro del redondel y con la montera en la diestra brinda a todos los asistentes la faena.

Pese a que lo único apreciable fueron las verónicas, chicuelinas y la revolera del principio, el público -que sigue entregado al Matador- le corresponde con su aplauso incondicional.

El burel que se ha crecido al castigo equivocado de los picadores quienes lucen desatinados y para colmo los banderilleros dejaron sus palitroques caídos; hacen que ese toro acuda a la cita con mucho peligro; el Torero quiere iniciar su faena con un trincherazo pero lamentablemente se equivoca y recibe tremenda voltereta; mientras recoge los trastos con la ayuda de sus inútiles subalternos se sacude el polvo y empieza a sudar. El toro es bastante mas bravo y peligroso de lo que se veía en los corrales de la Plaza antes de la corrida.

Con derrotes, mañoso, reservón, ese toro necesita que se le abrevie la lidia; el Matador decide cortar por lo sano y después de varios pinchazos y descabellos, despacha por fin al primero de la tarde y ya no se escuchan en los Tendidos los aplausos; se oyen silbidos y protestas; el Matador pide calma, faltan todavía varios toros que lidiar.

Pero lo cierto es que en el segundo y en el tercero de la lidia las cosas van de mal en peor. Los nombres de los toros no importan, pueden ser los que guste el respetable, Lozoya, desabasto de medicinas, la pandemia, Trump. Biden, Kamala, niños con cáncer, la migración, la inseguridad, el Chapito, Cienfuegos, el Gober de Tamaulipas, García Luna, Ayotzinapa, Ancira, el pleito con el INE, Salgado Macedonio, los feminicidios, el lío del agua en Chihuahua, las inundaciones de Tabasco, la rifa del avión, la prensa fifí, los conservadores, los adversarios, los neoliberales... pobre Matador ya no sabe si va o viene.

Los dos toros se le fueron vivos a los corrales; aunque gana gubernaturas pierde el control de su principal bastión, la CDMX y se le cae un tramo de la Línea 12 del metro; la plaza está dividida completamente y empiezan las trifulcas en los tendidos; y con una cuadrilla francamente inútil que estorba mas de lo que ayuda no hay como ayudarlo.

Vamos a la mitad de la corrida y fuera de los primeros capotazos -huachicol- nada que valga la pena en la corrida en donde los toros -los problemas- han sido claramente superiores a las capacidades del Torero que prometía buena faena pero como que las bendiciones de los chamanes no sirvieron.

El público ya está más que desesperado; en las gradas la gente mejor quiere salirse de la Plaza y que le regresen lo que pagó -devuélveme mi voto- y esto se ha convertido en corrida bufa, la música desafinada, las protestas contra la autoridad -INE- aumentan, el matador ya no luce impecable el terno, está sucio, roto, desaliñado, ya no sabe donde trae la montera ni donde dejó la muleta ni el estoque; vienen los toros mas bravos, sobre todo el quinto -el año de la transición- así que el futuro de la corrida no augura nada bueno.

La división en los Tendidos es notoria; la corrida no es lo que se esperaba. Mejor que me regresen la entrada grita el público -devuélveme mi voto-

El Torero no entiende que las orejas se cortan con la espada después de una buena faena. Y hasta ahora ni faena ni estocada. Una corrida deslucida. El boleto pagado no ha valido la pena. Lástima.

* Doctor en Derecho