/ martes 2 de febrero de 2021

Consenso nacional inaplazable


Maurice Duverger, sociólogo y politólogo francés que observó este efecto y dejó constancia del mismo en diversos textos publicados en los años 50 y 60 del siglo XX . Posteriormente otros politólogos comenzaron a llamar "ley" a este efecto.

Siguiendo a Duverger, “el sistema político es el resultado de las opciones políticas, económicas y sociales acogidas por una sociedad determinada, en un momento determinado; por su parte, el régimen político muestra las materializaciones coyunturales de las relaciones de poder, tanto políticas como económicas, en esas sociedades. Es una cierta combinación de un sistema de partidos, de una forma de votación, de uno o varios tipos de decisión, de una o varias estructuras de grupos de presión, etc.” (M. Duverger, Institutions politiques et droit constitutionnel, France, 1973).

En nuestro país, el ascenso a la presidencia de la República de Andrés Manuel López Obrador, candidato de la alianza Juntos Haremos Historia, llegó ante la decadencia del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y a la fractura del Partido Acción Nacional (PAN), rompiendo la Ley Duverger, generando una cierta turbulencia que permite la proliferación de partidos políticos nuevos, el reacomodo y alianzas coyunturales de los ya existentes y una nueva distribución de fuerza y mapeo político de los grupos de presión y de los factores reales del poder en el país y en las entidades federativas.

El nuevo régimen político de López Obrador revivió el nacionalismo mexicano progresista de antaño, pero no ha sido capaz de modificar al sistema político. El ideal de cambio, la insatisfacción ciudadana, el hastío, el hartazgo social, no han sido satisfechos, ni reducidos a niveles de estabilidad y afán de continuidad.

El mayor riesgo del México de hoy es que se conduzca al país a un neopresidencialismo sin contrapesos. La tentación de pretender reducir la competencia política y cejar en el intento por buscar acuerdos y consensos con las fuerzas políticas en el país, acelera la descomposición social del país provocados también por la violencia y el desorden propiciados por una democracia disfuncional y excluyente, así como por un capitalismo salvaje.

La sociedad civil mexicana, cada vez más compleja, informada, inquieta y crítica, a pesar de ser frágil y endeble en términos organizacionales y políticos, pero mantiene capacidades de resistencia que reducen los espacios de maniobra de cualquier gobierno que quiera restaurar la vieja hegemonía estatal sobre la sociedad. El Estado mexicano se ha debilitado tanto que otros poderes locales y regionales (fundamentalmente criminales) le disputan el control territorial. El notable aumento del crimen común y organizado en todo el país es la expresión del desmoronamiento del Estado. López Obrador no ha podido detener esa ola criminal ni recuperar el territorio.

Sin poder desobedecer los tratados de libre comercio y la integración de facto de buena parte de la economía mexicana a la de Estados Unidos, pensar en la restauración de un modelo de desarrollo «hacia adentro», que hace mucho dejó de ser viable como motor central de la economía, no debería de ser el destino de México.

Más allá de discursos, de propaganda política, de buenas intenciones, el Sistema Político Mexicano persiste, resiste y embiste. Los cambios de forma no afectaron el fondo. Los actores económicos y los grupos de poder fueron debilitados pero no desactivados. El estado sigue endeble, sometido a fuerzas externas, impedido a tomar decisiones, sobre todo, radicales.

El cambio gradual ha sido útil y benéfico para la patria, pero la búsqueda de consensos, gobernanza y unidad nacional deben ser prioridad para reparar nuestro sistema político para bien de todos los mexicanos.

www.youtube.com/user/carlosanguianoz


Maurice Duverger, sociólogo y politólogo francés que observó este efecto y dejó constancia del mismo en diversos textos publicados en los años 50 y 60 del siglo XX . Posteriormente otros politólogos comenzaron a llamar "ley" a este efecto.

Siguiendo a Duverger, “el sistema político es el resultado de las opciones políticas, económicas y sociales acogidas por una sociedad determinada, en un momento determinado; por su parte, el régimen político muestra las materializaciones coyunturales de las relaciones de poder, tanto políticas como económicas, en esas sociedades. Es una cierta combinación de un sistema de partidos, de una forma de votación, de uno o varios tipos de decisión, de una o varias estructuras de grupos de presión, etc.” (M. Duverger, Institutions politiques et droit constitutionnel, France, 1973).

En nuestro país, el ascenso a la presidencia de la República de Andrés Manuel López Obrador, candidato de la alianza Juntos Haremos Historia, llegó ante la decadencia del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y a la fractura del Partido Acción Nacional (PAN), rompiendo la Ley Duverger, generando una cierta turbulencia que permite la proliferación de partidos políticos nuevos, el reacomodo y alianzas coyunturales de los ya existentes y una nueva distribución de fuerza y mapeo político de los grupos de presión y de los factores reales del poder en el país y en las entidades federativas.

El nuevo régimen político de López Obrador revivió el nacionalismo mexicano progresista de antaño, pero no ha sido capaz de modificar al sistema político. El ideal de cambio, la insatisfacción ciudadana, el hastío, el hartazgo social, no han sido satisfechos, ni reducidos a niveles de estabilidad y afán de continuidad.

El mayor riesgo del México de hoy es que se conduzca al país a un neopresidencialismo sin contrapesos. La tentación de pretender reducir la competencia política y cejar en el intento por buscar acuerdos y consensos con las fuerzas políticas en el país, acelera la descomposición social del país provocados también por la violencia y el desorden propiciados por una democracia disfuncional y excluyente, así como por un capitalismo salvaje.

La sociedad civil mexicana, cada vez más compleja, informada, inquieta y crítica, a pesar de ser frágil y endeble en términos organizacionales y políticos, pero mantiene capacidades de resistencia que reducen los espacios de maniobra de cualquier gobierno que quiera restaurar la vieja hegemonía estatal sobre la sociedad. El Estado mexicano se ha debilitado tanto que otros poderes locales y regionales (fundamentalmente criminales) le disputan el control territorial. El notable aumento del crimen común y organizado en todo el país es la expresión del desmoronamiento del Estado. López Obrador no ha podido detener esa ola criminal ni recuperar el territorio.

Sin poder desobedecer los tratados de libre comercio y la integración de facto de buena parte de la economía mexicana a la de Estados Unidos, pensar en la restauración de un modelo de desarrollo «hacia adentro», que hace mucho dejó de ser viable como motor central de la economía, no debería de ser el destino de México.

Más allá de discursos, de propaganda política, de buenas intenciones, el Sistema Político Mexicano persiste, resiste y embiste. Los cambios de forma no afectaron el fondo. Los actores económicos y los grupos de poder fueron debilitados pero no desactivados. El estado sigue endeble, sometido a fuerzas externas, impedido a tomar decisiones, sobre todo, radicales.

El cambio gradual ha sido útil y benéfico para la patria, pero la búsqueda de consensos, gobernanza y unidad nacional deben ser prioridad para reparar nuestro sistema político para bien de todos los mexicanos.

www.youtube.com/user/carlosanguianoz