/ lunes 6 de noviembre de 2023

Confianza: el factor decisivo

En la política, la confianza es el ingrediente base, la piedra fundamental, el factor decisivo, la clave de la toma de las decisiones. Poder tener confianza en otra persona, forma vínculos fuertes, duraderos y diferenciadores entre las personas que nos rodean y con quien convivimos cotidianamente. Una mayor confianza en una relación interpersonal puede desembocar en admiración, en amor o en relaciones humanas duraderas. Todos tenemos necesidad de contar con personas de nuestra confianza en el entorno diario.

Usualmente, entregamos nuestra confianza en otro previo análisis, comparación y por decisión propia. Así, elegimos por confianza con quien platicar, con quien hacer actividades, con quien encargar nuestras cosas, cuidar nuestras pertenencias e incluso, a quien hacer compadre por si la muerte se presenta y dejar protegidos a nuestros hijos. Otras veces, confiamos en quien ya confiaron previamente nuestra familia o amigos, por recomendación. Algunas otras veces la confianza lleva un riesgo, cierto temor y mucha necesidad de resolver un tema. Así, elegimos mecánicos, lugares donde comer, escuelas, hospitales, estéticas y múltiples actividades donde es necesario entregar las llaves del carro, dejar en reparación algún objeto sin recibo de por medio, asociarte en un negocio o incluso con quien casarte o hacer amistades.

Trasladando el juego electoral al terreno de la confianza, la gran mayoría de los electores, incapaces de conocer a fondo las capacidades, talentos, principios, valores y personalidad de los candidatos y de sus gobernantes, requieren elegir en base al olfato, a la intuición, a las referencias, la reputación y la fama pública de candidatos, partidos políticos, adversarios y aliados. Con esa información en diversas mezclas, entre conocimiento, intuición, percepción y otros más, ponderamos entre la multitud de aspirantes y vamos depurando nuestros favoritos, para apoyarlos e incluso para defenderlos, sin apenas darnos cuenta de que confiamos sin comprobación anterior, entregando nuestro apoyo, nuestra atención y nuestro esfuerzo a personas que cumplieron nuestra expectativa pero que no sabemos si sabrán responder a la confianza otorgada o si de plano seremos engañados por nuestra mente, nuestra percepción y nuestros deseos, muchas veces alejados de la realidad y del valor ponderado de un candidato a cargo de elección popular o de un alto funcionario de gobierno.

En México, confiamos y confiamos de más. Confiamos en los españoles y nos revolcaron y transculturalizaron; confiamos en los políticos de antes y nos engañaron, nos defraudaron; confiamos en la necesidad de cambiar democráticamente y hemos logrado tres transiciones electorales que nos han dejado en donde mismo, sin cambio de régimen ni actualización del sistema político mexicano. Hoy los mexicanos necesitamos en quien confiar y se nos acaban las opciones. Los candidatos presidenciales representan otra comalada más a la estufa, pero con los mismos ingredientes y sabor parecido, casi imperceptible.

Hasta ahora, cada sexenio hemos depositado nuestra confianza y de retorno nos hemos quedado decepcionados, frustrados y arrepentidos. Lo que nos conviene ahora es confiar con reservas, exigir resultados, cuestionar el desempeño, verificar que nos cumplan y si no, levantar la voz y remover justificadamente la confianza para poder volverla a entregar a alguien que se la merezca y que sirva de algo confiar y actuar por él. La confianza en exceso es destructiva y corrompe el comportamiento de los políticos, pero hay que valorarla, resguardarla y no regalarla porque a nadie sirve. Confía en quien valga la pena, en quien se lo merezca.

Canal de Youtube: www.youtube.com/c/carlosanguianoz

En la política, la confianza es el ingrediente base, la piedra fundamental, el factor decisivo, la clave de la toma de las decisiones. Poder tener confianza en otra persona, forma vínculos fuertes, duraderos y diferenciadores entre las personas que nos rodean y con quien convivimos cotidianamente. Una mayor confianza en una relación interpersonal puede desembocar en admiración, en amor o en relaciones humanas duraderas. Todos tenemos necesidad de contar con personas de nuestra confianza en el entorno diario.

Usualmente, entregamos nuestra confianza en otro previo análisis, comparación y por decisión propia. Así, elegimos por confianza con quien platicar, con quien hacer actividades, con quien encargar nuestras cosas, cuidar nuestras pertenencias e incluso, a quien hacer compadre por si la muerte se presenta y dejar protegidos a nuestros hijos. Otras veces, confiamos en quien ya confiaron previamente nuestra familia o amigos, por recomendación. Algunas otras veces la confianza lleva un riesgo, cierto temor y mucha necesidad de resolver un tema. Así, elegimos mecánicos, lugares donde comer, escuelas, hospitales, estéticas y múltiples actividades donde es necesario entregar las llaves del carro, dejar en reparación algún objeto sin recibo de por medio, asociarte en un negocio o incluso con quien casarte o hacer amistades.

Trasladando el juego electoral al terreno de la confianza, la gran mayoría de los electores, incapaces de conocer a fondo las capacidades, talentos, principios, valores y personalidad de los candidatos y de sus gobernantes, requieren elegir en base al olfato, a la intuición, a las referencias, la reputación y la fama pública de candidatos, partidos políticos, adversarios y aliados. Con esa información en diversas mezclas, entre conocimiento, intuición, percepción y otros más, ponderamos entre la multitud de aspirantes y vamos depurando nuestros favoritos, para apoyarlos e incluso para defenderlos, sin apenas darnos cuenta de que confiamos sin comprobación anterior, entregando nuestro apoyo, nuestra atención y nuestro esfuerzo a personas que cumplieron nuestra expectativa pero que no sabemos si sabrán responder a la confianza otorgada o si de plano seremos engañados por nuestra mente, nuestra percepción y nuestros deseos, muchas veces alejados de la realidad y del valor ponderado de un candidato a cargo de elección popular o de un alto funcionario de gobierno.

En México, confiamos y confiamos de más. Confiamos en los españoles y nos revolcaron y transculturalizaron; confiamos en los políticos de antes y nos engañaron, nos defraudaron; confiamos en la necesidad de cambiar democráticamente y hemos logrado tres transiciones electorales que nos han dejado en donde mismo, sin cambio de régimen ni actualización del sistema político mexicano. Hoy los mexicanos necesitamos en quien confiar y se nos acaban las opciones. Los candidatos presidenciales representan otra comalada más a la estufa, pero con los mismos ingredientes y sabor parecido, casi imperceptible.

Hasta ahora, cada sexenio hemos depositado nuestra confianza y de retorno nos hemos quedado decepcionados, frustrados y arrepentidos. Lo que nos conviene ahora es confiar con reservas, exigir resultados, cuestionar el desempeño, verificar que nos cumplan y si no, levantar la voz y remover justificadamente la confianza para poder volverla a entregar a alguien que se la merezca y que sirva de algo confiar y actuar por él. La confianza en exceso es destructiva y corrompe el comportamiento de los políticos, pero hay que valorarla, resguardarla y no regalarla porque a nadie sirve. Confía en quien valga la pena, en quien se lo merezca.

Canal de Youtube: www.youtube.com/c/carlosanguianoz