/ miércoles 14 de julio de 2021

Compartir, distribuir, la fórmula humanitaria

Hacer patria, hacer algo por la humanidad, por nuestros semejantes, es algo que nunca se debe olvidar, puesto que se trata de la fórmula que nos permite contar con una sociedad justa, equilibrada, inteligente, progresista, con niveles convenientes de bienestar.

Esto que presentamos como objetivo no es un sueño, pues se observa actualmente en buen número de naciones del mundo. Claro que se trata de países muy desarrollados, que tienen condiciones étnicas muy favorables y una larga trayectoria de orden y progreso. Alguien nos diría que no podemos compararnos con ellos. Sin embargo, aunque esto es cierto, también es verdad que si no somos capaces de igualarlos, cuando menos podrían servirnos de ejemplo para alcanzar importantes avances en lo que trata al desarrollo social. Leyes justas y gobiernos que las apliquen, para empezar. Doctrinas humanitarias que busquen el equilibrio, para continuar. Sistema económico más justo y mejor nivel de vida en lo general, para terminar.

En algunas de nuestras columnas, hemos hecho referencia al hecho de que ciertamente en el país hay millones de familias felices y esto lo hemos planteado como contrapeso a los repetidos lamentos publicados sobre la situación de angustia que sufren muchos millones de mexicanos más.

Es decir, que tratamos de demostrar que al denunciar las injusticias que por todas partes sufrimos, no buscamos ver solamente lo malo que tenemos en el país; no se pretende asumir posiciones negativas, ni de criticar nomás por criticar. Lo que se quiere es llegar a la verdad con el rigor de los juicios apegados estrictamente a los hechos. Y ello como método para, obviamente, coadyuvar a encontrar las soluciones adecuadas.

Las reglas de justicia social no son extrañas para nosotros, ya que las tenemos desde los preceptos religiosos, hasta la Constitución Mexicana y las leyes de ella emanadas, como son entre otras la del Salario Mínimo, la del Seguro Social, la del Amparo, la del Seguro Social y como decimos antes, varias más.

¿Qué las leyes sí son buenas, pero no su aplicación? Habría que checar eso. ¿Qué los niveles bajos de nuestra economía no permiten un reparto justo de la riqueza…? También habría que checarlo.

Tal vez para alcanzar los objetivos deseados tendrían que hacerse algunos cambios y reformas. Y eso constituye una asignación pendiente que tanto la clase gobernante como la de los gobernados, tienen que atender. Y para empezar, no estaría mal que se comenzara a hacer conciencia de ello.

Mientras tanto, los observadores bien intencionados estiman que lo que debe hacerse pero ya, o sea esta mañana, esta tarde, esta noche, mañana y todos los días, es un llamado urgente a la sociedad civil, para recordar, hacer conciencia y poner en práctica todos los días, los actos de solidaridad y de fraternidad que necesitamos con urgencia, compartiendo lo que sea posible compartir, con la idea de que tengamos una mejor distribución de la riqueza.

¿Qué no hay tal riqueza?... Pues claro que la hay. Pero si alguien insiste en que la riqueza no existe, pues entonces se puede pensar en una mejor distribución de la pobreza. Y así los pobres tendrían una carga menos pesada. ¿Y cómo se lograría eso? Pues haciendo menos ricos a los acaudalados, para que tiendan la mano a los desposeídos. Y aunque eso parece un gran sacrificio, también tiene su premio, porque así la gente de la clase acomodada aprendería lo que es la emoción social. Un sentimiento gratificante cual más, que hoy no es muy conocido. Y que sería como un regalo del cielo conseguir que reinara entre nosotros.

*Periodista

Hacer patria, hacer algo por la humanidad, por nuestros semejantes, es algo que nunca se debe olvidar, puesto que se trata de la fórmula que nos permite contar con una sociedad justa, equilibrada, inteligente, progresista, con niveles convenientes de bienestar.

Esto que presentamos como objetivo no es un sueño, pues se observa actualmente en buen número de naciones del mundo. Claro que se trata de países muy desarrollados, que tienen condiciones étnicas muy favorables y una larga trayectoria de orden y progreso. Alguien nos diría que no podemos compararnos con ellos. Sin embargo, aunque esto es cierto, también es verdad que si no somos capaces de igualarlos, cuando menos podrían servirnos de ejemplo para alcanzar importantes avances en lo que trata al desarrollo social. Leyes justas y gobiernos que las apliquen, para empezar. Doctrinas humanitarias que busquen el equilibrio, para continuar. Sistema económico más justo y mejor nivel de vida en lo general, para terminar.

En algunas de nuestras columnas, hemos hecho referencia al hecho de que ciertamente en el país hay millones de familias felices y esto lo hemos planteado como contrapeso a los repetidos lamentos publicados sobre la situación de angustia que sufren muchos millones de mexicanos más.

Es decir, que tratamos de demostrar que al denunciar las injusticias que por todas partes sufrimos, no buscamos ver solamente lo malo que tenemos en el país; no se pretende asumir posiciones negativas, ni de criticar nomás por criticar. Lo que se quiere es llegar a la verdad con el rigor de los juicios apegados estrictamente a los hechos. Y ello como método para, obviamente, coadyuvar a encontrar las soluciones adecuadas.

Las reglas de justicia social no son extrañas para nosotros, ya que las tenemos desde los preceptos religiosos, hasta la Constitución Mexicana y las leyes de ella emanadas, como son entre otras la del Salario Mínimo, la del Seguro Social, la del Amparo, la del Seguro Social y como decimos antes, varias más.

¿Qué las leyes sí son buenas, pero no su aplicación? Habría que checar eso. ¿Qué los niveles bajos de nuestra economía no permiten un reparto justo de la riqueza…? También habría que checarlo.

Tal vez para alcanzar los objetivos deseados tendrían que hacerse algunos cambios y reformas. Y eso constituye una asignación pendiente que tanto la clase gobernante como la de los gobernados, tienen que atender. Y para empezar, no estaría mal que se comenzara a hacer conciencia de ello.

Mientras tanto, los observadores bien intencionados estiman que lo que debe hacerse pero ya, o sea esta mañana, esta tarde, esta noche, mañana y todos los días, es un llamado urgente a la sociedad civil, para recordar, hacer conciencia y poner en práctica todos los días, los actos de solidaridad y de fraternidad que necesitamos con urgencia, compartiendo lo que sea posible compartir, con la idea de que tengamos una mejor distribución de la riqueza.

¿Qué no hay tal riqueza?... Pues claro que la hay. Pero si alguien insiste en que la riqueza no existe, pues entonces se puede pensar en una mejor distribución de la pobreza. Y así los pobres tendrían una carga menos pesada. ¿Y cómo se lograría eso? Pues haciendo menos ricos a los acaudalados, para que tiendan la mano a los desposeídos. Y aunque eso parece un gran sacrificio, también tiene su premio, porque así la gente de la clase acomodada aprendería lo que es la emoción social. Un sentimiento gratificante cual más, que hoy no es muy conocido. Y que sería como un regalo del cielo conseguir que reinara entre nosotros.

*Periodista