/ martes 5 de mayo de 2020

Comentario sobre las voces del silencio y el silencio de las voces

Abel Campirano

En el mes de mayo de 1993, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 3 de mayo como el día de la libertad de prensa.

Una prensa libre, pluralista e independiente es un componente esencial de toda sociedad democrática.

Esto implica la ausencia de intromisiones por parte del Estado, la privación de cualquier interferencia dañosa; por eso el artículo 19 de la Declaración Universal de los derechos Humanos de las Naciones Unidas, de acuerdo a su convención suscrita en 1948 dice que todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado precisamente a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y difundirlas sin limitación de fronteras por cualquier medio de expresión, sea escrita, audiovisual o a través de los avances de la ciencia en las carreteras de la información.

Los Gobiernos totalitarios, despóticos y tiránicos lo primero que suprimen es esta libertad, porque manteniendo callados a quienes informan de los sucesos, la sociedad permanece ignorante de lo que acontece a su alrededor y se facilita la tarea de gobierno sin libertades.

En los Países democráticos la cosa no es así; una de las principales garantías es precisamente el derecho a opinar libremente y a difundir la información que llega a quien honra al periodismo.

Quienes pertenecemos a los medios de comunicación formal, somos las voces del silencio; somos las voces de una sociedad que sotto voce comenta, opina, se queja, pero no tiene posibilidades de ser escuchada.

Las voces del silencio no pueden transformarse en el silencio de las voces. Es la muerte de la sociedad.

La crítica, lejos de ser un ejercicio erosionador de la conducta de quienes tienen el privilegio de servirnos a través de la administración pública, es un ingrediente sustancial en la democracia. Quienes nos gobiernan tienen en la crítica un termómetro de su actuar. La censura, limita la libertad y termina extinguiéndola.

Amordazar al periodista; privar al comunicador de su voz que es la réplica de cientos o miles de voces que claman justicia, es un acto protervo, vil, que muestra el grado de depravación de quien lo hace. No se puede escatimar el esfuerzo compartido por mantener al aire las voces o publicar sus pensamientos; la voz del periodista le da sonido al silencio de la sociedad, un silencio que aunque procede de un grito legítimo que busca la justicia, carece de esa caja de resonancia que es la radio, el periódico, la televisión, los medios de comunicación en general.

Según Reporteros Sin Fronteras, más de un tercio de la población del mundo vive en países en los que no hay libertad de prensa. El ejercicio de un control estricto de contenidos, de fijación de líneas editoriales, la supresión de contratos publicitarios, no son mas que medidas coercitivas de esa válvula de escape social que somos los comunicadores.

Por eso, con motivo del día de Libertad de Prensa, el reconocimiento a los compañeros caídos en la lucha por esa libertad, a quienes han dado su vida por ella y a quienes han sufrido la ignominia de la prisión.

Mantengamos vivas las voces del silencio y no optemos por el silencio de las voces.

Abel Campirano

En el mes de mayo de 1993, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 3 de mayo como el día de la libertad de prensa.

Una prensa libre, pluralista e independiente es un componente esencial de toda sociedad democrática.

Esto implica la ausencia de intromisiones por parte del Estado, la privación de cualquier interferencia dañosa; por eso el artículo 19 de la Declaración Universal de los derechos Humanos de las Naciones Unidas, de acuerdo a su convención suscrita en 1948 dice que todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado precisamente a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y difundirlas sin limitación de fronteras por cualquier medio de expresión, sea escrita, audiovisual o a través de los avances de la ciencia en las carreteras de la información.

Los Gobiernos totalitarios, despóticos y tiránicos lo primero que suprimen es esta libertad, porque manteniendo callados a quienes informan de los sucesos, la sociedad permanece ignorante de lo que acontece a su alrededor y se facilita la tarea de gobierno sin libertades.

En los Países democráticos la cosa no es así; una de las principales garantías es precisamente el derecho a opinar libremente y a difundir la información que llega a quien honra al periodismo.

Quienes pertenecemos a los medios de comunicación formal, somos las voces del silencio; somos las voces de una sociedad que sotto voce comenta, opina, se queja, pero no tiene posibilidades de ser escuchada.

Las voces del silencio no pueden transformarse en el silencio de las voces. Es la muerte de la sociedad.

La crítica, lejos de ser un ejercicio erosionador de la conducta de quienes tienen el privilegio de servirnos a través de la administración pública, es un ingrediente sustancial en la democracia. Quienes nos gobiernan tienen en la crítica un termómetro de su actuar. La censura, limita la libertad y termina extinguiéndola.

Amordazar al periodista; privar al comunicador de su voz que es la réplica de cientos o miles de voces que claman justicia, es un acto protervo, vil, que muestra el grado de depravación de quien lo hace. No se puede escatimar el esfuerzo compartido por mantener al aire las voces o publicar sus pensamientos; la voz del periodista le da sonido al silencio de la sociedad, un silencio que aunque procede de un grito legítimo que busca la justicia, carece de esa caja de resonancia que es la radio, el periódico, la televisión, los medios de comunicación en general.

Según Reporteros Sin Fronteras, más de un tercio de la población del mundo vive en países en los que no hay libertad de prensa. El ejercicio de un control estricto de contenidos, de fijación de líneas editoriales, la supresión de contratos publicitarios, no son mas que medidas coercitivas de esa válvula de escape social que somos los comunicadores.

Por eso, con motivo del día de Libertad de Prensa, el reconocimiento a los compañeros caídos en la lucha por esa libertad, a quienes han dado su vida por ella y a quienes han sufrido la ignominia de la prisión.

Mantengamos vivas las voces del silencio y no optemos por el silencio de las voces.