/ viernes 26 de junio de 2020

Ciudad fragmentada

Al observar la subcultura característica en la mayoría de la población para transitar hacia la denominada “nueva normalidad”, se puede suponer lo dificil de reinventar una de las ciudades, hasta ahora, más amables de nuestro país como lo es Guadalajara pero, como todas las grandes urbes con vocación comercial e industrial, nuestra ciudad arrastra múltiples rezagos.

Los autobuses urbanos atiborrados de pasajeros sin guardar la sana distancia y sin el uso de cubrebocas indicado, son un ejemplo de ello. Y al constatar por los medios de comunicación expresiones de indolencia colectiva, e incluso escepticismo sobre la existencia de un virus tan agresivo como invisible que tiene postrada a la humanidad entera, debe quedarnos claro esa resiliencia soterrada y aceptar nuestra vulnerabilidad en toda el área metropolitana.

Pero no sólo el factor cultural nos habrá de afectar cada día más sino, sobre todo en esta nueva normalidad urbana, una realidad concreta demandante de un mejor sistema de transporte hoy peligroso, antihigiénico e insuficiente. Sólo aceptable ante el hecho de amainar, eventualmente, por una suspensión de actividades en la mayor parte del sector educativo, lo cual significa temporalmente menos necesidad de transporte para llegar a los planteles.

Sin embargo, la edificación sin planeación de la más alta densidad poblacional y la degradación urbana pronto evidenciarán otras y múltiples carencias. La ciudad fragmentada en centros comunitarios del subdesarrollo y de alta plusvalía; como los cientos de fraccionamientos trazados en donde antes existían campos agrícolas, los cuales no tienen conectividad ni seguridad pública, transporte colectivo, servicios públicos municipales y si llegan a ser parte de la reconversión de nuestras ciudades, deberán contar con sus propios centros de vida comunitaria integral, incluída la económica, social, cultural, educativa, recreativa y en fin todas las funciones urbanas inherentes al surgimiento de un nuevo modelo habitacional donde las áreas verdes, espacios abiertos, y aulas universitarias sean parte de la cotidianeidad de sus habitantes para suplir esas carencias que hoy padecemos: una ciudad fragmentada sobre todo en la asimetría de sectores sociales con todo el confort urbano y grandes núcleos habitacionales que carecen de lo más indispensable.

Con ese propósito, no necesitaríamos conocer la experiencia extranjera de ciudades creadas con esos diversos factores urbanos como Brasilia; reconvertidas como Bogotá y aún las más exitosas reconstrucciones como las de Berlín, Varsovia o Moscú; sino simplemente con la participación en su diseño integral de todas las universidades, como el logrado por la Universidad de Guadalajara en la restauración comunitaria del barrio de “Las 9 Esquinas” en Guadalajara y el corredor cultural del primer cuadro de esta ciudad. Lo cual demuestra que conocimientos y talento para una reconversión de la ciudad, existen. Sobre todo sí, con el objetivo anterior, podemos evitar que hambreadores del concreto vuelvan a fragmentar nuestra área metropolitana convirtiendo la “gentrificación” en un modelo de contrastes entre los fraccionamientos opulentes y amurallados del poniente de Zapopan, frente a “guetos” de ciudadanos hacinados y de la mayor vulnerabilidad económica en los fraccionamientos marginales de Tlajomulco y Tonalá, principalmente.

Toda una tarea el reinventar la segunda ciudad más grande de México para transitar a la necesaria e inevitable “nueva realidad”.

Académico del CUAAD de la Universidad de Guadalajara

carlosm_orozco@hotmail.com

Al observar la subcultura característica en la mayoría de la población para transitar hacia la denominada “nueva normalidad”, se puede suponer lo dificil de reinventar una de las ciudades, hasta ahora, más amables de nuestro país como lo es Guadalajara pero, como todas las grandes urbes con vocación comercial e industrial, nuestra ciudad arrastra múltiples rezagos.

Los autobuses urbanos atiborrados de pasajeros sin guardar la sana distancia y sin el uso de cubrebocas indicado, son un ejemplo de ello. Y al constatar por los medios de comunicación expresiones de indolencia colectiva, e incluso escepticismo sobre la existencia de un virus tan agresivo como invisible que tiene postrada a la humanidad entera, debe quedarnos claro esa resiliencia soterrada y aceptar nuestra vulnerabilidad en toda el área metropolitana.

Pero no sólo el factor cultural nos habrá de afectar cada día más sino, sobre todo en esta nueva normalidad urbana, una realidad concreta demandante de un mejor sistema de transporte hoy peligroso, antihigiénico e insuficiente. Sólo aceptable ante el hecho de amainar, eventualmente, por una suspensión de actividades en la mayor parte del sector educativo, lo cual significa temporalmente menos necesidad de transporte para llegar a los planteles.

Sin embargo, la edificación sin planeación de la más alta densidad poblacional y la degradación urbana pronto evidenciarán otras y múltiples carencias. La ciudad fragmentada en centros comunitarios del subdesarrollo y de alta plusvalía; como los cientos de fraccionamientos trazados en donde antes existían campos agrícolas, los cuales no tienen conectividad ni seguridad pública, transporte colectivo, servicios públicos municipales y si llegan a ser parte de la reconversión de nuestras ciudades, deberán contar con sus propios centros de vida comunitaria integral, incluída la económica, social, cultural, educativa, recreativa y en fin todas las funciones urbanas inherentes al surgimiento de un nuevo modelo habitacional donde las áreas verdes, espacios abiertos, y aulas universitarias sean parte de la cotidianeidad de sus habitantes para suplir esas carencias que hoy padecemos: una ciudad fragmentada sobre todo en la asimetría de sectores sociales con todo el confort urbano y grandes núcleos habitacionales que carecen de lo más indispensable.

Con ese propósito, no necesitaríamos conocer la experiencia extranjera de ciudades creadas con esos diversos factores urbanos como Brasilia; reconvertidas como Bogotá y aún las más exitosas reconstrucciones como las de Berlín, Varsovia o Moscú; sino simplemente con la participación en su diseño integral de todas las universidades, como el logrado por la Universidad de Guadalajara en la restauración comunitaria del barrio de “Las 9 Esquinas” en Guadalajara y el corredor cultural del primer cuadro de esta ciudad. Lo cual demuestra que conocimientos y talento para una reconversión de la ciudad, existen. Sobre todo sí, con el objetivo anterior, podemos evitar que hambreadores del concreto vuelvan a fragmentar nuestra área metropolitana convirtiendo la “gentrificación” en un modelo de contrastes entre los fraccionamientos opulentes y amurallados del poniente de Zapopan, frente a “guetos” de ciudadanos hacinados y de la mayor vulnerabilidad económica en los fraccionamientos marginales de Tlajomulco y Tonalá, principalmente.

Toda una tarea el reinventar la segunda ciudad más grande de México para transitar a la necesaria e inevitable “nueva realidad”.

Académico del CUAAD de la Universidad de Guadalajara

carlosm_orozco@hotmail.com