/ jueves 17 de junio de 2021

Ciclovías pertinentes

La promoción del uso de la bicicleta como transporte alternativo ha demostrado consecuencias favorables para cualquier ciudad en donde se ha institucionalizado. Es decir, donde el ciclista cuenta con derroteros seguros en medio de la, generalmente, caótica vialidad.

Sobre todo, si consideramos la máxima universal del urbanismo, en el cual se establece que los embotellamientos automovilísticos persistentes en toda megalópolis, llegaron para quedarse. De tal suerte, cualquier acción de gobierno tendiente a amainarlos será bien recibido, sobre todo si conlleva otros beneficios como la disminución de la contaminación atmosférica y una mejor salud pública a partir del ejercicio ciclista o peatonal.

Por ello son de llamar la atención las ciudades que, por no tener alternativas de transporte, han volteado hacia el uso del a bicicleta para el transporte personal o el triciclo para el transporte de carga mediana como lo he observado principalmente en algunas pequeñas ciudades del sureste mexicano. Con lo cual se muestra a los mexicanos dispuestos a utilizar el artilugio más eficiente del maquinismo para transportarse como es la bicicleta.

Sin embargo las estadísticas que arrojan un alto índice de accidentes fatales donde se involucran los ciclistas frente a los raudos y veloces vehículos automotores como el camión y el automóvil, nos obliga a un cuestionamiento inevitable: ¿hemos promovido el uso de la bicicleta donde realmente es necesaria?; la lógica del análisis nos lleva a concluir que todas las ciclovías se deberían trazarse en las avenidas y carreteras de alta velocidad donde transitan mayoritariamente obreros, albañiles, jardineros, empleados y todo aquel ciudadano que requiere un transporte individual seguro, saludable y no contaminante, no siempre es así, y por el contrario, se ha forzado la aceptación de esas rutas de ciclistas tan eventuales como los bolardos y accesorios que, lejos a invitar para el uso del velocípedo, alejan a muchos potenciales usuarios que han preferido el confort del vehículo automotor, antes que utilizar, aunque sea eventualmente, una ciclovía. Lo anterior nos lleva a reconocer en las circunstancias de la aparición de la bicicleta como la verdadera razón de su eficiencia en medio de las guerras, ahora inexistentes.

Todo lo anterior, representa el necesario equilibrio para lograr una sana convivencia entre la mayoría peatonal, además del tren para el transporte masivo para darle el lugar también al ciclista, motociclista y usuario del automóvil de manera equilibrada y en una metrópoli pacífica. Es decir, donde todos los ciudadanos accedamos a un lugar seguro, incluyente y democrático.

Ese debe ser el referente del éxito en ciudades de Canadá, Holanda, Australia, Suiza, Bélgica e incluso Cuba y Colombia. Sin mencionar otras naciones donde la educación temprana y cívica han dado excelentes resultados hasta llegar a identificar ciudades santuarios del uso de la bicicleta y la existencia pertinente de las necesarias ciclovías.

Con ese propósito tendrían que involucrarse de manera constante todos los niveles de educación incluídas las universidades públicas y privadas, iglesias, las plazas comerciales, autobuses y todo tipo de transporte colectivo que cuenten con ciclopuertos, senderos seguros y difusión para el uso de la bicicleta sin la imposición que se presenta en varias zonas urbanas de nuestra ciudad, por ejemplo.

* Académico del CUAAD de UdeG

La promoción del uso de la bicicleta como transporte alternativo ha demostrado consecuencias favorables para cualquier ciudad en donde se ha institucionalizado. Es decir, donde el ciclista cuenta con derroteros seguros en medio de la, generalmente, caótica vialidad.

Sobre todo, si consideramos la máxima universal del urbanismo, en el cual se establece que los embotellamientos automovilísticos persistentes en toda megalópolis, llegaron para quedarse. De tal suerte, cualquier acción de gobierno tendiente a amainarlos será bien recibido, sobre todo si conlleva otros beneficios como la disminución de la contaminación atmosférica y una mejor salud pública a partir del ejercicio ciclista o peatonal.

Por ello son de llamar la atención las ciudades que, por no tener alternativas de transporte, han volteado hacia el uso del a bicicleta para el transporte personal o el triciclo para el transporte de carga mediana como lo he observado principalmente en algunas pequeñas ciudades del sureste mexicano. Con lo cual se muestra a los mexicanos dispuestos a utilizar el artilugio más eficiente del maquinismo para transportarse como es la bicicleta.

Sin embargo las estadísticas que arrojan un alto índice de accidentes fatales donde se involucran los ciclistas frente a los raudos y veloces vehículos automotores como el camión y el automóvil, nos obliga a un cuestionamiento inevitable: ¿hemos promovido el uso de la bicicleta donde realmente es necesaria?; la lógica del análisis nos lleva a concluir que todas las ciclovías se deberían trazarse en las avenidas y carreteras de alta velocidad donde transitan mayoritariamente obreros, albañiles, jardineros, empleados y todo aquel ciudadano que requiere un transporte individual seguro, saludable y no contaminante, no siempre es así, y por el contrario, se ha forzado la aceptación de esas rutas de ciclistas tan eventuales como los bolardos y accesorios que, lejos a invitar para el uso del velocípedo, alejan a muchos potenciales usuarios que han preferido el confort del vehículo automotor, antes que utilizar, aunque sea eventualmente, una ciclovía. Lo anterior nos lleva a reconocer en las circunstancias de la aparición de la bicicleta como la verdadera razón de su eficiencia en medio de las guerras, ahora inexistentes.

Todo lo anterior, representa el necesario equilibrio para lograr una sana convivencia entre la mayoría peatonal, además del tren para el transporte masivo para darle el lugar también al ciclista, motociclista y usuario del automóvil de manera equilibrada y en una metrópoli pacífica. Es decir, donde todos los ciudadanos accedamos a un lugar seguro, incluyente y democrático.

Ese debe ser el referente del éxito en ciudades de Canadá, Holanda, Australia, Suiza, Bélgica e incluso Cuba y Colombia. Sin mencionar otras naciones donde la educación temprana y cívica han dado excelentes resultados hasta llegar a identificar ciudades santuarios del uso de la bicicleta y la existencia pertinente de las necesarias ciclovías.

Con ese propósito tendrían que involucrarse de manera constante todos los niveles de educación incluídas las universidades públicas y privadas, iglesias, las plazas comerciales, autobuses y todo tipo de transporte colectivo que cuenten con ciclopuertos, senderos seguros y difusión para el uso de la bicicleta sin la imposición que se presenta en varias zonas urbanas de nuestra ciudad, por ejemplo.

* Académico del CUAAD de UdeG