/ jueves 1 de octubre de 2020

Chulavista, otro infierno

El enunciado de mi artículo no tiene tintes religiosos, sino todo lo contrario. La realidad “de los concreto” nos arroja cifras insultantes para cualquier mexicano y jalisciense al tener en nuestro entorno uno de los epicentros internacionales, no sólo de las personas desaparecidas con 73 mil en el país, sino con la localización de más, muchísimas más, de 3 mil fosas clandestinas antes del año 2006 cuando se registró la denominada “guerra contra el narco”, en aquel agitado sexenio y que terminó con más de 1,500 desaparecidos.

En ese siniestro concierto nacional no aparecemos solos en México, se agregan las fosas clandestinas en Veracruz con (173); Sinaloa (151); Colima (130); Guerrero (109) y Sonora (90).

Lamentablemente entre diciembre de 2018 y junio de 2020 se exhumaron 1,682 cuerpos, de los cuales sólo 712 fueron identificados, y 431 ha sido posible entregar a sus familias.

Sin embargo, sigue siendo Jalisco el epicentro de esta trágica estadística, y probablemente a nivel internacional.

El análisis de los múltiples factores de esta epidemia de inseguridad nos llevará, inevitablemente, a la evaluación de la gentrificación proletaria donde Tlajomulco ha sido reconocido como el territorio de mayor inversión inmobiliaria con la mínima atención a los casi 1 millón de habitantes que deben transitar por su municipio sin las suficientes banquetas, seguridad pública, transporte colectivo, conectividad, infraestructura hidráulica y sanitaria y, por si no fuera suficiente, hoy con el escenario infernal del fraccionamiento “Chulavista” con más de 60 mil habitantes y cuyo eufemístico nombre es una evidencia más del gran engaño institucional de haber permitido la aparición de fraccionamientos con nombres rimbombantes de impacto mercadotécnico pero una realidad semejante a la de aquella película de la década noventera con Damián Alcazar “La Ley de Herodes” y “El Infierno”, más que películas del cine mexicano, son documentos de la realidad concreta. Cualquiera que se de una vuelta por esos fraccionamientos marginales del sur del Área Metropolitana de Guadalajara, lo puede comprobar.

Como el fraccionamiento Chulavista podemos encontrar auténticos “Guetos” denominados closters en ese proyecto inconstitucional de alta rentabilidad promovido por vivienda masiva, altamente densa y comprada con la panacea de los recursos federales canalizados por el INFONAVIT, cuando en realidad se encuentran a horas de distancia de los centros de trabajo o de estudio a los que sigue aspirando cualquier mexicano.

Seguramente ese objetivo análisis deberá ser fundamental en la agenda de los próximos Presidentes Municipales de Tlajomulco de Zúñiga si quieren suponer cuál sería la mejor aportación a ese municipio con alto índice de criminalidad, el mayor índice de embarazo adolescente y el mayor número de fosas clandestinas con seres humanos ejecutados por cualquier causa, pero sobre todo, por el evidente trasciego de drogas y vínculos con verdugos de la delincuencia organizada.

* Académico del CUAAD de la Universidad de Guadalajara

carlosm_orozco@hotmail.com

El enunciado de mi artículo no tiene tintes religiosos, sino todo lo contrario. La realidad “de los concreto” nos arroja cifras insultantes para cualquier mexicano y jalisciense al tener en nuestro entorno uno de los epicentros internacionales, no sólo de las personas desaparecidas con 73 mil en el país, sino con la localización de más, muchísimas más, de 3 mil fosas clandestinas antes del año 2006 cuando se registró la denominada “guerra contra el narco”, en aquel agitado sexenio y que terminó con más de 1,500 desaparecidos.

En ese siniestro concierto nacional no aparecemos solos en México, se agregan las fosas clandestinas en Veracruz con (173); Sinaloa (151); Colima (130); Guerrero (109) y Sonora (90).

Lamentablemente entre diciembre de 2018 y junio de 2020 se exhumaron 1,682 cuerpos, de los cuales sólo 712 fueron identificados, y 431 ha sido posible entregar a sus familias.

Sin embargo, sigue siendo Jalisco el epicentro de esta trágica estadística, y probablemente a nivel internacional.

El análisis de los múltiples factores de esta epidemia de inseguridad nos llevará, inevitablemente, a la evaluación de la gentrificación proletaria donde Tlajomulco ha sido reconocido como el territorio de mayor inversión inmobiliaria con la mínima atención a los casi 1 millón de habitantes que deben transitar por su municipio sin las suficientes banquetas, seguridad pública, transporte colectivo, conectividad, infraestructura hidráulica y sanitaria y, por si no fuera suficiente, hoy con el escenario infernal del fraccionamiento “Chulavista” con más de 60 mil habitantes y cuyo eufemístico nombre es una evidencia más del gran engaño institucional de haber permitido la aparición de fraccionamientos con nombres rimbombantes de impacto mercadotécnico pero una realidad semejante a la de aquella película de la década noventera con Damián Alcazar “La Ley de Herodes” y “El Infierno”, más que películas del cine mexicano, son documentos de la realidad concreta. Cualquiera que se de una vuelta por esos fraccionamientos marginales del sur del Área Metropolitana de Guadalajara, lo puede comprobar.

Como el fraccionamiento Chulavista podemos encontrar auténticos “Guetos” denominados closters en ese proyecto inconstitucional de alta rentabilidad promovido por vivienda masiva, altamente densa y comprada con la panacea de los recursos federales canalizados por el INFONAVIT, cuando en realidad se encuentran a horas de distancia de los centros de trabajo o de estudio a los que sigue aspirando cualquier mexicano.

Seguramente ese objetivo análisis deberá ser fundamental en la agenda de los próximos Presidentes Municipales de Tlajomulco de Zúñiga si quieren suponer cuál sería la mejor aportación a ese municipio con alto índice de criminalidad, el mayor índice de embarazo adolescente y el mayor número de fosas clandestinas con seres humanos ejecutados por cualquier causa, pero sobre todo, por el evidente trasciego de drogas y vínculos con verdugos de la delincuencia organizada.

* Académico del CUAAD de la Universidad de Guadalajara

carlosm_orozco@hotmail.com