/ jueves 10 de junio de 2021

Chapala, otra vez

Como cada año, la crisis del agua tiene un referente principal: si al Lago de Chapala le falta agua, tiene crisis, un gran sistema acuífero donde los mantos freáticos y, por lo tanto los pozos artesianos alimentadores de muchas colonias en el Área Metropolitana de Guadalajara, se encuentran agotados.

Seguramente la crisis cíclica del lago más grande de México represente un tema de politización entre los intereses concatenados a lo largo de la cuenca más larga y rica de nuestro país, que nace en la Ciudad de México y pasa por los estados de México, Querétaro, Guanajuato, Michoacán y luego de alimentar prioritariamente al Lago de Chapala, se convierte en un diminuto río a su paso por Nayarit en donde vierte su poco agua, ya mega contaminada en el Océano Pacífico. Es decir, es un tema que ha servido recurrentemente en los discursos de candidatos de todos los partidos y de todos los niveles.

Probablemente asemeje el anillo del dedo y por lo tanto, ante la falta de soluciones para sobrecargar los mantos freáticos con agua pluvial y contener la contaminación y la impunidad de sus epicentros, será necesario el arribo a la función pública de verdaderos estadistas convencidos de la gravedad de un problema que tendrá que enfrentar la próxima generación de mexicanos y que ya empezó con los habitantes de megalópolis como las de Guadalajara y León donde se disputa, desde hace más de una década, la aplicación de políticas públicas eficientes para resolver el abasto del agua en esas dos áreas metropolitanas estratégicas, no solo para los agroproductores y curtidores del Bajío en el estado de Guanajuato, sino a los ganaderos e industriales jaliscienses que han visto el recurso acuífero de Chapala como la Gallina de los Huevos de Oro.

No exageramos, algunos académicos, al observar esos intereses políticos y económicos de los grupos más poderosos que ya tuvieron un presidente de la República que les permitió el lujo de privatizar el usufructo de la presa más grande de la cuenca, la Presa Solís donde “guardias blancas”, vigilan permanentemente el usufructo que impidió, y lo sigue haciendo, un trasvase estratégico para que el espejo de agua de Chapala no dependa estrictamente del temporal de lluvias que hoy, en época de estiaje, ya representa menos de la mitad de su capacidad. Y, “aunque existe una norma para poder recargar el lago cuando este llega a 50% o menos de su capacidad, la cuenca que debería alimentarlo, también se encuentra seca”. Pero no así las presas privadas de los grandes productores principalmente del estado de Guanajuato y algunos de Jalisco que, no obstante seguir extrayendo agua a la laguna, sólo vierten contaminantes sin que ninguna autoridad municipal, estatal o federal los contenga.

Medios de comunicación e institutos de investigación de casi todas las universidades, han dado cuenta de la veracidad de lo que hace poco afirmó el periódico El Informador: “De acuerdo con la Comisión Nacional del Agua, en mayo de 2016 el lago tenía cuatro mil 062 millones de metros cúbicos (cada uno equivale a mil litros) de los ocho mil 126 que representan su nivel máximo. Desde entonces, el vaso de agua incrementó su caudal pero a partir del año pasado comenzó a descender y, en 2021, según el último corte de la Comisión Estatal del Agua, apenas tiene tres mil 893 millones de metros cúbicos. Está a menos de la mitad”.

Lo cierto es que Chapala sigue dependiendo del caudal de lluvia.

* Académico del CUAAD

Como cada año, la crisis del agua tiene un referente principal: si al Lago de Chapala le falta agua, tiene crisis, un gran sistema acuífero donde los mantos freáticos y, por lo tanto los pozos artesianos alimentadores de muchas colonias en el Área Metropolitana de Guadalajara, se encuentran agotados.

Seguramente la crisis cíclica del lago más grande de México represente un tema de politización entre los intereses concatenados a lo largo de la cuenca más larga y rica de nuestro país, que nace en la Ciudad de México y pasa por los estados de México, Querétaro, Guanajuato, Michoacán y luego de alimentar prioritariamente al Lago de Chapala, se convierte en un diminuto río a su paso por Nayarit en donde vierte su poco agua, ya mega contaminada en el Océano Pacífico. Es decir, es un tema que ha servido recurrentemente en los discursos de candidatos de todos los partidos y de todos los niveles.

Probablemente asemeje el anillo del dedo y por lo tanto, ante la falta de soluciones para sobrecargar los mantos freáticos con agua pluvial y contener la contaminación y la impunidad de sus epicentros, será necesario el arribo a la función pública de verdaderos estadistas convencidos de la gravedad de un problema que tendrá que enfrentar la próxima generación de mexicanos y que ya empezó con los habitantes de megalópolis como las de Guadalajara y León donde se disputa, desde hace más de una década, la aplicación de políticas públicas eficientes para resolver el abasto del agua en esas dos áreas metropolitanas estratégicas, no solo para los agroproductores y curtidores del Bajío en el estado de Guanajuato, sino a los ganaderos e industriales jaliscienses que han visto el recurso acuífero de Chapala como la Gallina de los Huevos de Oro.

No exageramos, algunos académicos, al observar esos intereses políticos y económicos de los grupos más poderosos que ya tuvieron un presidente de la República que les permitió el lujo de privatizar el usufructo de la presa más grande de la cuenca, la Presa Solís donde “guardias blancas”, vigilan permanentemente el usufructo que impidió, y lo sigue haciendo, un trasvase estratégico para que el espejo de agua de Chapala no dependa estrictamente del temporal de lluvias que hoy, en época de estiaje, ya representa menos de la mitad de su capacidad. Y, “aunque existe una norma para poder recargar el lago cuando este llega a 50% o menos de su capacidad, la cuenca que debería alimentarlo, también se encuentra seca”. Pero no así las presas privadas de los grandes productores principalmente del estado de Guanajuato y algunos de Jalisco que, no obstante seguir extrayendo agua a la laguna, sólo vierten contaminantes sin que ninguna autoridad municipal, estatal o federal los contenga.

Medios de comunicación e institutos de investigación de casi todas las universidades, han dado cuenta de la veracidad de lo que hace poco afirmó el periódico El Informador: “De acuerdo con la Comisión Nacional del Agua, en mayo de 2016 el lago tenía cuatro mil 062 millones de metros cúbicos (cada uno equivale a mil litros) de los ocho mil 126 que representan su nivel máximo. Desde entonces, el vaso de agua incrementó su caudal pero a partir del año pasado comenzó a descender y, en 2021, según el último corte de la Comisión Estatal del Agua, apenas tiene tres mil 893 millones de metros cúbicos. Está a menos de la mitad”.

Lo cierto es que Chapala sigue dependiendo del caudal de lluvia.

* Académico del CUAAD