/ jueves 10 de septiembre de 2020

Chapala: crisis cíclica del lago

La historia del lago más grande de México está ligada a sus abundantes aportaciones acuíferas, belleza natural y, por supuesto, a sus etapas de abundancia capaces de marcar la vida a quienes rebasamos los 50 años de edad.

Sobre todo a quienes lo recordamos, no como el mar chapálico conocido por los españoles durante la conquista y capaz de albergar las magníficas embarcaciones construidas por estos para trasladarse hacia las tierras purépechas y de los cascanes, sino también en las impresionantes inundaciones como la de los años 60´s cuando era necesario llegar en canoa al atrio de la basílica catedral de Chapala. Sin dejar de mencionar el oleaje que, para algunos niños de la época, representaba realmente un océano.

No obstante, el irracional usufructo de los afluentes hacia la cuenca alimentadora de este gran lago, la cuenca Lerma-Chapala-Santiago tiene múltiples responsables más allá de la natural desecación en su largo paso desde la Ciudad de México, Querétaro, estado de México, Guanajuato, Michoacán, Jalisco e incluso, en lo poco que queda, hacia Nayarit para desembocar en el Océano Pacífico.

Y me refiero a decenas de empresas que utilizan de la manera más barata del mundo, el agua sobreexplotada y regresa, cuando lo hace, con un alto contenido de sustancias tóxicas que antes sirvieron para procesar no sólo en la industria textil de Jalisco, en la porcícola de Michoacán, a la peletera de Guanajuato, pero sobre todo a la agroindustria del Bajío cuyas Ciénegas con aguas del Lerma desbordado hicieron posible la alta rentabilidad de la producción de ajo y hortalizas.

Pero no sólo la extracción con sistemas tecnológicos insustentables y, de insolente bajo costo para quienes también, clandestinamente utilizan su agua, sino el almacenamiento de ese oro líquido en presas a lo largo de la cuenca en la cual, la presa Solís de Guanajuato se ha dado el lujo de negociar con los estados y usuarios de la cuenca baja la liberación pactada previamente de miles de metros cúbicos del preciado líquido.

Esa puede ser una sorpresa para los limnólogos más ilustrados en materia de azolvamiento, pérdida de calidad y hasta de la desecación cíclica que ha padecido este espejo de agua del cual, los usuarios menos dañinos son los habitantes de las zonas urbanas de todos los estados por donde pasa este estratégico afluente.

Existen otros factores identificados por científicos como José Antonio Gómez Reyna de la Universidad de Gudalajara, quien ha señalado “si llueve aquí en Guadalajara, esa agua nunca va a llegar a Chapala”, se refiere Gómez Reyna al desperdicio de los tapatíos al mandar las aguas pluviales hacia el Río Santiago por las alcantarillas luego de juntarlas con las aguas negras del área metropolitana de Guadalajara. Lamentablemente ese fenómeno se repite casi en todas las ciudades mexicanas.

Pero el investigador del Centro de Estudios Estratégicos para el Desarrollo también se refiere a las retenciones que, se hacen principalmente en el estado de Guanajuato, refiriéndose a la presa Solís, las cuales se quedan en la altiplanacie del Bajío.

El azolve y la falla de operación en los acuíferos, incluídos todos los sistemas para el reparto de agua potable entubada, son inevitablemente parte de los factores que debemos estudiar a profundidad para entender mejor las crisis cíclicas, grandes, regulares o menores, que presenta nuestro vaso lacustre como hoy, con una medición de apenas 95.31 como cota, es decir 87cm menos que la altura registrada en esta misma fecha el año pasado.

* Académico del CUAAD de la Universidad de Guadalajara

carlosm_orozco@hotmail.com

La historia del lago más grande de México está ligada a sus abundantes aportaciones acuíferas, belleza natural y, por supuesto, a sus etapas de abundancia capaces de marcar la vida a quienes rebasamos los 50 años de edad.

Sobre todo a quienes lo recordamos, no como el mar chapálico conocido por los españoles durante la conquista y capaz de albergar las magníficas embarcaciones construidas por estos para trasladarse hacia las tierras purépechas y de los cascanes, sino también en las impresionantes inundaciones como la de los años 60´s cuando era necesario llegar en canoa al atrio de la basílica catedral de Chapala. Sin dejar de mencionar el oleaje que, para algunos niños de la época, representaba realmente un océano.

No obstante, el irracional usufructo de los afluentes hacia la cuenca alimentadora de este gran lago, la cuenca Lerma-Chapala-Santiago tiene múltiples responsables más allá de la natural desecación en su largo paso desde la Ciudad de México, Querétaro, estado de México, Guanajuato, Michoacán, Jalisco e incluso, en lo poco que queda, hacia Nayarit para desembocar en el Océano Pacífico.

Y me refiero a decenas de empresas que utilizan de la manera más barata del mundo, el agua sobreexplotada y regresa, cuando lo hace, con un alto contenido de sustancias tóxicas que antes sirvieron para procesar no sólo en la industria textil de Jalisco, en la porcícola de Michoacán, a la peletera de Guanajuato, pero sobre todo a la agroindustria del Bajío cuyas Ciénegas con aguas del Lerma desbordado hicieron posible la alta rentabilidad de la producción de ajo y hortalizas.

Pero no sólo la extracción con sistemas tecnológicos insustentables y, de insolente bajo costo para quienes también, clandestinamente utilizan su agua, sino el almacenamiento de ese oro líquido en presas a lo largo de la cuenca en la cual, la presa Solís de Guanajuato se ha dado el lujo de negociar con los estados y usuarios de la cuenca baja la liberación pactada previamente de miles de metros cúbicos del preciado líquido.

Esa puede ser una sorpresa para los limnólogos más ilustrados en materia de azolvamiento, pérdida de calidad y hasta de la desecación cíclica que ha padecido este espejo de agua del cual, los usuarios menos dañinos son los habitantes de las zonas urbanas de todos los estados por donde pasa este estratégico afluente.

Existen otros factores identificados por científicos como José Antonio Gómez Reyna de la Universidad de Gudalajara, quien ha señalado “si llueve aquí en Guadalajara, esa agua nunca va a llegar a Chapala”, se refiere Gómez Reyna al desperdicio de los tapatíos al mandar las aguas pluviales hacia el Río Santiago por las alcantarillas luego de juntarlas con las aguas negras del área metropolitana de Guadalajara. Lamentablemente ese fenómeno se repite casi en todas las ciudades mexicanas.

Pero el investigador del Centro de Estudios Estratégicos para el Desarrollo también se refiere a las retenciones que, se hacen principalmente en el estado de Guanajuato, refiriéndose a la presa Solís, las cuales se quedan en la altiplanacie del Bajío.

El azolve y la falla de operación en los acuíferos, incluídos todos los sistemas para el reparto de agua potable entubada, son inevitablemente parte de los factores que debemos estudiar a profundidad para entender mejor las crisis cíclicas, grandes, regulares o menores, que presenta nuestro vaso lacustre como hoy, con una medición de apenas 95.31 como cota, es decir 87cm menos que la altura registrada en esta misma fecha el año pasado.

* Académico del CUAAD de la Universidad de Guadalajara

carlosm_orozco@hotmail.com