/ jueves 15 de noviembre de 2018

Caravana migrante: miedos y sueños

Hace unos días recibimos en nuestro estado a la Caravana Migrante, una caravana que está por cumplir un mes de haber salido de sus casas desde algún país de Centroamérica en búsqueda de mejores oportunidades de vida para ellos y sus familias. El tema se ha polarizado a tal grado que hoy los mexicanos estamos divididos en los que dicen que no deberíamos brindar ningún tipo de ayuda y quienes creemos que el respeto a sus derechos humanos está por encima de cualquier expresión de odio y discriminación.

El lunes me pronuncié al respecto desde el Congreso de Jalisco donde expuse las desafortunadas manifestaciones públicas que promueven rencor hacia este grupo de personas que no viaja por gusto sino por necesidad. Las condiciones de violencia y pobreza en las que viven en sus países les obligan a buscar alternativas para vivir; ellos saben los riesgos que corren al convertirse en migrantes, saben de la vulnerabilidad, el rechazo, de la misma violencia que padecemos en nuestro país, sin embargo, esas condiciones aún malas parecen mejor que las que se viven en sus propios países.

Nosotros somos también un país y un estado exportador de migrantes, los mexicanos también van al vecino País del Norte buscando una mejor calidad de vida para sus seres amados por eso mismo conocemos de racismo y xenofobia, porque la vivimos en carne propia. Hoy, caemos en incongruencias, porque no queremos que Donald Trump nos construya un muro en nuestra frontera norte o nos enojamos cuando nos tacha de violadores, ladrones y narcotraficantes; no obstante, la idea de un muro en nuestra frontera sur no nos desagrada para que los centroamericanos no puedan migrar hacia nuestro país.

Durante el fin de semana estuvimos presentes en el albergue que se habilitó en el Auditorio Benito Juárez, en conjunto con vecinos del Distrito 4 participamos como voluntarios, recolectamos y entregamos víveres, enseres de aseo personal, etcétera, pero lo más importante, estuvimos platicando y escuchando las razones que los hacen salir de casa sin tener certidumbre de lo que va a pasar con ellos. Es realmente de admirar el coraje y la valentía para venir solo o con la familia completa, arriesgando sus vidas. Escuchamos sus miedos, pero también sus sueños.

La dignidad no debe tener fronteras, así como pedimos respeto para nuestros propios migrantes, tenemos que respetar a quien decide migrar a México. No podemos permitir que se adopten discursos de odio y discriminación cuando son personas, iguales que nosotros, con ganas de salir adelante, con derechos y anhelos que hoy les queremos negar.



Hace unos días recibimos en nuestro estado a la Caravana Migrante, una caravana que está por cumplir un mes de haber salido de sus casas desde algún país de Centroamérica en búsqueda de mejores oportunidades de vida para ellos y sus familias. El tema se ha polarizado a tal grado que hoy los mexicanos estamos divididos en los que dicen que no deberíamos brindar ningún tipo de ayuda y quienes creemos que el respeto a sus derechos humanos está por encima de cualquier expresión de odio y discriminación.

El lunes me pronuncié al respecto desde el Congreso de Jalisco donde expuse las desafortunadas manifestaciones públicas que promueven rencor hacia este grupo de personas que no viaja por gusto sino por necesidad. Las condiciones de violencia y pobreza en las que viven en sus países les obligan a buscar alternativas para vivir; ellos saben los riesgos que corren al convertirse en migrantes, saben de la vulnerabilidad, el rechazo, de la misma violencia que padecemos en nuestro país, sin embargo, esas condiciones aún malas parecen mejor que las que se viven en sus propios países.

Nosotros somos también un país y un estado exportador de migrantes, los mexicanos también van al vecino País del Norte buscando una mejor calidad de vida para sus seres amados por eso mismo conocemos de racismo y xenofobia, porque la vivimos en carne propia. Hoy, caemos en incongruencias, porque no queremos que Donald Trump nos construya un muro en nuestra frontera norte o nos enojamos cuando nos tacha de violadores, ladrones y narcotraficantes; no obstante, la idea de un muro en nuestra frontera sur no nos desagrada para que los centroamericanos no puedan migrar hacia nuestro país.

Durante el fin de semana estuvimos presentes en el albergue que se habilitó en el Auditorio Benito Juárez, en conjunto con vecinos del Distrito 4 participamos como voluntarios, recolectamos y entregamos víveres, enseres de aseo personal, etcétera, pero lo más importante, estuvimos platicando y escuchando las razones que los hacen salir de casa sin tener certidumbre de lo que va a pasar con ellos. Es realmente de admirar el coraje y la valentía para venir solo o con la familia completa, arriesgando sus vidas. Escuchamos sus miedos, pero también sus sueños.

La dignidad no debe tener fronteras, así como pedimos respeto para nuestros propios migrantes, tenemos que respetar a quien decide migrar a México. No podemos permitir que se adopten discursos de odio y discriminación cuando son personas, iguales que nosotros, con ganas de salir adelante, con derechos y anhelos que hoy les queremos negar.