/ jueves 22 de octubre de 2020

Caminar la calle es símbolo de resistencia

Alejandra Navarro Hernández


Foto: Cortesía | Alejandra Navarro


Caminar la ciudad ha sido una de las lecturas que más me han hecho reflexionar, pues el observar a detalle las calles, su diseño, la imagen, el lenguaje urbano, mirar a las personas quienes se apropian del espacio, y como lo transitan; sentir, pisar y experimentar cada cuadra, como el centro histórico de Guadalajara, Providencia o Tetlán, me ha llevado a cuestionarme ¿para quienes está diseñada la ciudad y quiénes tienen el poder de construirla?, ¿por qué no hay banquetas en las grandes avenidas?, y si las hay ¿por qué las vialidades tienen mejor espacio e infraestructura?; ¿por qué si lxs peatones somos primero, debemos cruzar por los puentes peatonales?, ¿por qué no existen suficientes ciclovías?, y ¿por qué se invierten millones de pesos en las vialidades que en los parques?; ¿Acaso la intervención urbana está sujeta a intereses políticos y de clase?

A la serie de interrogantes anteriores también debe sumarse: ¿por qué transitamos y vivimos el espacio público en desventaja lxs niñxs, las personas mayores, las personas discapacitadas, las personas de la diversidad sexual, lxs grupos étnicos y las mujeres?, ¿por qué la calle es sinónimo de violencia e inseguridad?, y para ser puntual, ¿por qué los hombres creen que nuestros cuerpos son públicos cuando nos movilizamos por la calle a tal grado de sentirse con el derecho de acosarnos, tocarnos, violarnos, desaparecernos o asesinarnos?

Las preguntas que planteo me llevan a afirmar que hablar de movilidad no es hablar exclusivamente del transporte público. Fridole Ballén Duque conceptualiza la movilidad como el derecho al “libre desplazamiento en condiciones óptimas de relación entre medio ambiente, espacio público e infraestructura”, es reconocer que la movilidad es un derecho humano que comprende y se relaciona estrechamente con el derecho a la ciudad, de poder vivir y transitar el espacio público libremente en condiciones de igualdad, seguridad, accesibilidad, inclusión, eficiencia, calidad y sostenibilidad, poniendo en prioridad la movilización peatonal y ciclista, y a la vez reconociendo la identidad colectiva de quienes habitan y transitan la ciudad.

El fallo en la movilidad en Jalisco ha cobrado vidas como la de mi hermana Rebeca Erandi Navarro Hernández, que han muerto de manera violenta en los pavimentos por el transporte motorizado; vidas como la de nuestrx compañerx Jonathan Santos Hernández que les asesinan por ser personas diversas que caminan por las calles; las vidas que seguimos buscando como la de Francisco Villa Tomás; vidas como las de Atzhiri Sánchez y Karina González que por ser mujeres les han arrebatado la vida, y de todas las personas que han sido víctimas en el espacio público. Si, la libertad de vivir la ciudad en Jalisco tiene un precio y es deuda política.

El espacio público es la ciudad diría Jordi Borja, y es político; y nombrarla en femenino como Zaida Muxí lo hace, se convierte en un espacio donde se manifiesta la configuración de todas las desigualdades y violencias que existen, pero también es donde nacen las revoluciones y donde se produce el cambio; es el lugar de resistencia frente al poder, es el espacio del diálogo, de la democracia, de la construcción de comunidades; y en esta crisis donde las consecuencias han impactado negativamente en la construcción social y ha repercutido en la vida de las personas, es una oportunidad para repensarnos y poner en la mesa políticas públicas propuestas desde la calle, que propongan alternativas que reivindiquen los espacios públicos y que garanticen el derecho a la movilidad.

Celebro la reforma constitucional recién aprobada en el Congreso de la Unión que reconoce el derecho humano a la movilidad y seguridad vial. Por lo pronto seguiremos resistiendo, caminando y haciendo nuestras las calles.

Alejandra Navarro Hernández
Consejera de Diversidad de la FEU
@AleNavarroHdz

Alejandra Navarro Hernández


Foto: Cortesía | Alejandra Navarro


Caminar la ciudad ha sido una de las lecturas que más me han hecho reflexionar, pues el observar a detalle las calles, su diseño, la imagen, el lenguaje urbano, mirar a las personas quienes se apropian del espacio, y como lo transitan; sentir, pisar y experimentar cada cuadra, como el centro histórico de Guadalajara, Providencia o Tetlán, me ha llevado a cuestionarme ¿para quienes está diseñada la ciudad y quiénes tienen el poder de construirla?, ¿por qué no hay banquetas en las grandes avenidas?, y si las hay ¿por qué las vialidades tienen mejor espacio e infraestructura?; ¿por qué si lxs peatones somos primero, debemos cruzar por los puentes peatonales?, ¿por qué no existen suficientes ciclovías?, y ¿por qué se invierten millones de pesos en las vialidades que en los parques?; ¿Acaso la intervención urbana está sujeta a intereses políticos y de clase?

A la serie de interrogantes anteriores también debe sumarse: ¿por qué transitamos y vivimos el espacio público en desventaja lxs niñxs, las personas mayores, las personas discapacitadas, las personas de la diversidad sexual, lxs grupos étnicos y las mujeres?, ¿por qué la calle es sinónimo de violencia e inseguridad?, y para ser puntual, ¿por qué los hombres creen que nuestros cuerpos son públicos cuando nos movilizamos por la calle a tal grado de sentirse con el derecho de acosarnos, tocarnos, violarnos, desaparecernos o asesinarnos?

Las preguntas que planteo me llevan a afirmar que hablar de movilidad no es hablar exclusivamente del transporte público. Fridole Ballén Duque conceptualiza la movilidad como el derecho al “libre desplazamiento en condiciones óptimas de relación entre medio ambiente, espacio público e infraestructura”, es reconocer que la movilidad es un derecho humano que comprende y se relaciona estrechamente con el derecho a la ciudad, de poder vivir y transitar el espacio público libremente en condiciones de igualdad, seguridad, accesibilidad, inclusión, eficiencia, calidad y sostenibilidad, poniendo en prioridad la movilización peatonal y ciclista, y a la vez reconociendo la identidad colectiva de quienes habitan y transitan la ciudad.

El fallo en la movilidad en Jalisco ha cobrado vidas como la de mi hermana Rebeca Erandi Navarro Hernández, que han muerto de manera violenta en los pavimentos por el transporte motorizado; vidas como la de nuestrx compañerx Jonathan Santos Hernández que les asesinan por ser personas diversas que caminan por las calles; las vidas que seguimos buscando como la de Francisco Villa Tomás; vidas como las de Atzhiri Sánchez y Karina González que por ser mujeres les han arrebatado la vida, y de todas las personas que han sido víctimas en el espacio público. Si, la libertad de vivir la ciudad en Jalisco tiene un precio y es deuda política.

El espacio público es la ciudad diría Jordi Borja, y es político; y nombrarla en femenino como Zaida Muxí lo hace, se convierte en un espacio donde se manifiesta la configuración de todas las desigualdades y violencias que existen, pero también es donde nacen las revoluciones y donde se produce el cambio; es el lugar de resistencia frente al poder, es el espacio del diálogo, de la democracia, de la construcción de comunidades; y en esta crisis donde las consecuencias han impactado negativamente en la construcción social y ha repercutido en la vida de las personas, es una oportunidad para repensarnos y poner en la mesa políticas públicas propuestas desde la calle, que propongan alternativas que reivindiquen los espacios públicos y que garanticen el derecho a la movilidad.

Celebro la reforma constitucional recién aprobada en el Congreso de la Unión que reconoce el derecho humano a la movilidad y seguridad vial. Por lo pronto seguiremos resistiendo, caminando y haciendo nuestras las calles.

Alejandra Navarro Hernández
Consejera de Diversidad de la FEU
@AleNavarroHdz