/ miércoles 30 de enero de 2019

Calidad de vida perdida

CARLOS ANGUIANO

Jalisco hasta los años 90 fue un territorio tranquilo, donde se vivía cómodo, con tranquilidad provinciana, donde niños jugaban en las calles, las puertas de las casas podían permanecer abiertas, la convivencia vecinal era frecuente, se platicaba en familia y con los vecinos sentados en las banquetas y los carros se podían dejar en las calles por las noches sin temor a que fueran vandalizados o robados. De ahí hasta ahora, la calidad de vida de los jaliscienses, en especial en el Área Metropolitana de Guadalajara, ha disminuido a niveles alarmantes. La inseguridad pública nos está asfixiando.

En nuestros días, la inseguridad pública es una preocupación constante. La integridad de nuestras familias, personas y bienes se ponen en riesgo prácticamente todos los días. La situación está peor que nunca y verdaderamente no se aprecia que existan esfuerzos serios por revertir la situación, detener la proliferación de células delictivas, castigar a los malvivientes y garantizar por parte de nuestros gobernantes, trabajar en una estrategia efectiva para garantizar la prevención de los delitos.

Si bien es cierto que el cáncer de la inseguridad, acompañado de la violencia, fenómenos migratorios, la impunidad, el desdoblamiento de los narcotraficantes y su incursión en diversos tipos de ilícitos es una constante en ciudades capitales, ciudades medias y áreas metropolitanas en todo el territorio nacional, también lo es que nuestro estado ha sufrido de más y la sociedad ha perdido rumbo, cohesión y pertenencia entre los habitantes, pues el tejido social ya muestra afectaciones severas.

En Jalisco se ha pasado de la sorpresa a la indignación; del miedo a la resignación; del coraje a la aceptación. Y eso es preocupante. No debemos acostumbrarnos a esta vida caótica y peligrosa. No debemos aceptar vivir entre maleantes sin denunciar, sin oponernos. No es lógico que ahora hasta apreciemos contar con amistades que “nos cuidan”, cerrar los ojos y pensar que es una situación temporal, pasajera, que un día se resolverá y volveremos a estar como antes era. Esta situación no debe ser considerada normal, aunque parece lejana la solución a tan crítico problema.

Combatir a inseguridad, erradicar la impunidad, imponer el respeto a la ley, responsabilizarse de la prevención y la inhibición de los delitos, son la misión fundamental para todos nuestros gobernantes. Un buen gobierno será aquel que de muestras claras y evidencias de que se avanzó para hacer comunidades seguras y devolver la tranquilidad y la seguridad a los ciudadanos.

Los nuevos gobiernos recién en funciones no pareciera que se esfuercen mucho en atender dichas tareas. Deben combatir de inmediato a la inseguridad, que es lo más grave, lo que nos afecta a todos sin distinción y precisamente a ese tema es al que no le han entrado. Si continúan haciendo lo que los anteriores gobiernos, el resultado será peor que antes. La inseguridad es el asunto más importante y también el más urgente que deben enfrentar. El tiempo transcurre y no parece que se tenga en ejecución estrategia novedosa alguna, ni operativos especiales.

Como ciudadanos debemos participar y tomar conciencia de que tenemos que sumarnos en el combate a la inseguridad, contribuyendo a darle solución, pero sin dejar de recordar que el uso inteligente y responsable de las herramientas y los instrumentos del estado, utilizando el dinero público de manera correcta, es el verdadero camino que puede mejorar en un plazo razonable nuestra desagradable situación.


www.inteligenciapolitica.org

CARLOS ANGUIANO

Jalisco hasta los años 90 fue un territorio tranquilo, donde se vivía cómodo, con tranquilidad provinciana, donde niños jugaban en las calles, las puertas de las casas podían permanecer abiertas, la convivencia vecinal era frecuente, se platicaba en familia y con los vecinos sentados en las banquetas y los carros se podían dejar en las calles por las noches sin temor a que fueran vandalizados o robados. De ahí hasta ahora, la calidad de vida de los jaliscienses, en especial en el Área Metropolitana de Guadalajara, ha disminuido a niveles alarmantes. La inseguridad pública nos está asfixiando.

En nuestros días, la inseguridad pública es una preocupación constante. La integridad de nuestras familias, personas y bienes se ponen en riesgo prácticamente todos los días. La situación está peor que nunca y verdaderamente no se aprecia que existan esfuerzos serios por revertir la situación, detener la proliferación de células delictivas, castigar a los malvivientes y garantizar por parte de nuestros gobernantes, trabajar en una estrategia efectiva para garantizar la prevención de los delitos.

Si bien es cierto que el cáncer de la inseguridad, acompañado de la violencia, fenómenos migratorios, la impunidad, el desdoblamiento de los narcotraficantes y su incursión en diversos tipos de ilícitos es una constante en ciudades capitales, ciudades medias y áreas metropolitanas en todo el territorio nacional, también lo es que nuestro estado ha sufrido de más y la sociedad ha perdido rumbo, cohesión y pertenencia entre los habitantes, pues el tejido social ya muestra afectaciones severas.

En Jalisco se ha pasado de la sorpresa a la indignación; del miedo a la resignación; del coraje a la aceptación. Y eso es preocupante. No debemos acostumbrarnos a esta vida caótica y peligrosa. No debemos aceptar vivir entre maleantes sin denunciar, sin oponernos. No es lógico que ahora hasta apreciemos contar con amistades que “nos cuidan”, cerrar los ojos y pensar que es una situación temporal, pasajera, que un día se resolverá y volveremos a estar como antes era. Esta situación no debe ser considerada normal, aunque parece lejana la solución a tan crítico problema.

Combatir a inseguridad, erradicar la impunidad, imponer el respeto a la ley, responsabilizarse de la prevención y la inhibición de los delitos, son la misión fundamental para todos nuestros gobernantes. Un buen gobierno será aquel que de muestras claras y evidencias de que se avanzó para hacer comunidades seguras y devolver la tranquilidad y la seguridad a los ciudadanos.

Los nuevos gobiernos recién en funciones no pareciera que se esfuercen mucho en atender dichas tareas. Deben combatir de inmediato a la inseguridad, que es lo más grave, lo que nos afecta a todos sin distinción y precisamente a ese tema es al que no le han entrado. Si continúan haciendo lo que los anteriores gobiernos, el resultado será peor que antes. La inseguridad es el asunto más importante y también el más urgente que deben enfrentar. El tiempo transcurre y no parece que se tenga en ejecución estrategia novedosa alguna, ni operativos especiales.

Como ciudadanos debemos participar y tomar conciencia de que tenemos que sumarnos en el combate a la inseguridad, contribuyendo a darle solución, pero sin dejar de recordar que el uso inteligente y responsable de las herramientas y los instrumentos del estado, utilizando el dinero público de manera correcta, es el verdadero camino que puede mejorar en un plazo razonable nuestra desagradable situación.


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