/ miércoles 20 de enero de 2021

Biden: la reconciliación doméstica. ¿Y México?

Raúl Benítez Manaut

En la víspera de día más relevante de la vida política de Estados Unidos: 20 de enero de 2021, toda la atención del presidente Joe Biden se centrará en la reconciliación entre su población. Donald Trump polarizó la política de Estados Unidos hasta los extremos que rebasaron lo legal y lo permisible. El miércoles 6 de enero, con el asalto al Capitolio por turbas de extrema derecha incitadas por él, se rompieron los códigos no escritos del sistema político de Washington D.C., el cual representa el balance entre el Capitolio, la Casa Blanca y el sistema de justicia. Estos tres símbolos, que a su vez son instituciones fundacionales, se deben respaldar uno a otro. Trump manipuló la justicia. Con mentiras trató de desacreditar los resultados de la elección haciendo creer sus fanáticos había sido víctima de un fraude. Con lo cual, también violó el mínimo respeto que debía a la institución que lo acogió: la Casa Blanca.

Los fanáticos de la extrema derecha estadounidense se alimentaron del discurso racial de Trump. Se convirtieron de grupos supremacistas blancos dispersos por todo el país, a un movimiento orgánico de personas violentas que se atrevieron a violar las reglas de la democracia de su país, mientras eran respaldados por los representantes republicanos seguidores ciegos de Trump, e incluso, de algunos miembros de la seguridad del propio Capitolio. En este escenario la primera gran prioridad de Biden se centra en la reconciliación. Para ello tiene el respaldo de las grandes corporaciones y las empresas de comunicación masiva, que cortaron, en una inédita decisión, las redes sociales a Trump. También, goza del apoyo de una parte significativa del Partido Republicano, con el expresidente George W. Bush al frente, quien rápidamente reconoció su triunfo el 3 de noviembre pasado y condenó el asalto al Capitolio. Del mismo modo, se suman Bill Clinton y Barack Obama, así como diez representantes que votaron a favor de la destitución de Trump.

Sin embargo, el camino para reconciliar a 75 de millones simpatizantes de Trump no es tarea fácil. Ante esto, la primera medida ya fue tomada, Biden ha anunciado un apoyo a todos los estadounidenses de bajos ingresos por 2,000 dólares, a la par de la promesa de desmontar las órdenes ejecutivas que Trump decretó en contra de minorías étnicas y los “dreamers”. No obstante, el gran dilema es: ¿qué hacer con la extrema derecha? Dicho esfuerzo sólo se asemeja al que gobiernos pasados dedicaron a desmantelar al Ku Klus Klan, en los años cincuenta y sesenta del siglo XX. El día de hoy los asaltantes del Capitolio ya son investigados por el FBI, algunos han sido arrestados, pero a pesar de eso, se temen acciones agresivas en las capitales de los 50 estados de la unión americana.

El resto de sus prioridades las lidera la acción rápida de vacunación y el cambio radical de estrategia contra el COVID 19, el cambio climático y el tema fronterizo, que comienza a tomar fuerza con la presión Caravanas provenientes de Centroamérica. Por otra parte, México no es un tema de política exterior. Desde el 15 de octubre del 2020 el tema de la justicia pasó a primer plano y en un nivel muy conflictivo en la relación bilateral. La captura del general Salvador Cienfuegos en Los Angeles y su traslado a Nueva York llevó a una inédita negociación entre Trump y el presidente López Obrador. El resultado fue la entrega a las autoridades mexicanas del general, sin haberlo declarado inocente, para que sea juzgado. Sin ser tema prioritario para el futuro gobierno de Biden, el nuevo gobierno esperará a que los nuevos funcionarios del Departamento de Estado, Justicia y el Pentágono, se instalen en sus nuevos escritorios para conversar con la DEA y tomar una posición. A pesar de esto, es visible la desaprobación en torno a la rápida investigación de la Fiscalía General de la República, así como el hacer público, el expediente de 751 páginas entregado a autoridades mexicanas por dicha agencia, el cual esta censurado en un 98% de su contenido. Sobre el cual, con seguridad, pronto habrá gran presión para conocer el contenido íntegro de sus páginas.

El nacionalismo es muy peligroso para la seguridad y Trump es un ejemplo de ello. Si la seguridad entre México y Estados Unidos es interméstica, nos guste o no, y le guste o no a los gobiernos, estamos obligados a cooperar a pesar de los desagradables sobresaltos. Se acerca una primavera caliente y conflictiva entre ambos gobiernos y la cooperación en seguridad y defensa está en juego. ¿A quien le conviene este conflicto? A nadie, excepto a los jefes criminales, pues mientras se estén peleando los dos gobiernos ellos podrán hacer sus operaciones con mayor libertad y facilidad.

*Investigador del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la UNAM y presidente del Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia.

Raúl Benítez Manaut

En la víspera de día más relevante de la vida política de Estados Unidos: 20 de enero de 2021, toda la atención del presidente Joe Biden se centrará en la reconciliación entre su población. Donald Trump polarizó la política de Estados Unidos hasta los extremos que rebasaron lo legal y lo permisible. El miércoles 6 de enero, con el asalto al Capitolio por turbas de extrema derecha incitadas por él, se rompieron los códigos no escritos del sistema político de Washington D.C., el cual representa el balance entre el Capitolio, la Casa Blanca y el sistema de justicia. Estos tres símbolos, que a su vez son instituciones fundacionales, se deben respaldar uno a otro. Trump manipuló la justicia. Con mentiras trató de desacreditar los resultados de la elección haciendo creer sus fanáticos había sido víctima de un fraude. Con lo cual, también violó el mínimo respeto que debía a la institución que lo acogió: la Casa Blanca.

Los fanáticos de la extrema derecha estadounidense se alimentaron del discurso racial de Trump. Se convirtieron de grupos supremacistas blancos dispersos por todo el país, a un movimiento orgánico de personas violentas que se atrevieron a violar las reglas de la democracia de su país, mientras eran respaldados por los representantes republicanos seguidores ciegos de Trump, e incluso, de algunos miembros de la seguridad del propio Capitolio. En este escenario la primera gran prioridad de Biden se centra en la reconciliación. Para ello tiene el respaldo de las grandes corporaciones y las empresas de comunicación masiva, que cortaron, en una inédita decisión, las redes sociales a Trump. También, goza del apoyo de una parte significativa del Partido Republicano, con el expresidente George W. Bush al frente, quien rápidamente reconoció su triunfo el 3 de noviembre pasado y condenó el asalto al Capitolio. Del mismo modo, se suman Bill Clinton y Barack Obama, así como diez representantes que votaron a favor de la destitución de Trump.

Sin embargo, el camino para reconciliar a 75 de millones simpatizantes de Trump no es tarea fácil. Ante esto, la primera medida ya fue tomada, Biden ha anunciado un apoyo a todos los estadounidenses de bajos ingresos por 2,000 dólares, a la par de la promesa de desmontar las órdenes ejecutivas que Trump decretó en contra de minorías étnicas y los “dreamers”. No obstante, el gran dilema es: ¿qué hacer con la extrema derecha? Dicho esfuerzo sólo se asemeja al que gobiernos pasados dedicaron a desmantelar al Ku Klus Klan, en los años cincuenta y sesenta del siglo XX. El día de hoy los asaltantes del Capitolio ya son investigados por el FBI, algunos han sido arrestados, pero a pesar de eso, se temen acciones agresivas en las capitales de los 50 estados de la unión americana.

El resto de sus prioridades las lidera la acción rápida de vacunación y el cambio radical de estrategia contra el COVID 19, el cambio climático y el tema fronterizo, que comienza a tomar fuerza con la presión Caravanas provenientes de Centroamérica. Por otra parte, México no es un tema de política exterior. Desde el 15 de octubre del 2020 el tema de la justicia pasó a primer plano y en un nivel muy conflictivo en la relación bilateral. La captura del general Salvador Cienfuegos en Los Angeles y su traslado a Nueva York llevó a una inédita negociación entre Trump y el presidente López Obrador. El resultado fue la entrega a las autoridades mexicanas del general, sin haberlo declarado inocente, para que sea juzgado. Sin ser tema prioritario para el futuro gobierno de Biden, el nuevo gobierno esperará a que los nuevos funcionarios del Departamento de Estado, Justicia y el Pentágono, se instalen en sus nuevos escritorios para conversar con la DEA y tomar una posición. A pesar de esto, es visible la desaprobación en torno a la rápida investigación de la Fiscalía General de la República, así como el hacer público, el expediente de 751 páginas entregado a autoridades mexicanas por dicha agencia, el cual esta censurado en un 98% de su contenido. Sobre el cual, con seguridad, pronto habrá gran presión para conocer el contenido íntegro de sus páginas.

El nacionalismo es muy peligroso para la seguridad y Trump es un ejemplo de ello. Si la seguridad entre México y Estados Unidos es interméstica, nos guste o no, y le guste o no a los gobiernos, estamos obligados a cooperar a pesar de los desagradables sobresaltos. Se acerca una primavera caliente y conflictiva entre ambos gobiernos y la cooperación en seguridad y defensa está en juego. ¿A quien le conviene este conflicto? A nadie, excepto a los jefes criminales, pues mientras se estén peleando los dos gobiernos ellos podrán hacer sus operaciones con mayor libertad y facilidad.

*Investigador del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la UNAM y presidente del Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia.